Un sospechoso en la masacre de las estrellas de mar: el calentamiento de los océanos

Por Kendra Pierre-Louis

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En 2013, las estrellas de mar, incluyendo la estrella del sol de la mañana (Solaster dawsoni), la estrella de mar ocre (Pisaster ochraceus) de tonalidades brillantes y la estrella girasol, cuyas extremidades pueden extenderse hasta 1,20 metros, empezaron a morir por millones a lo largo de la costa del Pacífico, desde México hasta Alaska.

Sucumbían ante una enfermedad debilitante. Comenzó con lesiones de color blanco en sus extremidades, la disolución de la carne circundante, la pérdida de las extremidades y, por último, la muerte. Tan solo comprender el problema requeriría de mucha investigación, ni qué decir de resolverlo.

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Poco después del inicio de la epidemia, Drew Harvell, profesora de Ecología y Biología Evolutiva en la Universidad de Cornell, quien lanzó advertencias sobre la enfermedad, recibió una carta extraña.

"Recibí por correo un cheque de 400 dólares de un grupo de estudiantes de Arkansas", contó Harvell. "Estos niños estaban muy tristes porque las estrellas de mar estaban desapareciendo de los océanos y salieron a recaudar fondos hasta reunir 400 dólares que nos ayudaran con la investigación. Jamás les pedí que lo hicieran. Simplemente lo hicieron".

Harvell duplicó la cantidad con su propio dinero y un donante contribuyó con un poco más. "Eso fue lo que me ayudó a financiar mis primeras investigaciones", dijo. "Esos niños jamás han visitado el océano Pacífico, pero necesitaban saber que esas estrellas seguían ahí".

En enero de 2018 se publicó en la revista Science Advances uno de los resultados más relevantes derivados de la donación de los niños, un ensayo que esclarece el descenso en la población de estrellas de mar. El principal sospechoso: el calentamiento de nuestros océanos.

En 2013, algunas zonas del océano Pacífico se calentaron de forma inusual como parte de una ola de calor marina mucho más grande, apodada La Mancha, que duró hasta fines de 2015 y muy probablemente se exacerbó a causa del calentamiento global provocado por los seres humanos. Pero, aunque el océano se calentaba, no lo hacía de manera uniforme, lo cual dificultó determinar si la ola de calor contribuyó a la muerte de las estrellas de mar.

En el estudio, que fue dirigido conjuntamente entre Cornell y la Universidad de California, Davis, Harvell y sus colegas recopilaron información de científicos ciudadanos y de la Administración Estadounidense Oceánica y Atmosférica. Entonces, compararon los cambios en la población de la estrella de mar girasol con la temperatura del océano durante la epidemia.

Aunque la enfermedad afectó a veinte especies de estrellas de mar, los investigadores se concentraron en la estrella girasol debido a que recibió el mayor daño y había suficiente información histórica sobre su población antes de la epidemia.

Los investigadores descubrieron que la desaparición de la estrella girasol coincidía con el patrón de calor que se extendía por el océano.

"Lo verdaderamente emocionante de este ensayo es la increíble coincidencia entre la anomalía en la temperatura que ocurrió durante ese año, cuando las estrellas de mar comenzaron a morir", afirma Rebeca Vega Thurber, profesora adjunta de Microbiología Medioambiental en la Universidad Estatal de Oregón, quien no formó parte del estudio.

Adondequiera que se presentara el calentamiento, la estrella girasol enfermaba y moría.

El estudio comprobó la correspondencia entre la elevación de la temperatura del agua y la propagación de la enfermedad, mas no corrobora que sea una causa directa. No obstante, sí confirma una hipótesis que en un principio fue cuestionada porque el virus que los investigadores consideraban responsable de la muerte también está presente en estrellas de mar sanas.

"Ese detonante, en el caso de este ensayo, parece ser la temperatura", dijo Vega Thurber.

La investigadora señaló que la presencia de un patógeno específico no significa necesariamente que se desarrollará una enfermedad.

Por ejemplo, si te ha dado varicela, eres portador del virus que causa herpes zóster. Aproximadamente una tercera parte de los portadores desarrollarán la enfermedad, pero las otras dos terceras partes no. Se necesita de otro factor para detonarla.

El calor también ha estado relacionado como detonante en la propagación de un hongo que está acabando con las poblaciones de ranas y sapos en todo el mundo, así como con las enfermedades del coral. De hecho, cuando los corales se ponen blanquecinos o pierden sus algas simbióticas debido al calentamiento de los océanos, lo que termina por matar al organismo es una enfermedad.

Hay cosas que podemos hacer para ayudar a la vida marina, dijo Harvell. Por ejemplo, podemos reforestar los lechos de prados marinos y proteger los manglares. Pero, principalmente, dijo que debemos detener el cambio climático. Los océanos del mundo han absorbido más del 90 por ciento del calor atmosférico que han generado los seres humanos al liberar gases de efecto invernadero.

Aunque algunas estrellas de mar afectadas han comenzado a volver a las aguas estadounidenses de la costa oeste, la estrella girasol no ha regresado a las cercanías de los 48 estados del sur.

No obstante, el verano de 2018, en la costa sur de Alaska, los investigadores vieron un rayo de esperanza: la reaparición de las estrellas girasol, que habían desaparecido de Prince William Sound durante el brote.

"No sabemos exactamente de dónde salieron", comentó Brenda Konar, profesora de Biología marina en la Universidad de Alaska, en Fairbanks y quien no participó en el estudio de Science Advances. "Eran muy pequeñas y no sabemos si van a sobrevivir. Así que nos da mucha curiosidad lo que veremos el próximo verano".

Si regresan, los estudiantes de Arkansas, que ahora son adolescentes, estarán fascinados.

Kendra Pierre-Louis es reportera del equipo de clima. Antes de unirse al Times en 2017, cubrió las secciones de ciencia y medioambiente para la revista Popular Science. Su cuenta de Twitter es @kendrawrites.

* Copyright: 2019 The New York Times News Service