La siempre atípica Kelsie Whitmore solo quiere jugar béisbol

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Especial para Infobae de The New York Times.

NUEVA YORK— Scott Whitmore estaba de pie en el vestíbulo del estadio en una reciente noche primaveral, viendo el final de la última entrada de un juego en la casa de los FerryHawks de Staten Island, cuando un oficial de policía de la ciudad de Nueva York se le acercó desde el lado de la tercera base.

“Después del juego”, le dijo el oficial con timidez, “¿cree usted que su hija podría darme un autógrafo?”

“Por supuesto”, dijo Whitmore con una risa, aunque sabía que la fila para eso sería larga. Más allá de un puñado de estrellas de los Yankees y los Mets, la pelotera más famosa en Nueva York este verano bien podría ser la pionera jugadora (que lanza y batea) de Staten Island, Kelsie Whitmore.

Con 1,67 metros de altura y un cabello castaño oscuro que cubre todo su número en el uniforme, es imposible no distinguirla en el dugout de los FerryHawks, mientras calienta en el campo o firma autógrafos. Whitmore es una rareza, incluso en una liga conocida por tomar riesgos y desafíos.

La Liga Atlántica de Béisbol Profesional, ampliamente considerada como el nivel más alto entre las ligas menores independientes del béisbol, ha tenido a los ex All-Stars Roger Clemens, José Canseco y Rickey Henderson. Sin embargo, una mujer nunca había entrado en la alineación de un juego de la Liga Atlántica, ni lanzado en uno, hasta que Whitmore hizo ambas cosas. Es la primera mujer en jugar en una liga asociada con las Grandes Ligas de Béisbol desde que Lee Anne Ketcham y Julie Croteau se unieron a los Stingrays de Maui de la Liga de Invierno de Béisbol de Hawaii en 1994.

Aquella liga era más o menos el equivalente a la Clase A en béisbol, mientras que la Liga Atlántica es considerada más cercana a la Clase AAA, el paso previo a las Grandes Ligas. Con 24 años, Whitmore, una exestrella de sóftbol del Cal State Fullerton, busca permanecer en el béisbol profesional.

Para Whitmore, eso representa un regreso a la normalidad. Jugó sóftbol porque era la única manera en la que podía obtener una beca universitaria. Pero es, y siempre ha sido, una jugadora de béisbol, y comparte mucho de los rasgos reveladores de un pelotero. Lleva la gorra muy baja, abanica un bate de 32.5 onzas, maldice impulsivamente y escupe por reflejo.

Los tatuajes en su antebrazo izquierdo contienen iconografía filipina —un homenaje a la ascendencia de su madre— entre las que se incluye una hilera de dientes de cocodrilo, que representa a un cazador agresivo que acecha bajo una fachada tranquila y apacible.

“Me simboliza”, afirmó. “Como persona y como jugadora”.

Whitmore ha estado sorprendiendo a incautos hombres del mundo del béisbol desde que era una adolescente. Fue la única chica en el equipo titular de béisbol de la Escuela Secundaria Temecula Valley en el Sur de California, y a los 17 años fue una de las dos que firmaron contratos para jugar profesionalmente para los Stompers de Sonoma de la Asociación del Pacífico, una liga independiente.

Hoy está por su cuenta en una liga repleta de exjugadores de las Grandes Ligas, en un equipo dirigido por un exjugador de los Mets, Edgardo Alfonzo.

Hay otras mujeres forjando caminos en el béisbol, un deporte dominado por hombres. Esta primavera, Rachel Balkovec de los Tarpons de Tampa se convirtió en la primera mujer mánager en el béisbol afiliado. En marzo, Alexis Hopkins fue seleccionada por los Wild Health Genomes de Kentucky de la Liga del Atlántico para fungir como receptora del bullpen del equipo.

Pero Whitmore, quien ha jugado dos partidos como titular en el jardín izquierdo y ha hecho cuatro apariciones en el montículo, está acumulando argumentos de que pertenece al diamante de béisbol profesional como jugadora.

“Ese es un evento revolucionario para nosotros”, aseguró el comisionado de la MLB, Rob Manfred, refiriéndose a Whitmore. “Te proporciona un ejemplo de la vida real, genuino, de lo que hemos estado diciendo durante años, como aspiración: algún día, vamos a tener mujeres jugando para nosotros a un nivel profesional”.

Scott Whitmore, profesor de educación física, asegura que el béisbol fue el primer amor de su hija. A los 6 años, llevó a Kelsie para inscribirla en las Pequeñas Ligas, pero se negó. Era feliz jugando a la pelota y abanicando en el patio trasero.

“Finalmente le pregunté: ‘¿Por qué no quieres jugar con niños de tu edad?’” contó Scott Whitmore.

Era porque pensaba que tendría que llevar el cabello recogido en una cola de caballo. Ella prefería dejarlo suelto.

Su padre rio y le dijo que iba a poder llevar el cabello como quisiera. Desde entonces, ha permanecido suelto.

“Creo que parte de mí decía: ‘si lo tengo recogido, seré igual a todas las otras chicas’”, dijo Kelsie Whitmore. “No era cómodo. No era yo”.

No es inusual que las niñas jueguen en las Pequeñas Ligas. Pero no pasó mucho tiempo antes de que Whitmore comenzara a reconocer cuán arraigado y separado por género eran los constructos para el béisbol (para niños) y el sóftbol (para niñas).

“Comienzas a escuchar a los escépticos”, afirmó Scott Whitmore. “‘Oye, los niños van a crecer y a ponerse más fuertes, y ella ya no podrá estar con ellos’. Dijeron eso cuando tenía 12 años, y nunca sucedió”.

Sin la posibilidad de obtener una beca por béisbol, Kelsie Whitmore ingresó a una exhibición de reclutamiento de sóftbol a pesar de su experiencia limitada con ese deporte. Su capacidad atlética y sus instintos de béisbol fueron suficientes para atraer una avalancha de ofertas de entrenadores que quedaron convencidos de que, con el tiempo, podrían convertirla en una estrella.

Solía estremecerse ante la idea de cambiarse al sóftbol. “Simplemente no era lo que quería hacer”, sentenció Whitmore. “El equipo de sóftbol del bachillerato quería que jugara para ellos. Para ser honesta, eso es como pedirme que juegue fútbol. En mi cabeza, es un deporte totalmente diferente”.

Sin embargo, el sóftbol universitario le pareció más atractivo, ya que Whitmore consideró que el centro de atención podría no estar siempre sobre ella.

“Pensé que, si jugaba en un equipo lleno de chicas, conocería esa sensación de no ser la persona a la que todos siempre miran o quieren cambiar”, afirmó Whitmore. “Cuando pisé un campo de sóftbol, pensé: ‘OK, genial, finalmente soy parte de ellas’”.

Pero Whitmore seguía siendo diferente.

Whitmore se movía como un jugador de béisbol, usaba una gorra, vestía pantalones de béisbol. Tuvo que volver a aprender cómo batear, cómo medir las bolas elevadas, cómo robar bases. Incluso la atmósfera en la cueva era extraña para ella: un roster de chicas interactúa de manera diferente a los chicos.

Después de los juegos, se metía en las jaulas de bateo para practicar contra lanzadores que tiraran la bola por encima de la cabeza. En el verano, tras el final de la temporada de Fullerton, fue lanzadora de la selección nacional femenil de béisbol de Estados Unidos. “Me dije a mí misma, ‘esto es solo temporal’”, afirmó Whitmore, sobre el sóftbol.

También contactó a Joe Beimel, exrelevista de las Grandes Ligas que había abierto un centro de entrenamiento en Torrance, California, para ayudar a los lanzadores a desarrollar velocidad. Cuando Whitmore llegó la primera vez, su recta alcanzaba un máximo de poco más de 112 kilómetros por hora.

“Teníamos que llevarla al menos al rango de las 128 kilómetros”, contó Beimel en una entrevista telefónica. Sin embargo, quedó impresionado con el movimiento de sus lanzamientos.

El arsenal de lanzamientos de Whitmore consiste en una bola rápida de dos costuras, una recta de cuatro costuras, una slider, una curva, y algo completamente diferente. “Es una bola rara que ella lanza, que parece una bola de nudillos pero con un cambio de velocidad”, afirmó Beimel.

Whitmore la llama “The Thing” (“La cosa”), y el lanzamiento se ha convertido en una fuente de fascinación en los FerryHawks. Un excompañero de equipo, Julio Teheran, quien lanzó en los Bravos de Atlanta, los Angelinos de Los Ángeles y los Tigres de Detroit, estuvo estudiando la manera en la que Whitmore agarra la bola antes de partir hace poco a la Liga Mexicana.

Whitmore nunca dejará boquiabiertos a los toleteros profesionales con su velocidad (en la actualidad lanza a una velocidad más cercana a los 112 kilómetros por hora), pero Eddie Medina, el director de operaciones de los FerryHawks que presionó para que la contrataran, sintió que podía desequilibrar a los bateadores.

Su coach de picheo, el exgrandeliga Nelson Figueroa, tuvo éxito en las mayores a pesar de no tener gran velocidad, y ha ayudado a Whitmore a adaptarse. En su segunda aparición como lanzadora en la temporada, permitió seis carreras en dos tercios de una entrada, en un partido que terminó en una derrota por paliza. Sin embargo, en una aparición reciente, el 5 de junio, lanzó una entrada en blanco.

A pesar de los resultados mixtos, los aficionados corean su nombre y van al estadio a verla. Su vida en el béisbol significa vestirse en su propio vestuario y ducharse en un lugar utilizado por los entrenadores del equipo.

Sin embargo, Whitmore llama a sus compañeros de equipo sus “hermanos mayores”, y ellos le han correspondido el cariño.

La jugadora también tiene a su padre cerca como fuente de tranquilidad y risas. Scott Whitmore se jubiló a finales de mayo, empacó sus cosas en el auto y condujo por todo el país.

No tiene ninguna intención de perderse un juego. “Pasaré todo el verano viendo a mi hija jugar béisbol”.