Justicia para los palestinos y seguridad para Israel

¿Cómo conciliar nuestro deseo de poner fin a los combates con la necesidad de abordar las raíces del conflicto?

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El humo se eleva tras
El humo se eleva tras una explosión por un ataque israelí en el norte de la Franja de Gaza, visto desde Sderot (EFE)

En los últimos 15 años ha habido cinco guerras entre Israel y Hamas. ¿Cómo poner fin a la actual y evitar que, tarde o temprano, se produzca una sexta? ¿Cómo equilibramos nuestro deseo de poner fin a los combates con la necesidad de abordar las raíces del conflicto? Durante 75 años, diplomáticos, israelíes y palestinos bienintencionados y gobernantes de todo el mundo han luchado por llevar la paz a esta región. En ese tiempo, un presidente egipcio y un primer ministro israelí fueron asesinados por extremistas por sus esfuerzos para poner fin a la violencia.

Y así sucesivamente.

Para quienes queremos no sólo poner fin a esta guerra, sino evitar una futura, primero debemos tener claros los hechos. El 7 de octubre, Hamas, una organización terrorista, desencadenó un bárbaro ataque contra Israel, matando a unos 1.200 hombres, mujeres y niños inocentes y tomando a más de 200 como rehenes. Sobre una base per cápita, si Israel tuviera la misma población que Estados Unidos, ese ataque habría sido el equivalente a casi 40.000 muertes, más de 10 veces las víctimas mortales que sufrimos el 11-S.

Israel, en respuesta, bajo el liderazgo de su primer ministro de derechas, Benjamin Netanyahu, acusado de corrupción y cuyo gabinete incluye a racistas declarados, desató lo que equivale a una guerra total contra el pueblo palestino. En Gaza, más de 1,6 millones de palestinos se vieron obligados a abandonar sus hogares. Los alimentos, el agua, los suministros médicos y el combustible fueron cortados. Naciones Unidas calcula que el 45% de las viviendas de Gaza han resultado dañadas o destruidas. Según el Ministerio de Sanidad de Gaza, más de 12.000 palestinos, la mitad de ellos niños, han muerto y muchos más han resultado heridos. Y la situación es más grave cada día.

Se trata de una catástrofe humanitaria que corre el riesgo de desencadenar una conflagración regional más amplia. Todos queremos que termine lo antes posible. Sin embargo, para avanzar, debemos hacer frente a la complejidad de esta situación que demasiadas personas de ambos bandos quieren ignorar.

En primer lugar, Hamas ha dejado claro, antes y después del 7 de octubre, que su objetivo es la guerra perpetua y la destrucción del Estado de Israel. La semana pasada, un portavoz de Hamas declaró a The New York Times: “Espero que el estado de guerra con Israel se convierta en permanente en todas las fronteras, y que el mundo árabe nos apoye”.

En segundo lugar, Israel no ha hecho nada en los últimos años para dar esperanzas de un acuerdo pacífico: mantener el bloqueo de Gaza, profundizar las humillaciones diarias de la ocupación en Cisjordania e ignorar en gran medida las horrendas condiciones de vida a las que se enfrentan los palestinos.

El premier israelí, Benjamin Netanyahu
El premier israelí, Benjamin Netanyahu (Europa Press)

Sobra decir que no tengo todas las respuestas a esta tragedia interminable. Pero para aquellos de nosotros que creemos en la paz y la justicia, es imperativo que hagamos todo lo posible para proporcionar a israelíes y palestinos una respuesta reflexiva que trace un camino realista para abordar la realidad a la que nos enfrentamos hoy. He aquí mis ideas sobre el mejor camino a seguir y sobre cómo Estados Unidos puede reunir al mundo en torno a una posición moral que nos conduzca hacia la paz en la región y la justicia para la población palestina oprimida.

Para empezar, debemos exigir el fin inmediato de los bombardeos indiscriminados de Israel, que están causando un enorme número de víctimas civiles y violan el derecho internacional. Israel está en guerra contra Hamas, no contra hombres, mujeres y niños palestinos inocentes. Israel no puede bombardear un barrio entero para eliminar un objetivo de Hamas. No sabemos si esta campaña ha sido eficaz para degradar las capacidades militares de Hamas. Pero sí sabemos que, según los informes, el 70% de las víctimas son mujeres y niños, y que han muerto 104 trabajadores humanitarios de la ONU y 53 periodistas. Eso no es aceptable.

También debe producirse una pausa humanitaria significativa y prolongada para que la ayuda que tanto se necesita -alimentos, agua, medicinas y combustible- pueda llegar a Gaza y salvar vidas. Si se cumple el acuerdo alcanzado el miércoles por la mañana, por el que se liberará a 50 rehenes israelíes a cambio de una pausa de cuatro días en los combates, será un primer paso prometedor sobre el que podremos construir y, con suerte, trabajar para ampliar la pausa. Mientras tanto, las Naciones Unidas deben tener tiempo para establecer con seguridad la red de distribución necesaria para evitar la sed, el hambre y las enfermedades, construir refugios y evacuar a quienes necesiten cuidados críticos. Esta ventana también permitirá mantener conversaciones para liberar al mayor número posible de rehenes. Esta pausa prolongada no debe preceder a la reanudación de los bombardeos indiscriminados. Israel seguirá persiguiendo a Hamas, pero debe cambiar radicalmente sus tácticas para minimizar los daños a la población civil.

Si los sufridos palestinos van a tener alguna vez una oportunidad de autodeterminación y un nivel de vida decente, no debe haber una reocupación y un bloqueo israelíes de Gaza a largo plazo. Si Hamas va a ser desalojada del poder, como debe ser, y los palestinos van a tener la oportunidad de una vida mejor, una ocupación israelí de Gaza sería absolutamente contraproducente y beneficiaría a Hamas. Por el bien de la paz regional y de un futuro mejor para el pueblo palestino, Gaza debe tener la oportunidad de liberarse de Hamas. No puede haber una ocupación israelí a largo plazo.

Para lograr la transformación política que Gaza necesita, será necesario un nuevo liderazgo palestino como parte de un proceso político más amplio. Y para que esa transformación y ese proceso de paz tengan lugar, Israel debe asumir ciertos compromisos políticos que permitan a un liderazgo palestino comprometido con la paz conseguir apoyos. Deben garantizar a los palestinos desplazados el derecho absoluto a regresar a sus hogares mientras Gaza se reconstruye. Las personas que han vivido en la pobreza y la desesperación durante años no pueden quedarse permanentemente sin hogar. Israel también debe comprometerse a poner fin a los asesinatos de palestinos en Cisjordania y congelar los asentamientos allí como un primer paso hacia el fin permanente de la ocupación. Estos pasos demostrarán que la paz puede beneficiar al pueblo palestino, y es de esperar que den a la Autoridad Palestina la legitimidad que necesita para asumir el control administrativo de Gaza, probablemente tras un periodo provisional de estabilización bajo una fuerza internacional.

Por último, para que los palestinos tengan alguna esperanza de un futuro digno, debe haber un compromiso con amplias conversaciones de paz para avanzar en una solución de dos Estados tras esta guerra. Estados Unidos, la comunidad internacional y los vecinos de Israel deben avanzar enérgicamente hacia ese objetivo. Esto incluiría un aumento drástico del apoyo internacional al pueblo palestino, incluido el de los países ricos del Golfo. También significaría la promesa del pleno reconocimiento de Palestina a la espera de la formación de un nuevo gobierno elegido democráticamente y comprometido con la paz con Israel.

Seamos claros: esto no va a ocurrir por sí solo. El partido Likud de Netanyahu se formó explícitamente sobre la premisa de que “entre el mar y el [río] Jordán sólo habrá soberanía israelí”, y el actual acuerdo de coalición refuerza ese objetivo. No se trata sólo de ideología. El gobierno israelí ha perseguido sistemáticamente este objetivo. El año pasado se registró un crecimiento sin precedentes de los asentamientos israelíes en Cisjordania, donde más de 700.000 israelíes viven ahora en zonas que, según las Naciones Unidas y Estados Unidos, son territorios ocupados. Han utilizado la violencia de Estado para respaldar esta anexión de facto. Desde el 7 de octubre, Naciones Unidas informa de que al menos 208 palestinos, entre ellos 53 niños, han muerto a manos de las fuerzas de seguridad y los colonos israelíes. No podemos permitir que esto continúe.

Netanyahu ha dejado clara su postura sobre estas cuestiones críticas. Nosotros también deberíamos hacerlo. Si preguntar amablemente funcionara, no estaríamos en esta situación. La única manera de que se produzcan estos cambios necesarios es que Estados Unidos utilice la importante influencia que tiene sobre Israel. Y todos sabemos cuál es esa influencia.

Durante muchos años, Estados Unidos ha proporcionado a Israel importantes sumas de dinero, prácticamente sin condiciones. Actualmente, proporcionamos 3.800 millones de dólares al año. El Presidente Biden ha pedido 14.300 millones de dólares más y ha solicitado al Congreso que renuncie a las normas normales de supervisión, ya de por sí limitadas. El enfoque del cheque en blanco debe terminar. Estados Unidos debe dejar claro que, aunque somos amigos de Israel, esa amistad está sujeta a condiciones y que no podemos ser cómplices de acciones que violan el derecho internacional y nuestro propio sentido de la decencia. Esto incluye el fin de los bombardeos indiscriminados; una pausa significativa de los bombardeos para que pueda llegar a la región una ayuda humanitaria masiva; el derecho de los gazatíes desplazados a regresar a sus hogares; la no ocupación israelí de Gaza a largo plazo; el fin de la violencia de los colonos en Cisjordania y la congelación de la expansión de los asentamientos; y un compromiso con amplias conversaciones de paz para una solución de dos Estados tras la guerra.

A lo largo de los años, las personas de buena voluntad de todo el mundo, incluidos los israelíes, han intentado abordar este conflicto de una manera que aporte justicia para los palestinos y seguridad para Israel. Yo, y algunos otros miembros del Congreso, hemos intentado hacer lo que hemos podido. Obviamente, no hemos hecho lo suficiente. Ahora debemos volver a comprometernos con este esfuerzo. Lo que está en juego es demasiado importante como para rendirse.

© The New York Times 2023