La tragedia del glaciar muestra el alcance del nuevo calor europeo

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Especial para Infobae de The New York Times.

CANAZEI, Italia — Días antes de que un glaciar de los Dolomitas italianos se desprendiera con la fuerza de un rascacielos que se derrumba, y que aplastó al menos a 10 excursionistas bajo una avalancha de hielo, nieve y roca, Carlo Budel escuchó el agua correr bajo el hielo.

“Escuché lo que parecía el torrente de un río”, aseveró Budel, quien vive en un refugio aislado junto al glaciar de la montaña Marmolada, de 3000 metros de altura. En la base de la montaña, Budel vio cómo un helicóptero amarillo sobrevolaba el lugar en busca de señales de vida o restos humanos.

Budel recordó que, hace menos de una década, cuando escaló el glaciar por primera vez a finales del verano, apenas necesitaba cuerdas porque había mucha nieve.

“La diferencia entre ahora y entonces es aterradora”, dijo. “En este momento estamos en otro camino”.

Es un camino cada vez más común para un mundo que se enfrenta a las consecuencias mortales de las condiciones meteorológicas extremas causadas por el cambio climático que fue provocado por el hombre y es irreversible.

Un año después de que en Grecia se perdieron vidas humanas, ganado y franjas enteras de bosque a causa de incendios forestales, y de que mortíferas inundaciones arrasaron Alemania, la calamidad ocurrida esta semana en estas montañas es la última prueba de que casi ninguna parte del continente puede escapar de los efectos del nuevo, intenso y con frecuencia insoportable calor estival de Europa. Eso incluye el pico más alto de los Dolomitas.

Italia sufre otra ola de calor prolongada y abrasadora, que constribuyó a la catástrofe y ha provocado la peor sequía de los últimos 70 años a lo largo del río Po, su arteria fluvial más larga, lo cual ha cortado el flujo de las fuentes y resecado partes del país.

“Este tipo de sucesos son cada vez más frecuentes y lo serán más con el aumento del calentamiento global”, comentó Susanna Corti, coordinadora de la unidad de Cambio Global del Consejo Nacional de Investigación de Italia.

Corti afirmó que, si las temperaturas siguen aumentando, “ya no tendremos glaciares” en los Alpes, un cambio drástico en los últimos millones de años en Europa, con consecuencias enormes e impredecibles en la configuración del continente, la vegetación, la vida animal y el ciclo del agua.

Corti dijo que había que vigilar los glaciares con más cuidado porque “el riesgo de este tipo de sucesos va en aumento” y porque las cosas “no volverán a ser como antes”.

Massimiliano Fazzini, experto en clima de la Sociedad Italiana de Geología Ambiental, dijo que Italia tiene unos 920 glaciares, casi todos en los Alpes, aunque el Comité Glaciológico Italiano solo supervisa unos 70 de ellos cada año.

La aportación de los glaciares a la nieve y el hielo derretido varía de manera considerable según el año, pero el agua que proviene de ellos suele utilizarse para llenar lagos artificiales que proporcionan electricidad o para encauzar el agua a los ríos en épocas de sequía. En los últimos 20 años, comentó Fazzini, Italia perdió el 25 por ciento del agua de esos glaciares que se están reduciendo.

El miércoles, mientras el ominoso zumbido de los helicópteros sobrevolaba el poblado de Canazei, con sus pulcras casas alpinas de comerciales de queso y chocolate, las autoridades se instalaron bajo la montaña, conocida como la Reina de los Dolomitas, y anunciaron que los socorristas habían recuperado los restos de otras dos personas que habían podido localizar con drones. Con ello, el número de víctimas mortales de la avalancha del domingo se elevó a 10 personas, de las cuales al menos cuatro han sido identificadas como italianas, aún hay una persona que se considerada como desaparecida.

“Estamos haciendo todo lo posible para encontrar a estas personas”, dijo Maurizio Fugatti, presidente de la provincia de Trento.

Fueron víctimas de lo que el primer ministro Mario Draghi llamó “el deterioro del medio ambiente y la situación climática”. El presidente de Italia, Sergio Mattarella, afirmó el martes en Mozambique que era un “símbolo de lo que el cambio climático ocasiona en todo el mundo, si no se controla”.

“No hay esperanza sin la cooperación de todos”, señaló Mattarella.

Los Dolomitas, en el noreste de Italia, con sus picos escarpados, su aire fresco perfumado por el aserrado de los troncos de los densos bosques alpinos y sus colinas que borbotean con arroyos claros, le han ofrecido durante mucho tiempo a Italia y a toda Europa un descanso del calor del verano; sin embargo, ahora también se están calentando, pues con la ola de calor se elevan las temperaturas en las montañas, que por lo general son heladas, hasta unos 10 grados Celsius.

Eso contribuyó a derretir el hielo de un glaciar que, entre 2004 y 2015, ya había reducido su volumen en un 30 por ciento, según un estudio de 2019 realizado por el Consejo Nacional de Investigación de Italia y universidades internacionales. Los investigadores predijeron la desaparición del glaciar en 25 o 30 años.

Otros expertos han dicho que hasta la mitad de los glaciares de los Alpes podrían desaparecer para 2050, y un informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU predijo este año la pérdida irreversible de glaciares para finales de este siglo.

Las consecuencias son nefastas para la vida humana, el medioambiente y las economías locales. El deshielo incluso está desplazando las fronteras nacionales, que con frecuencia se han trazado a lo largo de las líneas glaciares.

En fechas recientes, Franco Narducci, un político italiano, dijo que “el cambio climático” contribuyó a “la erosión y la contracción de los glaciares” y obligó al país a replantearse el trazado de sus fronteras.

El ejemplo más notable ha sido el Rifugio Guide del Cervino, un alojamiento tradicional de montaña en los Alpes Peninos, en la frontera con Suiza, cerca del monte Cervino. El deshielo de un glaciar ha desplazado una parte del refugio hacia Suiza, lo que le ha provocado un dolor de cabeza burocrático al propietario, que quiere quedarse en Italia, y un inesperado dolor de cabeza diplomático a los dos países.

No obstante, ahora el sufrimiento es mayor en Canazei, el poblado en la zona de Trentino que corresponde a Italia que se encuentra a la sombra de la montaña.

El martes, mientras los periodistas esperaban a que los helicópteros trajeran al presidente de la región a una rueda de prensa, Debora Campagnaro, cuya hermana Erica Campagnaro y su cuñado, Davide Miotti, seguían desaparecidos, aprovechó a la prensa reunida para reclamarles a las autoridades locales por no haber instalado dispositivos de detección y alerta que pudieran impedir que la gente se acercara al glaciar.

“Mi cuñado era un guía alpino bastante experto”, aseveró Campagnaro. “Si tan solo hubiera visto una señal de peligro, no habría ido con mi hermana. El matrimonio no habría dejado a dos niños en casa”, dijo con la voz entrecortada.

Tomando en cuenta el calor de los días anteriores, comentó Campagnaro, alguien es culpable de no hacer nada, pero mientras se separaba de la multitud y regresaba a su auto, dijo que había otro culpable: “los asuntos climáticos”.

En un campo de hierba al pie de la montaña, acordonado con cinta policial, solo quedaba un Dacia azul con matrícula de la República Checa. En el parabrisas brillaba un parasol, y en la parte trasera esperaban una camiseta gris de repuesto y un par de calcetines. Según Fugatti, le pertenecía a uno de los desaparecidos o fallecidos en la montaña.

En los días previos al deslizamiento mortal, Budel publicó un video en las redes sociales, donde tiene decenas de miles de seguidores. “Pobre glaciar de la Marmolada”, escribió en el pie de foto. “Este año este glaciar se va a llevar un buen golpe”.

Sentado con un gorro de lana a miles de metros por debajo de su refugio, dijo que la falta de nieve durante el invierno había dejado el glaciar al descubierto y que lo había encontrado en peores condiciones a mediados de junio que en agosto pasado.

“Esta tragedia nos hace entender que el cambio climático existe, pero por desgracia ocurrió un domingo a las 2 de la tarde, la peor hora y día posible”, señaló. “De otro modo, si hubiera ocurrido entre semana y no fuera una tragedia, ni siquiera estaríamos hablando al respecto”.