En Italia, volver al trabajo puede depender de tener los anticuerpos adecuados

Por Jason Horowitz

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La zona de Navigli, en Milán, casi desierta (Alessandro Grassani/nytimes)
La zona de Navigli, en Milán, casi desierta (Alessandro Grassani/nytimes)

ROMA - Hay una creciente sensación en Italia de que quizá lo peor ya pasó. Es posible que las semanas de encierro en el país, el centro del brote de coronavirus más mortífero del mundo, estén empezando a rendir frutos, ya que las autoridades anunciaron la semana pasada que el número de nuevas infecciones se había estabilizado.

Ese rayo de esperanza ha dirigido la conversación al abrumador reto de cuándo y cómo reabrir sin provocar otra catastrófica ola de contagio. Para ello, los funcionarios de salud y algunos políticos italianos se han centrado en una idea que tal vez en otro tiempo habría sido más propia del ámbito de las novelas distópicas y las películas de ciencia ficción.

Tener los anticuerpos correctos contra el virus en la sangre, un marcador potencial de inmunidad, quizá pronto determine quién podrá trabajar y quién no, quién se quedará encerrado y quién será libre.

En cierta manera, este debate se está anticipando a la ciencia. Los investigadores no están seguros, aunque tienen esperanzas, de que los anticuerpos realmente indiquen que se tiene inmunidad. Pero eso no ha impedido que los políticos se aferren a la idea a medida que se ven sometidos a una creciente presión para abrir la economía y evitar una depresión económica generalizada.

El presidente conservador de la región del Véneto (en el noreste de Italia) ha propuesto una “licencia” especial para los italianos con anticuerpos que demuestren que han tenido el virus y lo han vencido. Matteo Renzi, un liberal que fue presidente del Consejo de Ministros, ha hablado de un “pase COVID” para los no infectados. El presidente actual del Consejo de Ministros, Giuseppe Conte, dijo que aunque continuaba el bloqueo el gobierno había comenzado a trabajar con los científicos para determinar cómo enviar de nuevo al trabajo a las personas que se han recuperado.

Con ecos de “Un mundo feliz”, el debate sobre cómo reabrir la sociedad comenzó en serio la semana pasada en Italia. Al igual que el aplastante número de víctimas del virus, unos 15.362 muertos en Italia hasta el sábado por la noche, este cambio se adelanta a países como España, el Reino Unido y Estados Unidos, donde el contagio está todavía al alza.

Italia fue el primer país europeo en anunciar un cierre nacional, que comenzó el 9 de marzo. Pero la tasa de nuevas infecciones se redujo la semana que acaba de terminar (el sábado hubo cerca de 4800 casos nuevos, menos que en las últimas semanas), lo que llevó a los funcionarios y a los socorristas a hablar con un optimismo moderado.

“Estamos empezando a ver la luz al final del túnel”, dijo Fabio Arrighini, supervisor de la línea telefónica de un servicio de ambulancias en la ciudad lombarda de Brescia, que tiene una de las tasas de letalidad más altas de Italia. “Las llamadas han disminuido”.

Sin embargo, el debate sobre una fuerza de trabajo basada en anticuerpos ha vuelto a situar a Italia en la desafortunada vanguardia de las democracias occidentales que se enfrentan al virus, a sus incómodas opciones éticas y a sus inevitables consecuencias. Cuestiones como estas ya han sido planteadas por las decisiones desgarradoras de los médicos de tratar a los jóvenes, con más posibilidades de vivir, antes que a los viejos y enfermos.

La unidad de terapia intensiva para pacientes críticos por coronavirus en el hospital Papa Giovanni en Bérgamo (Fabio Bucciarelli / The New York Times)
La unidad de terapia intensiva para pacientes críticos por coronavirus en el hospital Papa Giovanni en Bérgamo (Fabio Bucciarelli / The New York Times)

No obstante, en algún momento, casi todos los gobiernos tendrán que encontrar un equilibrio entre garantizar la seguridad pública y hacer que sus países vuelvan a funcionar. También es probable que deban sopesar lo que es mejor para la sociedad, en detrimento de los derechos individuales, utilizando criterios biológicos de maneras que casi con absoluta certeza serían rechazadas si no fuera por la emergencia actual.

“Parece que divide a la humanidad en dos: los fuertes y los débiles”, dijo Michela Marzano, profesora de filosofía moral en la Universidad de París Descartes. “Pero la verdad es que ese es el caso”.

Argumentó que, desde una perspectiva ética, la cuestión del uso de anticuerpos como base para la libre circulación concilia una visión utilitaria de lo que es mejor para la sociedad con el respeto por la humanidad individual protegiendo “a los más frágiles, no marginándolos”.

“No es discriminación”, dijo. “Es protección”.

Los científicos de Italia, al igual que sus homólogos de Alemania, Estados Unidos, China y otros países, ya están estudiando si los anticuerpos son una fuente potencial de protección o inmunidad al virus.

Italia, a razón de su exposición temprana y amplia al virus, tiene ventaja para comprender mejor el funcionamiento del virus y las propiedades biológicas que protegen contra él.

Un trabajador en Milán desinfecta la Piazza Duomo como precaución contra el coronavirus, el martes 31 de marzo de 2020. (Alessandro Grassani/The New York Times)
Un trabajador en Milán desinfecta la Piazza Duomo como precaución contra el coronavirus, el martes 31 de marzo de 2020. (Alessandro Grassani/The New York Times)

El Véneto planea comenzar a recolectar 100.000 muestras de sangre de habitantes de toda la región (primero de miles de trabajadores de la salud y luego de empleados públicos) para estudiar en laboratorios los anticuerpos de las personas que tienen el virus y de las que se han curado.

En ningún lugar de Italia la búsqueda de una estrategia basada en anticuerpos es más intensa que en el Véneto. Con su riqueza de recursos, consultores de alto perfil y presencia biotecnológica, actualmente podría estar en una posición única para influir en la conversación mundial y proporcionar conocimientos para el resto del planeta.

Dicha región colinda con Lombardía, una región que se ha visto severamente afectada, y una de sus ciudades, Vo’, tuvo la primera víctima mortal del virus en Italia y fue una de las primeras del país en ponerse en cuarentena.

Vo’ también tiene un acervo génico relativamente homogéneo, lo que puede facilitar la investigación, además de que es un lugar donde se han hecho muchas pruebas. Después del brote, las autoridades de ese país tomaron la extraordinaria medida de hacer pruebas de hisopado a toda la población, de 3000 habitantes, incluidos los que no presentaban síntomas.

Eso ayudó a evitar un brote en el lugar, y ahora los funcionarios planean llevar a cabo pruebas de anticuerpos y secuenciación de genoma en toda la población para detectar patrones en quiénes fueron y quiénes no fueron susceptibles al virus.

Esos resultados, que se esperan para dentro de tres o cuatro meses, tal vez puedan arrojar luz sobre el motivo por el cual algunos fueron asintomáticos mientras que otros se enfermaron, si los que no se infectaron ya tenían anticuerpos y si los niños tenían algo que les ayudaba a evitar la enfermedad.

Italia es el país que ha reportado la tasa de mortalidad más alta (Alessandro Grassani/The New York Times)
Italia es el país que ha reportado la tasa de mortalidad más alta (Alessandro Grassani/The New York Times)

“Italia tiene en este momento, por supuesto, una de las mayores concentraciones de personas infectadas que se han recuperado”, dijo Andrea Crisanti, el principal asesor científico sobre el virus en el Véneto y profesor de microbiología en la Universidad de Padua. Añadió que se trataba de “un conjunto único y valioso de información y datos”.

Crisanti subrayó la necesidad de una estrategia cuidadosamente diseñada para desbloquear a Italia que hiciera uso del rastreo de contactos, equipo de protección y pruebas agresivas de anticuerpos posvirus.

“La planificación por adelantado es una de las cosas más importantes”, dijo Crisanti. “Porque es fácil cerrar”. Sin una estrategia adecuada para el camino a seguir, “el resultado más probable es que la epidemia comience de nuevo”.

Emma Bubola colaboró con este reportaje desde Verona, Italia.

(c) The New York Times 2020