Adorado cuero

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Especial para Infobae de The New York Times.

LOS ÁNGELES — Cuando el tercera base de los Marineros de Seattle Eugenio Suárez no puede atrapar un roletazo, mete el rostro en el guante y le deja saber su molestia a su compañero de cuero.

“Le dije: ‘Vamos, vamos’”, recordó hace poco. “‘Si yo no como, tú no comes’”.

Así es, Suárez le habla a su guante. No tiene nombre, pero el jugador admitió que para él es como si fuera una persona. “Está ahí conmigo y me ayuda a dar lo mejor de mí en el campo”, mencionó. Y como resultado, hace todo lo posible para que su amigo se sienta cómodo.

Suárez, de 31 años, no lo pone en el suelo y prefiere dejarlo sobre una banca o un anaquel. Afirmó que en su casillero del vestidor siempre tiene su propio estante. En su bolso de viaje, tiene una caja y su propio espacio. Pero, ¿y si uno de sus compañeros quiere tocarlo?

“Puedes, ¿pero usarlo? No”, mencionó. “¿Una mano adentro? Eso no me gusta”.

Los beisbolistas son un grupo extravagante y supersticioso. La temporada de la MLB es arduamente larga: 162 partidos de temporada regular durante seis meses, sin incluir seis semanas de entrenamiento primaveral y un mes de postemporada si un equipo llega a la Serie Mundial. Por lo tanto, es normal que los jugadores desarrollen rutinas para agregar una pizca de orden. Además, cuando tienen éxito en el campo, los hábitos suelen permanecer aunque la diferencia exista solo en sus cabezas.

Así que Suárez, en su novena temporada en las Mayores, no es distinto de muchos otros beisbolistas que tienen relaciones, digamos que, especiales con sus guantes.

“Lo cuido como si fuera mi esposa”, comentó con una sonrisa Willson Contreras, un receptor de los Cachorros de Chicago convocado al Juego de Estrellas. “Es mi chiquito. Es lo más preciado en mi casillero”.

Santiago Espinal, un segunda base de los Azulejos de Toronto convocado al Juego de Estrellas, también considera a su guante como parte de su familia: “Es como mi hijo. Incluso hay veces que duermo con mi guante. Cuando compro uno nuevo, duermo con él” (Espinal aclaró que técnicamente el guante duerme en su mesa de noche).

Como receptor, para Contreras, de 30 años, es lógico tener sentimientos intensos por su manopla. Sin embargo, los elementos (el calor, la sequedad, la humedad) y los lanzadores con los pitcheos más veloces de la historia (esta temporada, en promedio, las bolas rápidas de cuatro costuras viajaron a 151 kilómetros por hora) desgastan y rompen con rapidez la herramienta más imprescindible de Contreras. Él hace lo posible por mimarlo para que pueda terminar la temporada y luego dona el guante al final del año.

“Si pudiera usar el guante durante más de un año, lo haría”, señaló. “Pero en verdad debo cambiarlos”.

Sucede lo mismo con Yadier Molina, el receptor de los Cardenales de San Luis que ha ganado nueve veces el Guante de Oro durante una carrera de 19 temporadas y planea retirarse después de la campaña de 2022. Molina mencionó que limpiaba su guante con frecuencia, pero de todas maneras debía tener uno nuevo cada año. Su compañero de equipo, el parador en corto Paul DeJong, comentó que aprendió a cuidar su guante de cinco años con un aerosol para cuero casi diario en parte por observar a Molina hacerlo.

“Debo cuidarlos porque ellos cuidan de mí”, comentó Molina, de 40 años.

Algunos jugadores están tan apegados a sus guantes que harían lo que fuera para mantenerlos en acción. Trea Turner, el parador en corto de los Dodgers de Los Ángeles convocado al Juego de Estrellas, admitió a regañadientes que esta temporada es la primera en la que su amigo de cuero, el cual ha utilizado durante al menos cuatro temporadas, empezó a verse “viejo”. Luego se corrigió: “En realidad no está tan mal”.

(Nota: Está bastante mal).

“Creo que es la Costa Oeste porque es un poco más seca”, opinó Turner, de 29 años, quien estuvo en algunos momentos con los Nacionales de Washington durante siete temporadas antes de ser cambiado a los Dodgers en la temporada 2021.

“Porque en la Costa Este esa humedad mantiene húmedo el guante. Así que este año he tenido que cuidar más mi guante y está empezando a tener hoyitos. Estoy buscando banditas para curarlo. Quiero mantenerlo vivo lo más que pueda”.

Sin embargo, Turner planea retirarlo, antes de que llegue a los niveles del guante de un excompañero. Jordy Mercer, un infielder que también estuvo en los Nacionales de 2021, utilizaba un guante que tenía más de diez años, se mantenía unido con puntadas y parecía más una pieza de museo que de un campo de beisbol.

“Era bastante asqueroso”, opinó Turner. “Debo conseguir un nuevo guante antes de eso. No me gustaba cómo se sentía el suyo, así que intento mantener vivo el mío”.

Jeff McNeil, el segunda base de los Mets de Nueva York convocado al Juego de Estrellas, no coincide en que los guantes tengan fecha de expiración. Ha utilizado el mismo guante desde 2013, el año que los Mets lo seleccionaron en la décimo segunda ronda. En un inicio tenía dos, pero retiró uno después de su primera temporada y lo enmarcó. El segundo sigue con vida.

“Me estoy esforzando por ablandar uno justo ahora y es probable que esté listo en dos años”, comentó.

Varios jugadores dijeron que no tenían mucho que decir sobre sus guantes, sin importar la frecuencia con la que los usaran. Sin embargo, incluso entre quienes insistieron en que no eran puntillosos con sus guantes, hubo un tema controvertido que todos compartían.

“No solo metes la mano y levantas roletazos”, comentó Xander Bogaerts, un parador en corto de los Medias Rojas de Boston convocado al Juego de Estrellas. Dansby Swanson, un parador en corto de Atlanta también convocado al Juego de Estrellas, agregó: “No me gusta que la gente lo estire”.

Nolan Arenado, el tercera base de los Cardenales que ha ganado cinco veces el Guante de Platino al mejor jardinero de la Liga Nacional, tiene el mismo límite.

“Por supuesto que no”, comentó Arenado, de 31 años, quien está en su segunda temporada con el guante actual. “Si alguien quiere sentir mi guante, sí, adelante. Si intentas meter la mano, te diré: ‘No, amigo, no lo hagas’. Los detengo antes de que lo hagan. No es que su mano sea más grande o más chica que la mía. Simplemente no quiero que nadie meta la mano en mi guante”.

Hay quienes creen que las reglas sobre los jugadores y los guantes son un poco extremas.

“Algunos son un poco locos con ese tema. Por ejemplo, no dejan que metas la mano o ni siquiera que lo toques”, comentó J. P. Crawford, un parador en corto de los Marineros, quien ganó el Guante de Oro en 2020 y suele usar un guante nuevo cada temporada. “Me parece un poco exagerado”.