La delicia de cocinar sin ropa

Por Priya Krishna

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El optometrista Jack Clark, que pasa los fines de semana en el centro vacacional nudista para familias de Lake Como, poniendo la mesa para cenar en su terraza en Lutz, Florida, el 22 de enero de 2020. (Jason Henry/The New York Times)
El optometrista Jack Clark, que pasa los fines de semana en el centro vacacional nudista para familias de Lake Como, poniendo la mesa para cenar en su terraza en Lutz, Florida, el 22 de enero de 2020. (Jason Henry/The New York Times)

Es una de esas bromas que la gente no puede evitar hacer sobre los nudistas, y a McMullen, que ha cocinado desnuda durante más de dos décadas, le demuestra lo incomprendido que es el nudismo. Muchas personas solo piensan en los riesgos —salpicaduras de aceite, pequeñas quemaduras— y no en los beneficios.

“Adoptar el estilo de vida del nudismo me ha permitido experimentar mis sentimientos”, comentó una mañana en que no llevaba nada puesto más que una resplandeciente manicura, mientras salteaba pimientos morrones en la cocina de su casa en el centro vacacional nudista para familias de Lake Como en Lutz, a unos 30 kilómetros al norte de Tampa, donde vive con su esposo, Jayson McMullen.

“Pero si quieres saber la verdad”, añadió con un suspiro de resignación, “compro tocino precocido y lo pongo en el microondas sobre una toalla de papel”.

Según un estudio de 2011, el último disponible, realizado por la empresa de servicios de mercadotecnia Ypartnership y Harrison Group, los McMullen son dos de los más de diez millones de estadounidenses que se identifican como nudistas, o naturistas. Algunos historiadores afirman que el movimiento naturista moderno en Occidente surgió en Europa en el siglo XVIII como forma de promover la salud mediante la exposición del cuerpo al aire limpio y a la luz del sol; otras personas remontan sus orígenes al siglo XIX en Alemania, como una forma de rechazo a la industrialización al vivir de un modo más sencillo y más cercano a la naturaleza.

Surgieron balnearios, grupos y playas nudistas, y cuando los alemanes migraron a Estados Unidos en el siglo XX, algunos trajeron la filosofía naturista. Ahora, los nudistas viven en todo el país, aunque, lógicamente, muchos se concentran en sitios de clima cálido. Erich Schuttauf, director ejecutivo de la Asociación Estadounidense para el Esparcimiento Nudista (AANR, por su sigla en inglés), comentó que suelen integrarse personas mayores, con mejor preparación y más adineradas. En 2017, este grupo calculó que la industria del turismo nudista en Florida, que en ese entonces contaba con 34 balnearios nudistas, cada año atraía a 2,2 millones de visitantes nudistas a ese estado.

Así que no fue raro que The Chicago Tribune recientemente publicara un artículo sobre la creciente popularidad de la escapadita para no usar ropa o “vacaciones al desnudo”. Ni que Bon Appétit publicara “Nueve reglas para cenar desnudos: la etiqueta de los balnearios nudistas” (Consejo número siete: “¡Sube la mirada, amiguito!”). Ni que la AANR publicara en el otoño tres recetas —pollo con arroz horneado, carne rostizada y lasaña de pollo— que consideraba seguras para que cocinaran sus integrantes.

Sin embargo, muchos nudistas rechazan la idea de que cocinar —vacacionar o vivir en general— sea más difícil para ellos que para las personas que traen ropa. De hecho, cuando se trata de cocinar y cenar, muchos nudistas son tajantes: es mejor hacerlo desnudos. Se sienten menos inhibidos y más creativos.

“Es como un pintor cuando libera su mente de todo lo demás”, señaló Jack Clark, que pasa una parte de su vida en el balneario de Lake Como. “Él pinta cualquier cosa”.

El movimiento nudista se ha asociado históricamente a la comida: cuando surgió en Europa, tenía que ver en la misma medida con la dieta que con la ropa. Algunos nudistas evitaban comer platillos con mucha carne y adoptaban el vegetarianismo y la comida saludable.

En la actualidad, la comida sigue siendo parte integral de la experiencia en Lake Como. Este es el centro vacacional nudista con más tiempo operando de manera continua en Florida y funciona como una especie de campamento de verano y de residencia para jubilados.

Algunos clubes y balnearios nudistas ofrecen un restaurante o alojamientos con cocina. Lake Como tiene ambas cosas, lo que garantiza que los huéspedes nunca tengan que ponerse ropa para cenar. Su restaurante, que ofrece todos los servicios, el Bare Burns Cafe, sirve arrachera y camarones, mientras que un bar llamado Butt Hutt, decorado con placas de automóviles y luz intensa, ofrece noches de karaoke y para aficionados destinado a personas desnudas.

No existen códigos de vestimenta (o de no vestimenta) en el restaurante ni en el bar, aparte de la regla de que, por razones de higiene, todos los huéspedes que estén desnudos deben llevar una toalla para sentarse.

Algunas personas en Lake Como comentaron que estar desnudas les ha ayudado a cultivar una relación más positiva con la comida.

Karyn McMullen, una sobrecargo de 60 años, fue criada en Massapequa Park, Nueva York, y cuando tenía casi 40 años pesaba 140 kilogramos. “Iba a la playa con un traje de baño que parecía un globo gigantesco, y oía que la gente se reía y murmuraba”, comentó.

Una amiga le recomendó que fuera a una playa nudista en Nueva Jersey. “Tuve el valor de meterme a mi auto e ir para allá y, por primera vez, nadie se me quedaba viendo. Nadie me juzgaba. De inmediato supe que eso era para mí”.

Desde entonces, McMullen ha perdido 84 kilos, pero para ella eso es lo menos importante. Para sentirse bien sobre su apariencia, todo lo que tuvo que hacer fue quitarse la ropa, afirmó.

Del otro lado del balneario, otra pareja, Clark y Maryanne Rettig, se preparaba para recibir invitados a cenar, algo que quizás ellos no hubieran hecho cuando siempre usaban ropa.

“Yo era una persona muy tímida, nerviosa e introvertida”, comentó Clark, de 63 años. “Yo diría que aislado. No tenía muchos amigos. En el momento en que me desnudé, eso desapareció en dos segundos. Me cambió la vida”.

Hace cuatro años, Maryanne, de 62 años, recibió tratamiento para el cáncer de los ganglios linfáticos, lo cual limitó su movilidad del brazo derecho. Ese brazo se le hinchaba con frecuencia, así que tenía que usar ropa holgada. Un día, acompañó a unos familiares a una playa nudista. En cuanto se quitó la ropa, nada de eso volvió a ser un problema. Se sintió cómoda.

Ambos pasan su tiempo entre Orlando y su casa en Lake Como. Durante la semana, Clark trabaja como optometrista y Maryanne administra un grupo sin fines de lucro llamado Tampa Bay Free Beaches, el cual cabildea para que estén disponibles otras zonas de Florida para el esparcimiento de los nudistas.

“Me siento más libre y más creativo cuando cocino desnudo”, comentó Clark, de pie junto a la estufa mientras colocaba almejas en un caldo de ajo y hervía pasta de cabello de ángel. Un letrero que estaba sobre su cabeza decía: “Son las desnudas en punto en algún lugar del mundo”.

Transitaba con destreza por la cocina, casi rozando con su estómago una olla de agua caliente mientras colaba la pasta solo con guantes para hornear. “¡Estoy bien!”, insistía.

A eso de las 17:00, llegaron los invitados, cada uno de los cuales llevaba su propia toalla, aunque algunas sillas ya estaban cubiertas con toallas en caso de que alguien hubiera olvidado la suya.

En el Bare Buns Cafe, las reglas sanitarias gubernamentales requieren que el personal esté vestido, pero la mayor parte de los clientes cenan desnudos.

Los nudistas “son más amables y más comprensivos que la gente que no está desnuda”, comentó el gerente del restaurante, Stephan Krienes, de 78 años, el cual no es nudista. “No son rígidos”. Señaló que en “más o menos diez minutos” se adaptó a estar junto a personas desnudas.

Tara Pickett, cocinera en Lake Como y en algunos otros balnearios nudistas de la zona, concordó con eso. “Andan paseándose como si trajeran ropa”, dijo Pickett, de 36 años. “Te acercas a alguien y ni siquiera te das cuenta de que está desnudo. Te hacen sentir que eres bien recibida”.

En lo que sí tiene problemas el restaurante es en contratar personal, añadió. “Parece que cuando se enteran de que las personas que viene aquí son nudistas, se asustan”, señaló. “Creen que aquí tienen que estar desnudos, pero no es así”.

Nancy Rehling, de 70 años, quien es propietaria retirada de un restaurante y vive en Lake Como, dice que cuando cocina usa una playera por si algo salpica. “Tengo cicatrices por todo el estómago y en la parte superior de los senos por cocinar”, comentó; esto es resultado de cocinar principalmente pescado frito, sopas en ebullición y queso fundido, el cual “se pega en serio y no deja de quemar”.

Sin embargo, muchos cocineros señalaron que la seguridad y la higiene son imprescindibles siempre que se cocina. Los modales en la mesa no varían, independientemente de que se lleve ropa o no. Además, una persona nudista es tan capaz de preparar tocino, o cualquier otro alimento, como un cocinero con toda su vestimenta.

“No se trata del tocino”, señaló Karyn McMullen, “Se trata de la libertad”.

©2020 The New York Times Company