Un nuevo debate ético se cierne sobre el Salón de la Fama del Béisbol

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Especial para Infobae de The New York Times.

(On Baseball)

Puede que haya sido el mejor juego que Jim Palmer lanzó en su vida. En 1977, durante una tarde de verano en Baltimore, completó 11 entradas sin anotaciones, con nueve ponches y cero base por bolas. Sin embargo, Palmer no ganaría ese juego, porque los Orioles jamás anotaron. Gaylord Perry, el escurridizo lanzador de los Rancheros de Texas, fue dominante.

“Salí del montículo a recibir la pelota y vi dos enormes huellas dactilares justo en la parte resbaladiza de la pelota, evidencia de una ‘bola ensalivada’”, dijo Palmer. “Así que me acerqué al ampáyer y le dije: ‘supongo que ya no tenemos que ficharlo, pues sus huellas ya están en la pelota’. El ampáyer se limitó a reírse. Todos esos años lo único que hicieron fue reírse”.

“Pero Gaylord lanzó todas esas entradas, fue tenaz, fue maravilloso. ¿Dejaremos fuera del Salón de la Fama a un tipo que ganó más de 300 juegos?”

Perry logró entrar al Salón de la Fama en su tercer intento, en 1991, con el 77,2 por ciento de los votos de los miembros de la Asociación de Escritores de Béisbol de América (BBWAA, por su sigla en inglés). Perry fue un tramposo notorio —incluso escribió un libro llamado “Me and the Spitter” (“La bola ensalivada y yo”)— pero pasó la prueba de “integridad, deportividad y carácter” que el Salón de la Fama exhorta a los votantes a considerar.

Esos lineamientos no cambiarán y seguirán complicando el proceso de votación por años, incluso luego de que Barry Bonds, Roger Clemens, Curt Schilling y Sammy Sosa salieran definitivamente de las boletas de los escritores tras la votación del martes 25 de enero, tras su décima aparición sin lograr alcanzar el 75 por ciento necesario para la elección. Solo David Ortiz (77,9 por ciento) lo logró en esta oportunidad.

Bonds, Clemens y Sosa estuvieron fuertemente vinculados con drogas para mejorar el rendimiento. Ortiz tuvo su propio antecedente al respecto (una prueba positiva en una inspección de 2003, antes de que alcanzara el estrellato), pero suficientes escritores pasaron ese detalle por alto como para elegirlo con 11 votos de sobra. A Alex Rodríguez —quien tuvo una mejor carrera que Ortiz pero tuvo una suspensión de un año por dopaje en 2014— le faltaron 161 votos para ser elegido.

Pero Rodríguez, que obtuvo el 34,3 por ciento, tuvo mucho apoyo como para seguir siendo un candidato viable en la próxima votación, que incluirá a Carlos Beltrán, un nuevo aspirante con una serie de problemas distintos. Beltrán tuvo una carrera ejemplar hasta el mero final, cuando participó en la estrategia ilegal de robo de señas de los Astros de Houston en 2017. A los jugadores se les había otorgado inmunidad por cooperar con la investigación del comisionado Rob Manfred, pero Beltrán ya estaba retirado para ese momento, y Manfred lo citó por su nombre.

Ahora los votantes deberán juzgar si Beltrán, un jardinero seleccionado nueve veces al Juego de las Estrellas, cumple con los estándares de la cláusula de carácter para ganarse una placa en Cooperstown, Nueva York. El escándalo ya le costó su puesto como mánager de los Mets de Nueva York, quienes despidieron rápidamente a Beltrán en enero de 2020, apenas 11 semanas después de haberlo contratado.

“Perdí ese puesto ante Carlos Beltrán, y no tuve ningún problema con eso”, dijo Eduardo Pérez, analista de ESPN y SiriusXM que jugó 13 temporadas en las mayores. “Así es el gran respeto que le tengo a ese hombre. En mis ojos, él es un miembro del Salón de la Fama en la primera votación, les guste o no, y que no venga nadie a decirme que todos en el Salón de la Fama son individuos perfectos. No son para nada perfectos”.

Pérez, cuyo padre, Tony, fue incluido en el Salón de la Fama en 2000, dijo que los candidatos de hoy en día enfrentan un entorno distinto al de las generaciones anteriores. Varios miembros del Salón de la Fama cometieron pecados éticos más problemáticos que una ‘bola ensalivada’ (violencia doméstica, defender la división racial, colusión, presuntos amaños de juegos, uso ilegal de drogas recreativas) pero ahora, al parecer, hay mayores probabilidades de que las transgresiones de un candidato manchen o destruyan su legado.

Pese a toda la polémica en torno a Bonds y Clemens, sus votos totales de hecho aumentaron con respecto al año pasado. Otros dos jugadores experimentaron caídas masivas y, en ambos casos, es evidente que los escritores implementaron la cláusula del carácter.

Omar Vizquel cayó a 23,9 por ciento en comparación al 49,1 por ciento del año pasado, luego de que su exesposa lo acusara de violencia doméstica en diciembre pasado y un antiguo “batboy” presentara una demanda por acoso sexual en agosto. Esa disminución de 25,2 puntos porcentuales es la mayor caída en una sola temporada desde que comenzó la votación anual del Salón de la Fama en 1966, según una investigación realizada por Jayson Stark de The Athletic.

Schilling cayó 12,5 puntos porcentuales, del 71,1 por ciento al 58,6 por ciento, tras pedirle al Salón de la Fama que eliminara su nombre de la boleta porque no respetaba a los escritores. También ha amplificado su retórica en las redes sociales, y en esencia ha destruido el renombre que obtuvo como jugador, cuando ganó el Premio Roberto Clemente, el honor más grande del béisbol otorgado por servicio comunitario.

Beltrán también ganó ese premio, y los votantes deben recordar eso al considerar su candidatura. Sin embargo, el Salón de la Fama no les dirá a los votantes cómo reaccionar ante el robo de señas de Beltrán con los Astros, del mismo modo que no ofrecen instrucciones sobre cómo considerar el uso de esteroides.

“Si comienzas a dar orientaciones sobre el carácter en un caso, probablemente tengas que comenzar a darlas en todas las instancias”, dijo Josh Rawitch, presidente del Salón de la Fama, el miércoles 26 de enero. “Creemos que es mucho más importante dejar eso en manos del electorado, ya sea la BBWAA o el Comité de la Era Dorada, porque para cada persona significa algo diferente”.

Un comité de 16 personas se reunirá en diciembre para evaluar los últimos 30 años, y Bonds, Clemens, Schilling y Sosa podrían tener otra oportunidad. Sin embargo, su presencia en esa boleta no está garantizada; un panel de miembros de la BBWAA diseña la boleta, la cual se somete a votación por un comité aprobado por la junta directiva del Salón de la Fama.

“Nos esforzamos mucho por tener un grupo de personas que sean en parte historiadores, en parte miembros vivos del Salón de la Fama y en parte ejecutivos, y todos les darán una mirada imparcial a los candidatos a considerar”, dijo Rawitch. “Buscamos el equilibrio en términos de carreras como jugadores, el lugar donde crecieron, raza, género, estamos intentando encontrar un grupo de personas que representen a la sociedad. Quizás te encuentres con alguien con una opinión fuerte, y eso está bien, y es probable que esas personas intenten convencer a otros para que voten como ellos. Pero en última instancia, tratamos de ensamblar un grupo de personas que no entren al proceso sabiendo por quién planean votar”.