Tuvo coronavirus, ahora no tiene empleo y teme abrazar a sus hijos

Por Edgar Sandoval

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Fatehi Darhan, un inmigrante yemení de 34 años que casi muere durante su estancia de dos semanas en una sala de hospital mientras combatía el coronavirus, en Queens el 20 de marzo de 2020. (Andrew Seng/The New York Times)
Fatehi Darhan, un inmigrante yemení de 34 años que casi muere durante su estancia de dos semanas en una sala de hospital mientras combatía el coronavirus, en Queens el 20 de marzo de 2020. (Andrew Seng/The New York Times)

No era el alegre regreso a casa que Fatehi Darhan había soñado mientras estuvo solo en una cama durante dos semanas en la habitación de un hospital en Queens, combatiendo el coronavirus. Estuvo cerca de morir.

Cuando entró a su pequeño departamento en la sección de Far Rockaway del barrio y vio a sus tres hijos pequeños, cuyos ojos demostraban un enorme anhelo de abrazar a su padre, se esforzó con todo su ser para no tocarlos.

“Me quedé paralizado”, dijo Darhan, de 34 años. “Quería abrazarlos, pero no me parecía seguro. No sé cuándo me sentiré seguro de abrazarlos de nuevo”.

Los recelos de Darhan enfatizan las dificultades de regresar a la vida normal tras sobrevivir una enfermedad que ha cambiado casi todos los aspectos de la vida en la ciudad de Nueva York.

Casi un mes después de convertirse en el primer residente de Queens en dar positivo a la prueba del virus, a Darhan también le preocupa pensar hasta cuándo podrá pagar sus cuentas mensuales. Perdió su trabajo como conductor de Uber y no tiene idea de qué hacer a continuación.

Como Darhan, muchos sobrevivientes dicen que están comenzando a darse cuenta de las ramificaciones de sobrevivir la enfermedad, desde el trabajo perdido hasta la ansiedad severa.

Los más recientes lineamientos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés) dicen que la gente que se recupera del virus ya no tiene que aislarse si no ha tenido fiebre durante seis días sin tomar medicamentos. Sin embargo, el consejo ha estado cambiando conforme las autoridades aprenden más sobre el brote, y Darhan, traumatizado por su experiencia, no le está dejando nada al azar.

Su esposa y sus hijos —Ali, HaDeel y Sara— duermen en una de las dos habitaciones de su departamento, dijo. Él está en la otra. Cuando está despierto, se aleja por lo menos dos metros durante las comidas y siempre que comparte una habitación con ellos.

Darhan, un inmigrante de Yemen, dijo que anhelaba jugar con sus hijos o sentarse con ellos para ver televisión. Sin embargo, no puede escapar del miedo que le causa pensar que haya restos del virus en su cuerpo. Por eso les habla por FaceTime desde otra habitación o a varios metros de distancia.

“Sentí que había regresado de la muerte, que había regresado a la vida”, comentó. “Ahora que estoy de regreso en casa, siento que la pesadilla aún no ha terminado”.

El suplicio de Darhan comenzó el 28 de febrero cuando entró a la sala de emergencias en el Hospital Episcopal de San Juan en Far Rockaway con dificultad para respirar y fiebre en aumento. Horas más tarde, dijo, lo dieron de alta y le dijeron que agendara una cita de seguimiento con su médico familiar.

No obstante, cuando regresó a casa, le resultó difícil descansar, dijo. Sus síntomas parecían empeorar. La piel le ardía, como si hubiera lava en sus venas, recordó. Se sentía como si cuchillos invisibles se enterraran en sus pulmones.

“Jamás había sentido algo así en mi vida”, dijo Darhan, hablando en árabe a través de un intérprete. “Sabía que esto era distinto. Por eso pensé que quizá era el coronavirus”.

Regresó al Hospital de San Juan, donde los médicos le hicieron la prueba del virus. Su diagnóstico provocó que más de 40 miembros del personal del hospital y los familiares directos de Darhan se aislaran durante dos semanas, según señalaron los funcionarios del hospital. Hasta el viernes, ninguno había dado positivo a la prueba.

Si hubiera sabido que tenía el virus, no me habría ido a casa ni habría dormido ahí”, comentó Darhan.

Donald Morrish, principal funcionario médico del Hospital de San Juan, dijo que obtener el mismo resultado del primer paciente sería más desafiante conforme aumentaba el número de casos. El hospital tiene 257 camas, dijo, y una escasez de suministros.

“Estamos compitiendo con otros hospitales para tener acceso a suministros básicos”, dijo Morrish. “No tenemos el número adecuado de recursos. Las cifras están cambiando a cada minuto”.

Hace dos meses, antes de que el coronavirus llegara a Nueva York, Darhan comenzó a ser conductor de Uber para mantener a su esposa y a sus hijos, que tienen 9 años, 2 años, y 6 meses de edad, dijo. Sospechaba haber contraído el virus a causa de un pasajero.

“No sé quién exactamente”, dijo. “Pasé la mayor parte del tiempo en el auto”.

Un portavoz de Uber dijo que los conductores que dan positivo a la prueba del virus o están en cuarentena pueden solicitar una compensación monetaria temporal.

Darhan dijo que sabía que tenía suerte de haber sobrevivido a la enfermedad, la cual ha cobrado cientos de vidas en el estado de Nueva York.

Recordó haber pasado dieciséis días en una sala aislada de hospital. Su piel ardía debido a que su temperatura superaba los 38 grados Celsius, y le costaba mucho trabajo respirar en la mañana y en la noche. Dijo que su cuerpo a menudo se doblaba de dolor.

La soledad, comentó, contribuía a sus dolores físicos. No le permitían tener visitas, excepto por los médicos y las enfermeras con trajes protectores que lo trataban.

“Oraba y le pedía a Dios que mejorara”, dijo. “Me la pasaba soñando que abrazaba a mi familia. Soñaba con el día en que los vería de nuevo”.

Para el noveno día, sus síntomas poco a poco comenzaron a disminuir. Una semana más tarde, dijo, lo dieron de alta después de que casi habían desaparecido.

Dijo que quería “que la gente sepa que es grave, pero que los enfermos pueden recuperarse”.Sin embargo, con la buena salud llegaron nuevas preocupaciones. Dijo que perdió su trabajo porque Uber no permitió que continuara con su empleo después de que dio positivo a la prueba de coronavirus.

No sabe con certeza cómo mantendrá a su familia. Su renta y otros gastos mensuales suman un total de 1500 dólares más o menos.

“No hay empleos en este momento”, dijo. “Todo está cerrado”.

(c) The New York Times 2020