Carrera contra el sol: los agricultores intentan ganarle al cambio climático

Por Marla Cone

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Un árbol de pistacho en Wolfskill Experimental Orchards, en Winters, California. (Max Whittaker/The New York Times)
Un árbol de pistacho en Wolfskill Experimental Orchards, en Winters, California. (Max Whittaker/The New York Times)

Fue un verano largo y caliente, como la mayoría en el valle de San Joaquín. Los árboles de pistachos plantados en filas ordenadas —y los agricultores que los cultivan— están acostumbrados a condiciones rigurosas. Los árboles de pistachos, con sus raíces profundas y sus ramas fuertes y nudosas, son resistentes, toleran las tierras saladas y las brutales olas de calor. Algunos pueden vivir siglos.

Sin embargo, aunque los veranos sofocantes son la norma en esta parte de California central, hay una nueva amenaza existencial para estos árboles, una que, según advierten los científicos, podría implicar el fin de la cosecha de pistachos: los inviernos más cálidos. Muchas cosechas están enfrentando amenazas similares a medida que las regiones agrícolas de todo el mundo experimentan casos extremos de calor, lluvias y sequías que no se habían visto antes.

Los inviernos helados son cruciales para los árboles de frutas y de frutos secos, en particular para los pistachos. Para terminar con su hibernación y propagar su polen, los pistachos necesitan pasar unas 850 horas, o cinco semanas, a temperaturas debajo de los 7 grados Celsius.

Por lo tanto, a medida que el valle de San Joaquín se calienta y sus neblinas refrescantes desaparecen, los productores se han percatado de que sus huertos no están sincronizados: muchos árboles machos ya no producen polen cuando las hembras lo necesitan.

Después de sufrir una pérdida de miles de millones de dólares debido a un invierno cálido reciente, los productores de pistachos en California no necesitan mucho convencimiento de que su sustento está en peligro a causa del cambio climático. Debido a que han prestado atención a las advertencias de que la industria tal vez no sobreviva más allá de la mitad del siglo, han sido de los primeros del mundo en adaptarse. Los científicos están discutiendo y combinando genes para crear árboles que puedan sobrevivir en un mundo más cálido, y los productores están cubriendo sus apuestas con la plantación de árboles experimentales que necesiten menos días de frío.

“Se puede decir mucho sobre el conocimiento tradicional. Pero este es un nuevo territorio”, comentó Rebecca Carter del Instituto de Recursos Mundiales, un grupo de investigación sin fines de lucro que está trabajando con agricultores de todo el mundo para adaptarse a las amenazas del cambio climático, incluidos los inviernos más cálidos, los acuíferos secos y las olas de calor con temperaturas históricas.

En 2013, los científicos instaron a una “adaptación inmediata” de los agricultores para garantizar que pudieran alimentar a los 10.000 millones de personas que, según estimados, habitarán el planeta en 2050. En un estudio, advirtieron que el hambre en el mundo iba a empeorar a medida que disminuyera el rendimiento de las cosechas, aumentaran las pestes y las enfermedades, se disparara la demanda de agua y desaparecieran cosechas muy vulnerables. “Todo el sistema alimentario necesita cambiar”, de acuerdo con el informe publicado en la revista Science.

Según Carter, para salir adelante, se “requerirán cambios fundamentales en la manera en que se producen los alimentos, cómo se usa la tierra, dónde viven las personas y qué actividades económicas ocurren en zonas específicas”.

Esos cambios ya están sucediendo a nivel mundial. Después de cultivar café durante generaciones, los agricultores de algunas zonas de Costa Rica están cambiando al cultivo de naranjas. Los pastores kenianos, frente a las intensas sequías, están criando camellos en vez de reses. Los agricultores en el medio oeste de Estados Unidos están plantando maíz con varias semanas de antelación para que sus cosechas puedan polinizarse antes de los veranos más calientes.

En la provincia china de Fujian, la cual es propensa a las sequías, los agricultores que solían cultivar trigo y maíz han cambiado a las manzanas. En India, algunos agricultores han remplazado el arroz con mijo, un grano antiguo que se da muy bien en tierras secas e infértiles. Y a medida que el agua de mar inunda Bangladés, algunos campos de arroz se han transformado en granjas de camarones.

No obstante, la adaptación es un proceso gradual que dura décadas. No importa si se trata de California o China, transformar una sociedad y una economía requiere investigación, paciencia, valentía… y dinero. Los productores de California que tienen cosechas especializadas y lucrativas cuentan con los ingresos y la destreza para probar nuevas variedades climáticamente inteligentes, pero en Costa Rica, Kenia e India, los agricultores se han visto obligados a abandonar sus tradiciones y sustentos de mucho tiempo.

“No podemos seguir haciendo exactamente las mismas cosas que hacemos ahora”, comentó Katherine Jarvis-Shean, una investigadora de la Universidad de California que asesora a horticultores sobre las formas de sobrellevar el cambio climático. “Hay muchas soluciones para los problemas previstos. Tan solo debemos controlarlas, probarlas y volverlas disponibles para los agricultores”.

Entre los cultivos más amenazados en California se encuentran las cerezas, los pistachos y las nueces, los cuales necesitan una gran cantidad de días fríos de invierno, y las uvas vinícolas, las cuales no pueden tolerar las olas de calor extremo.

Sin embargo, los melones y el brócoli podrían crecer muy bien en un mundo en calentamiento, de acuerdo con un estudio de 2017 que realizó el Departamento de Agricultura. No obstante, es poco probable que los consumidores se apresuren a comprar esos productos para remplazar sus frutas con hueso y nueces favoritas.

“En su mayor parte, el mundo se alimenta de cultivos en línea”, señaló Pat J. Brown, un profesor adjunto de la Universidad de California, campus Davis, para referirse al trigo, al maíz y otros alimentos básicos. “Pero muchas de las cosas que hacen que la vida en verdad valga la pena provienen de los árboles. Piensa en el mundo sin chocolate, vino o café”.

Para evitar eso, los agricultores y científicos del mundo están trabajando activamente.

Pat Brown, profesor asociado de la Universidad California-Davis. (Max Whittaker/The New York Times)
Pat Brown, profesor asociado de la Universidad California-Davis. (Max Whittaker/The New York Times)

‘NUNCA HABÍAN VISTO ALGO PARECIDO’

Para los pistachos, la advertencia clara llegó el invierno de 2014-2015, el más cálido que se haya registrado en el sureño valle de San Joaquín. En términos históricos, los huertos de la zona, ubicada a unos 200 kilómetros al norte de Los Ángeles, disfrutaban de inviernos frescos y lluviosos, y neblinas densas. Sin embargo, en todo el estado, las temperaturas promedio han aumentado más de un grado Celsius en el último siglo.

En particular, las temperaturas bajas del invierno en el valle han aumentado cuatro veces más rápido que sus altas del verano. Para empeorar la situación, la famosa niebla de Tule que enfría el valle se ha disipado un 46 por ciento.

En el invierno de 2014-2015, el valle sureño experimentó tan solo la mitad de las horas frías que necesitaban los pistachos y ningún día de niebla. La industria tuvo su rendimiento más bajo en más de veinte años.

En 2014, las cerezas tuvieron un año igual de deprimente. La producción se hundió un 63 por ciento, la cosecha más pequeña desde 1998. Luego, el invierno pasado, una ola fría mató árboles por todo lo largo y ancho del valle.

“Los productores de nueces nunca habían visto nada parecido”, comentó Brown, quien cultiva nueces y pistachos. “En este caso, no solo destruyó la cosecha de un año. Mató árboles maduros”.

Los agricultores no pudieron ocultar su alarma ante los bruscos cambios de temperatura. “En general, la agricultura es como apostar en Las Vegas”, opinó Rob Yraceburu, presidente de Wonderful Orchards, el productor más grande de pistachos en Estados Unidos. “Siempre habíamos tenido incertidumbre. Pero ahora hay todavía más incertidumbre”.

CULTIVAR PARA UN MUNDO MÁS CÁLIDO

Después de la lúgubre cosecha de 2015, los productores de California decidieron que necesitaban árboles de pistachos diseñados para inviernos más cálidos. Sin embargo, una nueva variedad de árbol de frutos secos tarda unos veinte años en ser cultivada, probada, madurada y cosechada, así que los experimentos que se lleven a cabo ahora no darán resultados rápidos.

“Tenemos un dicho: ‘No plantas pistachos para ti, los plantas para tus hijos y tus nietos’”, comentó Bob Klein, gerente de California Pistachio Research Board. “Ahora tal vez no se trate tanto de tus hijos y tus nietos” con lo incierto que se ha vuelto el clima del futuro, afirmó.

Wonderful Orchards tomó la medida temporal de plantar algunos árboles machos experimentales que arrojan polen en varias ocasiones, con la esperanza de que sus ciclos coincidan con el de más hembras.

La empresa sigue a la espera de ver si alguno de sus esfuerzos servirá.

“Es un desafío para todos los cultivos permanentes, porque tarda mucho tiempo”, mencionó Yraceburu. “Otros cultivos como las zanahorias o las lechugas se demoran 90 días o 120 días, así que puedes probar con algo y saber de inmediato si funciona. En el caso de los árboles, no se obtiene ningún resultado sino hasta dentro de cuatro a ocho años. Durante mucho tiempo, no sabes si tus experimentos funcionan”.

Para algunos cultivos, los científicos se están remontando a sus orígenes; por ejemplo, están buscando viejas variedades de frutos secos que se dan en el Medio Oriente. “Todas estas cosas que cultivamos en California tienen un pariente silvestre o una variedad en el mercado en otra parte del mundo que le va bien en inviernos más cálidos”, afirmó Jarvis-Shean.

El Departamento de Agricultura tiene depósitos que almacenan material genético de todos los tipos de árboles en la Tierra. Hace más de 30 años, Dan Parfitt, un genetista de plantas jubilado que trabajó en la Universidad de California, campus Davis, comenzó a cultivar pistachos usando tejidos de esos depósitos en un esfuerzo por ayudar a los agricultores a economizar sus cosechas.

A medida que el clima cambiaba, a Parfitt se le ocurrió plantar unos pocos cientos de árboles en el desierto de California. “El valle de Coachella es lo más cercano a los inviernos más cálidos y las condiciones más secas que veremos en el valle de San Joaquín dentro de 20 a 30 años”, comentó.

Estos nuevos cultivos tienen una variedad de nombres extraños: Gomita, Tejón, Colina Perdida, Famoso. Muchos productores ya han plantado algunas de sus huertas. Parfitt tiene la confianza en que los pistachos del futuro serán dominados por árboles cultivados para el cambio climático.

EL CAMBIO DE CAFÉ POR NARANJA

Un esfuerzo similar de adaptación está en marcha en Guanacaste, Costa Rica, donde se ha cultivado el café durante dos siglos. Sin embargo, en vez de esperar los granos climáticamente inteligentes, Javier Zeledón Jiménez está cultivando otra cosa.

Hace unos veinte años, cuando el café comenzó a volverse menos rentable, Zeledón cambió hacia las naranjas, un cultivo que resulta que también se las arregla mejor en condiciones secas. En este momento, le está yendo mucho mejor en términos económicos, y otros productores de Guanacaste, tras ver su éxito, han seguido su ejemplo.

La imprevisibilidad del cambio climático está elevando el costo del cultivo del café justo cuando los precios del producto están cayendo, comentó Carlos Luis Vásquez Hernández, el gerente general de Coope Pilangosta, una cooperativa cafetalera en Guanacaste. Como resultado, Vásquez mencionó que alrededor del 40 por ciento de los agricultores de café en su cooperativa habían cambiado a las naranjas.

“Si perdemos la cosecha del café, disminuirán las oportunidades laborales en zonas rurales”, agregó Vásquez. “La inmigración de las zonas rurales será un hecho, sin duda. La gente intentará encontrar oportunidades de trabajo en ciudades más grandes porque el café no será una buena oportunidad”.

Para los productores de todo el mundo, “son conversaciones difíciles de tener”, comentó Carter. “La agricultura ha cambiado muchísimo. Pero están dispuestos a cambiar si eso les suena bien, si hay un mercado, si pueden hacerlo de manera gradual, en vez de cuando están arrinconados”.

“Queremos evitar agricultores en crisis”, afirmó Carter.

*Copyright: c. 2019 The New York Times Company