El juguete más deseado para la Navidad en Estados Unidos que despierta polémica por sus posibles efectos secundarios

La llegada de las Fiestas representa un gran desafío para padres de todo el mundo que deben responder a los pedidos de sus hijos. El nuevo robot interactivo que preocupa a expertos es hoy imposible de conseguir en EEUU por su alta demanda. Video

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Las Fiestas representan mucho más que reunir a la familia y tomar un breve descanso antes de comenzar un nuevo año. Es que con la inevitable llegada de la tecnología al mundo de los juguetes, la presión por satisfacer los deseos navideños de niños de todo el mundo se ha vuelto cada vez mayor para padres que se ven obligados año tras año a comprar juguetes más sofisticados para saciar la sed "techie" de los menores.

El año que está por finalizar no es la excepción, con un nuevo juguete interactivo que se encuentra en el ojo de la tormenta en los Estados Unidos. No sólo por lo difícil que resulta conseguirlo en jugueterías y tiendas online, sino por sus potenciales efectos secundarios en lo que hace a aspectos fundamentales del desarrollo de los niños que lo utilizarán para jugar a lo largo y ancho de todo el país.

De aspecto indiscutiblemente adorable, similar a un huevo de dinosaurio salido de Jurassic Park, los Hatchimals son robots interactivos sofisticados que cuentan con la capacidad de interactuar con los niños de formas hasta hace sólo unos pocos años impensadas.

Niños de todo el mundo ansían que Santa Claus les traiga su Hatchimal estas Navidades, pero expertos aseguran que los efectos secundarios podrían ser muy perjudiciales para su desarrollo
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El concepto es similar al de los ya prehistóricos Tamagotchi de los noventas y los más actuales muñecos Furby de principios de la década pasada. Ofrece una propuesta repetida hasta el hartazgo mediante la cual se le da la responsabilidad a un niño de participar en el proceso educativo y de crecimiento de un "compañero", que los irá guiando a su vez a ellos mismos en su propia evolución tanto intelectual como física.

El caso concreto de los Hatchimals requiere que, una vez comprado -tiene un valor de $69.99 dólares en EEUU-, los niños jueguen con ellos por alrededor de 30 minutos para que el pequeño búho que vive dentro cobre vida, rompa su caparazón y abra los ojos por primera vez. Una vez en contacto directo con su propietario, el inocente muñeco comenzará a interactuar con su amigo humano, y se volverá más sofisticado a medida que va "creciendo", repitiendo las palabras que escuche y moviéndose según los comandos dados por su dueño.

Hasta aquí todo parecería seguir los parámetros normales de juguetes interactivos que han inundado el mercado las últimas décadas. Pero como todos estos robots, que a priori parecerían ser herramientas ideales para que los más jóvenes puedan jugar y desarrollarse de manera sana, las lecciones aprehendidas por estos podrían no ser las mejores teniendo en cuenta la permeabilidad de sus usuarios, quienes atraviesan un proceso de formación vital.

El simpático búho de aspecto inofensivo cobra vida luego de que su flamante propietario juegue con ellos durante media hora, La interacción posterior preocupa a expertos en educación infantil
El simpático búho de aspecto inofensivo cobra vida luego de que su flamante propietario juegue con ellos durante media hora, La interacción posterior preocupa a expertos en educación infantil

El problema radica en que cuanto más hacen los juguetes por los niños menos se ven obligados estos a hacer por sí mismos. Sherry Turkle, una investigadora del prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés), documentó en su libro "Juntos y Solos" la relación entre niños y las mascotas Furby que cobraron enorme popularidad a principios del la década en curso.

Su cualidad diferenciadora radicaba en que los niños podían enseñarles a hablar, pero si los descuidaban por un tiempo las criaturas solo les devolverían balbuceos incompresnsibles. La investigadora descubrió que el vínculo entre niño y juguete era por momentos de extrema dependencia y que una respuesta inesperada le provocaba a sus usuarios un nivel de ansiedad preocupante.

Resulta fundamental rescatar el valor fundamental del proceso lúdico para los niños desde muy temprana edad, algo que les ayuda en su formación intelectual, física y social y los prepara para el mundo de desafíos constantes que deberán enfrentar una vez adultos. Por eso la importancia de que utilicen todas sus herramientas intelectuales al máximo, algo que ocurrió toda la vida con juguetes no responsivos con los que crecimos imaginando que nos responderían según lo que les propusiéramos, muchas veces sin exteriorizarlo a través de palabras.

Los Hachimals en cuestión, convertidos en los juguetes más deseados de esta temporada festiva, logran disminuir la carga del juego para los niños en un 50% al recibir estos una respuesta real por cada input recibido. De la misma manera que los omnipresentes iPads limitan la imaginación al presentar fascinantes mundos mediante juegos y aplicaciones varias, estos robots interactivos plantean incógnitas en lo que hace a sus efectos a largo plazo que sólo se podrán responder una vez las nuevas generaciones alcancen edad adulta.