Los sacrificios que hicieron los aficionados latinoamericanos para llegar al Mundial

Por Obed Ruiz

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Fotografía tomada por el autor
Fotografía tomada por el autor

Desde Rusia nos cuentan sobre casas puestas en venta, aduanas crueles, múltiples conexiones de avión y casamientos pospuestos.

Para quienes son detractores del futbol o piensan que los sacrificios que hace un aficionado por su equipo son una exageración puede que todo esto sea un desperdicio de tiempo y dinero o no tenga sentido. Pero salí a las calles de Moscú para hablar con personas de cada país latinoamericano de habla hispana para que me contaran todo lo que dejaron atrás para llegar a Rusia.

Leopoldo y John, fotografía por el autor
Leopoldo y John, fotografía por el autor

A los primeros que encontré, apenas a unos metros de la Plaza Roja, fueron a Leopoldo y John, padre e hijo que viven en Estados Unidos y forman parte de las decenas de miles de peruanos que solamente tuvieron nueve meses para ahorrar por la clasificación en el último partido que los devolvió a un Mundial, algo que no lograban desde España 82. "Vendimos todo para venir. Se vendió carro, casa, alquileres, todo, todo se vendió. Acá nos quedamos a vivir porque no hay que regresar ya porque Perú va a ser campeón", dice Leopoldo, el papá, mientras aprieta el brazo de su hijo emocionado.

Cuando termine el evento regresarán a la rutina de siempre. Le pregunté a Leopoldo qué significa el regreso de Perú a un Mundial para él. "Ver a Perú en un Mundial es como cuando te enamoras por primera vez: el corazón te explota".

Pablo, fotografía por el autor
Pablo, fotografía por el autor

Y si de amor y futbol se trata es probable que no haya nadie que entienda esa relación como lo hacen los argentinos. Pablo usa una gorra con la visera hacia atrás, sudadera blanca y una bufanda de Argentina. Llegó a Moscú desde Porteña, una provincia de Córdoba. "La verdad es que fue un viaje muy largo entre colectivos, aviones, todo, pero para estar acá no tiene precio". Tiene un día de haber llegado, todavía no se recupera del cambio de horario ni de los días que tardó pero ya está en la calle con la manta que lleva el nombre de su provincia. "Me tomé el colectivo hasta Asunción, de Asunción a San Pablo, San Pablo a Lisboa y de Lisboa llegué a Moscú. Fue muy largo pero esto lo vale, mira que la gente de la Argentina es una cosa de locos. Lo mejor que me pudo haber pasado en mi vida es esto, vivir un sueño. Dejé familia, trabajo y un casamiento". Lo interrumpo para asegurarme que había escuchado bien y, en efecto, Pablo se casa en noviembre, pero para él este mes se para todo y sólo quiere que Argentina lleve la copa de regreso. Su novia siempre ha sabido lo que significa el futbol para él y no tuvo problema en olvidarse un mes de los planes para la boda, pero yo quiero hacerle la pregunta de qué significa el futbol para él. Aunque es obvia, me interesa saber porque cada que Pablo habla lo hace con más rapidez, un poco menos de claridad y parece como si de forma literal fuera a explotarle el pecho. "El futbol es tan grande que para la Argentina y para los corazones de todas las personas que les gusta este deporte". Pablo no habla de una unidad latinoamericana, pero cree que de los equipos eliminados muchos hincharán por la albiceleste. "No sé si la van a apoyar porque es la Argentina o porque es latino, sino por una admiración a Messi y por lo que significa."

Jorge, fotografía por el autor
Jorge, fotografía por el autor

Jorge Lamos es de Colombia, vive en Barranquilla, como lo delata su playera del Junior, equipo de la ciudad. Me cuenta que le gusta el futbol desde que tiene memoria. "Es algo de toda la vida, algo que se respira en Colombia". Jorge, a diferencia de Pablo, ya se casó y el plan de llegar a Rusia apenas tiene poco tiempo: "Lo planificamos hace un año. Empezamos a ahorrar el sueldo de nuestro trabajo, muchas veces tomábamos dinero para algunas cosas pero lo que más pudiéramos lo íbamos guardando en una maletica que nos trajimos con nuestros ahorritos". Aunque está feliz de llegar a Rusia y conocer algunas ciudades se siente temeroso y espera que a Colombia no le pase lo mismo que en Brasil 2014. "Teníamos una selección para llegar a mucho más", hace una pausa, "esperamos que ésta no nos vaya a defraudar." Pero si su selección quedara fuera de la competencia seguiría emocionándose con los otros equipos latinoamericanos: "Cuando no esté Colombia, que espero que llegue a lo más lejos, haremos fuerza por nuestros hermanos latinos".

Fernando y Pablo, fotografía por el autor
Fernando y Pablo, fotografía por el autor

Pablo Echevarren, uruguayo. Durante toda la plática estuvo a su lado un señor que en primera instancia parecía su papá. Tuvieron que tomar cinco aviones para llegar a Rusia. "Volamos Montevideo-Río de Janeiro, escala de seis horas, Río-Madrid, Madrid-Valencia, escala de 7 horas, Valencia-Frankfurt, 9 horas, se retrasó el vuelo, 11 horas extra esperando y al fin Moscú". Pero el sacrificio no es suyo, de Pablo, es del señor de junto que no deja de sonreír y mostrar su bandera, su sombrero, su bufanda, todo con los colores uruguayos. Su nombre es Fernando y lo primero que me dice, con mucho orgullo, es: "Yo lo traje, soy el suegro". La gente de alrededor que alcanza a escucharlos y entiende español los mira como si fuera algo insólito y el señor sigue sonriendo mientras asume que fue él en mayor parte quien hizo que los dos llegaran al Mundial.

Carlos, fotografía por el autor
Carlos, fotografía por el autor

Carlos López viene de México y no tuvo tanta suerte como el uruguayo. "Vengo a apoyar a la selección y para eso tuve que vender mi carro, hacer algunas cuentas, rechazar salidas y ahorrar pero ya se logró". Lleva puesto en la cabeza un gorro que en teoría asemeja a los tradicionales en Rusia y de vez en cuando interrumpe la plática para saludar a los mexicanos que pasan cerca. Tiene sólo algunos días para aprovechar su estancia porque después tiene que volver: "Nada más vengo veinte días porque sino en mi trabajo me corren y con qué pago". Carlos no está en Rusia por el resultado, sino por la experiencia: "Sabemos que a lo mejor México no gana la Copa del Mundo pero nos gusta participar". Sin embargo no todo es participación. El 1 de julio habrá elecciones presidenciales en México y quienes estén en Rusia no podrán votar, pero eso tampoco fue impedimento para que Carlos viajara al Mundial: "Yo regreso dos días después de las elecciones y dices pues nos hubieran dado la posibilidad de votar pero si no se puede, lo sacrificas". No obstante, tienen en claro que el campeón debe ser del continente americano. "Ahorita me encontré a una pareja de un mexicano y una brasileña y me comentan que no ven a la selección tan bien y lo primero que se me vino a la mente fue que en cuanto eliminen a México apoyaré a Brasil para que la Copa se quede allá".

José y Juan, fotografía por el autor
José y Juan, fotografía por el autor

Costa Rica fue el país más difícil de encontrar, no porque faltaran aficionados o vinieran pocos a Rusia, sino porque la mayoría estaba llegando directo a San Petersburgo, la sede de su primer juego. Casi rendido camino al metro encontré a José y Juan. Su idea de ir al Mundial nació hace un año, después de ir al Estadio Azteca a ver el juego de su selección contra México y desde ahí pidieron horas extra en el trabajo, descansaron menos días y se dedicaron a comprar apenas lo necesario. Y si Costa Rica pasa a octavos de final pueden alegar su estadía: "Si Costa Rica pasa de fase nos quedamos, hacemos más sacrificios". Juan, el más alto, toma la palabra con mucha seguridad y me dice mientras mira a su amigo y como si Rusia no estuviera suficientemente lejos de su país: "Seríamos capaces de darle la vuelta al mundo si es necesario para estar con Costa Rica y apoyar a la selección". José confía en que se repita o se supere lo hecho en 2014 por el equipo nacional, pero si no lo consiguen él está con todos los equipos latinoamericanos. "Todos nos apoyamos. Este Mundial es para unir a la gente y el pueblo latinoamericano se ha logrado juntar bastante".

Ronald camina entre las calles más céntricas de Moscú con sus papás. Les pedí prestado un encendedor y cuando dio vuelta para buscar en su mochila tenía un distintivo de Panamá. Él decidió hablar por los tres y me cuenta que fueron meses en que a veces no descansaron ni los fines de semana: "tuvimos que hacer bastante esfuerzo, ahorrar, trabajar mucho, casi todos los días para venir acá". No es el único que hizo sacrificios, pero sí el primero que me platica que ha sufrido un poco. "Me ha costado mucho. Hacía demasiado frío y lluvia en la mañana y el viaje fue tedioso, casi 19 horas de vuelo" Rusia 2018 será la primera vez que Panamá juegue un Mundial y para estar en esta fiesta Ronald debió faltar a muchas otras: "Tuve que ahorrar hasta el último centavo, decir que no a cualquier invitación a cualquier lado, a cumpleaños, a lo que fuera, incluso a carnavales que en Panamá son las fiestas preferidas para nosotros". Tomamos una pausa para que se acomode el gorro que lleva y casi instantáneamente me cuenta que estar en la Copa del Mundo es lo máximo, un orgullo de ser panameño que tuvo sus festejos desde hace meses. "Nos clasificamos en octubre y nuestras fiestas patrias son en noviembre y duraron hasta diciembre, casi no se sintió la navidad por celebrar la patria y por haber calificado a un Mundial",

Para él, que vive en uno de los países que une el sur y el norte del continente, sí este una unidad entre latinoamericanos, más que eso, una hermandad. Por eso dice que "la copa tiene que volver a América, a su casa"

Tal vez los europeos inventaron el futbol pero los latinoamericanos son los que le dan vida, color, alegría, sentido, pasión y fiesta a cualquier lugar donde gire una pelota.

Publicado originalmente en VICE.com