¿Magullado, caducado, descontinuado? En las tiendas de artículos recuperados, eso equivale a una ganga

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Especial para Infobae de The New York Times.

ASHEVILLE, Carolina del Norte — En un mundo en el que un frasco de crema de cacahuate cuesta un dólar más que el año pasado y el precio de un galón de leche de vaca ronda los 6 dólares en algunas ciudades, pagar 1,49 dólares por una caja tamaño familiar de cereal de arroz inflado podría parecer una buena idea, aunque sea agosto y el cereal esté teñido de verde y rojo para Navidad.

En las tiendas de artículos recuperados, una ganga es una ganga.

Ahora que los precios en los supermercados son un 13,1 por ciento más altos que hace un año, según el índice de precios al consumidor de julio, una nueva ola de consumidores ha descubierto las alegrías y dificultades de comprar en tiendas de comestibles recuperados, donde una caja de cereal aplastada nunca es un problema, las fechas de caducidad son solo una sugerencia y los intentos dudosos de publicidad (¿bolas de helado sabor a café de Hostess?) no tienen cabida.

Las tiendas, que comercian con lo que los principales minoristas de alimentos llaman “mercancía invendible”, operan en un área gris entre los bancos de alimentos y las grandes cadenas de tiendas de descuento como Aldi, importada de Alemania, o Dollar General, que ha crecido hasta contar con más de 18.000 tiendas.

Con nombres como Sharp Shopper (“comprador astuto”), The Dented Can (“la lata abollada”) y Stretch-a-Buck (“que rinda el dólar”), las tiendas de artículos recuperados han sido desde hace mucho una salvación para las familias con presupuestos ajustados y las personas ahorradoras por naturaleza. Los compradores aventureros que cazan ofertas van ahí para encontrar tesoros culinarios. Ahora, su clientela incluye a los abatidos por la inflación.

Maggie Kilpatrick, una bloguera gastronómica y profesora de cocina en Saint Paul, Minnesota, que padece celiaquía, fue a una tienda de artículos recuperados por primera vez en junio luego de que se disparara el precio de sus productos favoritos libres de gluten. Una persona en un grupo de Facebook sobre productos libres de gluten mencionó una tienda de este tipo que le quedaba a unos 32 kilómetros.

“Quedé impactada”, relató. “Había muchas cosas orgánicas, libres de gluten y de alta calidad que jamás habría imaginado encontrar en esta tiendita sencilla de Fridley, Minnesota”.

Un paquete de dos baguettes de una empresa que le encanta suele costar unos 6,99 dólares. Ella se llevó tres paquetes por 5 dólares. La mantequilla vegana costaba 1,99 dólares, unos 5 dólares menos de lo que solía pagar en Whole Foods Market.

“Ahora entiendo por qué la gente se vuelve adicta a esto”, afirmó.

Muchas de las tiendas son pequeñas, y algunas no usan escáneres de códigos de barras ni aceptan tarjetas de crédito, así que es difícil obtener un panorama completo de las ventas a nivel nacional. Un análisis de 405.101 comprobantes de pago enviados por clientes a la aplicación de recompensas Fetch mostró que, en la primera mitad de este año, el número de familias que compraron en tiendas de artículos recuperados fue un ocho por ciento mayor al del año pasado.

El gerente de Dickies, una pequeña cadena en Carolina del Norte, declaró que las ventas habían subido un 36 por ciento desde el verano pasado. Otros gerentes de tiendas reportaron aumentos de dos dígitos. “He visto que llega mucha más gente que antes no venía por aquí”, comentó Nicholas Duke, de 27 años, quien es gerente de la tienda que hasta hace poco se llamaba The Price Is Right en esta ciudad turística en la Cordillera Azul.

En fechas recientes, los propietarios le cambiaron el nombre a la tienda a Uplifting Deals. Es parte de un cambio de imagen que esperan atraiga a nuevos compradores, incluidas las personas que quizá en otro momento habrían puesto mala cara a lugares que venden tubos de carne congelada para hamburguesa a 2 dólares el medio kilo, limones descoloridos y una mescolanza de artículos, desde tomates enlatados hasta empaques de 99 centavos del adobo de un chef famoso.

“Estamos tratando de pulir nuestra imagen y demostrarle a la gente que esta puede ser una experiencia de compras real”, comentó Duke.

En otro giro inesperado, las tiendas de artículos recuperados están atrayendo a consumidores preocupados por el medioambiente que buscan reducir los 161.000 millones de dólares en alimentos que, según estimaciones del Departamento de Agricultura, se desechan todos los años en vertederos.

Es por eso que, hace dos años, Lynne Ziobro inició el sitio web Buy Salvage Food, donde ofrece un mapa de las tiendas de alimentos recuperados en territorio nacional y recomendaciones sobre cómo reducir los desechos de comida.

“La mayoría de la gente que visita mi sitio busca maneras de ahorrar dinero en comestibles, y mi intención es ampliar su conciencia sobre los residuos alimentarios mientras están ahí”, indicó Ziobro.

Se le ocurrió esta idea por la frustración que sintió cuando ayudó a un amigo a encontrar un minorista que quisiera vender sus nueces saborizadas, que Amazon iba a retirar de su plataforma porque se acercaba la fecha de “consumo preferente”. Ziobro afirmó que las visitas en su sitio se triplicaron desde el año pasado, y ahora son más o menos 11.000 al mes.

Un puñado de nuevas empresas conscientes sobre los desechos han desarrollado un concepto de venta de artículos recuperados en línea, mediante el cual envían pedidos con descuento de productos cárnicos y lácteos, mercancía sobrante y alimentos que de otro modo terminarían en la basura.

“Creo que la mentalidad de combatir los desechos alimentarios ha coincidido con los compradores que buscan una buena relación calidad-precio”, explicó Abhi Ramesh, quien fundó la empresa de entrega a domicilio Misfits Market en 2018. La empresa está creciendo con rapidez, y ha enviado más de 14 millones de pedidos desde su fundación.

Como bien sabe cualquier comprador de artículos recuperados, las fechas de vencimiento en los paquetes de alimentos por lo general no significan mucho. Ya sea que marquen “fecha límite de venta”, “consumo preferente” o “fecha de caducidad”, su objetivo es ayudar a las tiendas y a los fabricantes a controlar su inventario, y a los clientes a saber cuándo un producto está en su punto de máxima calidad.

El gobierno federal no exige ni regula las fechas de ningún alimento, salvo la fórmula para bebés. La mayoría de los estados tienen normas sobre las fechas que se ponen en los paquetes de alimentos, pero varían mucho.

El año pasado, el Congreso comenzó a considerar una normativa nacional uniforme que usaría solo dos frases: “Consumo óptimo antes de” para indicar la calidad y “consúmase antes de” para indicar cuándo podría ser dañino comer un alimento. ReFED, una organización que realiza investigaciones sobre los desechos alimentarios, declaró que un estándar universal disiparía la confusión que hace que las personas tiren a la basura el equivalente a 29.000 millones de dólares en comida segura y comestible al año.

“No tiene nada de malo comer alimentos recuperados o algo caducado”, afirmó Sarah Kaplan, de 29 años, gerente de las cuatro tiendas de artículos recuperados Dickies de su familia en Asheville. “Yo crecí consumiendo eso toda la vida y no me he muerto”.

Los veteranos de las compras de artículos recuperados sugieren que los novatos se familiaricen con la tienda y los miembros del personal, quienes pueden señalarles las verdaderas gangas.

Su consejo: confía en tu instinto y no en las etiquetas. Averigua qué días llega nueva mercancía a la tienda y llega temprano para escoger los mejores productos. También asegúrate de elegir una buena tienda. Estas cadenas van desde cadenas con tiendas que bien podrían encontrarse en suburbios acaudalados hasta mercados montados en casas con estantes abarrotados y verduras blandas.

“Yo les he dicho a muchos amigos y colegas que tienen que estar dispuestos a rebuscar entre las cosas no tan buenas para encontrar lo que vale la pena”, aconsejó Molly Nicholie, directora ejecutiva del Proyecto de Agricultura Sostenible de los Apalaches, con sede en Asheville.

Aunque aprecia el ahorro, Nicholie disfruta más la cacería de ofertas. En su salida de compras más reciente, encontró un paquete de aluminio de 450 gramos de mantequilla estilo europeo por 2,50 dólares. La caja en la que se transportó, con capacidad para 16,3 kilogramos, se rasgó al abrirse, por lo que uno de los envoltorios se rompió, así que el distribuidor le vendió toda la caja a un intermediario de alimentos recuperados.

Los intermediarios de alimentos pueden ser tan pequeños como unas cuantas personas ambiciosas con un camión y algunos contactos en un almacén de distribución para restaurantes. Otros son operaciones sofisticadas que trabajan directamente con gigantes de alimentos como Hormel o Mondelez.

Los productores de alimentos tienen que descargar enormes cantidades de inventario adicional cuando se reformula un producto o cambia el empaque. A veces, los pronósticos de ventas cambian. Los fabricantes venden su mercancía a tiendas o intermediarios que acceden a mantener los productos fuera del mercado minorista de modo que no sufra la estrategia de precios ni la imagen de la marca.

Algunos propietarios de tiendas de artículos recuperados tienen vínculos directos con cadenas de supermercados que deben deshacerse de alimentos que no lograron vender con descuento, o que están próximos a caducar. Algunos tenderos le compran pan directamente a la persona que hace las entregas locales.

Es un sistema impredecible cuya moneda es la reputación, los contactos y el trabajo arduo. Y no carece de malos actores.

“Llegué a conocer gente que le borraban las fechas de caducidad a la mayonesa”, narró David Fox, presidente de Java Holdings, una liquidadora de alimentos y mercancía en Los Ángeles. Fox se inició en este campo hace 31 años cuando trabajó para una empresa que vendía latas de vegetales de conserveras del norte de California que se abollaron por el terremoto de Loma Prieta en 1989.

Ahora su empresa tiene 11 empleados, varios centros de distribución y la capacidad de volver a empaquetar y etiquetar mercancía sobrante para ocultar los nombres de marcas nacionales. Cuando la pandemia interrumpió los viajes, y los cruceros y las aerolíneas se quedaron con toneladas de comidas congeladas y barricas de jugo de naranja, Fox encontró compradores. Cuando PepsiCo descontinuó la marca Aunt Jemima en 2021 debido a sus alusiones racistas, Fox liquidó 50 camiones llenos de jarabe y harina para panqueques.

“Soy adicto”, admitió. “Mi mejor amigo dice que esto es un casino”.