Estos seguidores de Jennifer Aniston no habían nacido cuando 'Friends' salió al aire

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Especial para Infobae de The New York Times.

Whitney Bartol, de 17 años y estudiante de último grado en la ciudad de Nueva York, puede recitar como un catecismo la trayectoria de Jennifer Aniston, desde su debut en la televisión como Rachel en “Friends” hasta su serie de romances fallidos y su reciente regreso como presentadora de televisión inexpresiva pero fácilmente irritable en “The Morning Show”.

“Es un personaje con el que simpatizas, pero también una persona que podría ser un ejemplo a seguir”, comentó Bartol.

Marina Bross, estudiante de 17 años de último grado de bachillerato en la Ciudad de México, también admira muchas cosas de Aniston. “Han documentado toda su vida en los medios… debe ser difícil, pero ha lidiado con eso”, dijo Bross. “Para mí, representa a una mujer que sabe lo que quiere y defiende su postura”.

Kate Mintz, de 18 años y otra estudiante de último grado en la ciudad de Nueva York, llegó a tal punto de cortar su cabello al estilo “bob” característico de Aniston en “Friends”, en capas y con reflejos. “Su estilo no es provocador ni demasiado femenino”, comentó Mintz, quien ve las repeticiones de “Friends” con sus compañeros de clase. “No sale de su zona de confort con formas y texturas de bicho raro”.

Ni una sola de estas jóvenes había nacido en 1994, cuando “Friends” se estrenó en la televisión. No obstante, cada una es parte de un expresivo séquito de colegialas entusiastas que idolatran a Aniston pues la consideran un ejemplo de autenticidad, con un estilo con el que se pueden identificar y de una resiliencia inagotable.

En efecto, pocas figuras públicas en la mitad de su carrera, o al final de esta, han impactado con tanta claridad la mente colectiva de un segmento impresionable, a menudo pudiente y en gran parte, pero no de manera exclusiva, blanco de la generación Z. Son parte de un considerable colectivo de seguidores de Aniston, quien, a sus 52 años, ha encontrado una nueva audiencia apasionada, aunque improbable.

Sus admiradores siguen su epopeya personal capítulo a capítulo: se compadecen de la “pobre Jen”, a quien Brad Pitt abandonó sin piedad a inicios de la década de 2000, y adulan a la brillante Jen, la reina de la alfombra roja. Hay quienes se podrían identificar con Jen, la chica mala, la fumona declarada, que ha promocionado en público el CBD y hace poco desestimó, con comentarios subidos de tono, los rumores de un romance con David Schwimmer (Ross, su interés romántico en “Friends”), en un programa de Howard Stern.

Aniston, casi omnipresente en meses recientes, conserva su impacto como fuerza cultural, en particular entre los jóvenes. Sus seguidores la vieron en mayo mientras se limpiaba las lágrimas con un pañuelo en la reunión de “Friends”. La siguieron cuando modeló una colección limitada de gorras, camisetas y suéteres con capucha de “Friends” en su Instagram.

Y, para una campaña promocional de la segunda temporada de “The Morning Show”, la cual comienza el viernes en Apple TV+, apareció en la portada de septiembre de la revista “InStyle” e hizo una confesión en ese mismo número: “Mi nivel de ansiedad se redujo cuando eliminé el tipo de cosas innecesarias de mi vida”.

Seguramente, eso tranquilizó a sus más fervientes admiradores, quienes encuentran consuelo y una cuota de valentía en el desordenado subibaja que ha sido la vida de Aniston. “Nadie puede ser perfecto todo el tiempo”, opinó Bartol. “Me siento mejor conmigo misma cuando veo a una celebridad en el centro de los reflectores que tampoco puede serlo. Por eso me agrada mucho más”.

La opinión de Bartol resuena con la de una audiencia que se extiende mucho más allá de Estados Unidos. Un domingo reciente, había seguidores de Turquía, Colombia y México reunidos en West Village, haciendo poses y tomándose selfis enfrente de la llamada “Casa de Friends”, un destino turístico donde se filmaron muchos de los exteriores de la serie.

Lexi Rios, de 18 años, quien acaba de terminar la educación media en Wappinger, Nueva York, fue una de ellos. “Rachel me recuerda a mí”, mencionó. “Crecí teniendo muchas de las cosas que quise. Pero Rachel me dio una especie de golpe de realidad. Se alejó de su familia rica y dejó de recibir dinero. Cuando mi papá perdió su empleo, al mismo tiempo que el programa comenzó a transmitirse en Netflix, me identifiqué con su historia”.

Ana Menéndez, una visitante de 15 años de la Ciudad de México, admira el valor de Rachel. “Cuando se estrenó el programa, era un poco malcriada”, opinó Menéndez. “Pero con la ayuda de sus amigos aprendió cómo ser una mejor persona”.

Entre sus más jóvenes seguidores, la aparente falibilidad de Aniston perfectamente podría ser un as bajo la manga, opinó Jonathan Gray, profesor de estudios culturales y medios en la Universidad de Wisconsin.

“Simplemente no podemos ver mujeres que tienen éxito todo el tiempo”, comentó Gray. “Una buena imagen feminista necesita mostrarnos a una mujer con dificultades y que a veces toma malas decisiones. Jennifer Aniston ocupa a menudo ese papel. La gente se identifica. Piensa algo como: ‘Sí, ella no sabe lo que hace ni yo tampoco’”.

Para sus admiradores, el aparente desconcierto de Aniston está construido sobre un cimiento de granito.

“Muchas celebridades, cuando están bajo presión, colapsan y empiezan a tomar malas decisiones”, opinó Nancy Eastman, de 15 años y estudiante de décimo grado en la ciudad de Nueva York. “De pronto te enteras de que están en rehabilitación. Con Jennifer Aniston eso nunca ha pasado. Solo ha intentado seguir con su vida haciendo lo que le gusta. Para mí, ella es Rachel”.

Para algunas personas, Aniston parece haber tenido el cuidado de cultivar esa imagen pública de una chica sin problemas: fuerte, pero no insensible, alegre o mordaz cuando le conviene. Esta manera de presentarse ante el mundo, si es que no es así realmente, nos adentra en la mente de Amy Dunne, la protagonista astuta, de una manera perturbadora, de “Perdida”, la novela de suspenso de Gillian Flynn de 2012, quien, como bien advierte Amy en el que podría ser el pasaje más citado de la novela, se ha construido a la imagen de “esa mujer sexy, brillante y divertida que le encanta el fútbol americano, el póker, los chistes vulgares y eructar”. Y, como bien observa Amy, nunca se enoja.

No obstante, y si en su mayor parte Aniston solo se está apegando al guion, ¿acaso importa?

La actriz misma ha aprovechado los momentos para explotar su atractivo en la alfombra roja con un minivestido negro de piel o un vestido de noche ceñido y cortado al bies. Aniston parece levantar pasiones, pero sus seguidores masculinos más jóvenes casi nunca responden con una lujuria desenfrenada.

“A todos mis amigos les gusta”, mencionó Thomas Pendergast, de 16 años y estudiante de décimo primer grado en la ciudad de Nueva York. Sin embargo, a Pendergast le parece que es más distinguida que candente. “La manera en cómo se viste la hace ver accesible. No usa nada demasiado llamativo. Nunca la he visto desafiar ninguna norma de la moda”.

“A veces, cuando me voy a comprar ropa, pienso: ‘Ah, Jen quizá se compraría esto’”, comentó Eastman, quien hace poco usó ese criterio para realizar una compra: una blusa holgada con cuello en V amarrada ligeramente en el cuello.

Para los entusiastas, el estilo de Aniston es parte de un giro estético que se aleja de lo llamativo o vulgar, uno que representa mejor a Aniston y a los ídolos de la era de los años noventa como Danielle Fishel, quien interpreta a Topanga en “Aprendiendo a vivir”, y Alicia Silverstone como Cher en “Clueless”.

“Las adolescentes y las milénials se han estado vistiendo muy atrevidas”, opinó Bartol. “Pero ahora muchas de nosotras admiramos un estilo más conservador. No nos encantan los pantalones de mezclilla desgarrados. No queremos que se nos vean los ombligos”.