Y nosotros, ¿qué?

La pregunta que todos nos hacemos es si las libertades en Europa son distintas a las de América Latina

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Los representantes de los países miembros de la OTAN se reunieron en Madrid este 29 de junio de 2022 para analizar la invasión de Rusia a Ucrania y la amenaza China en el futuro (Reuters)
Los representantes de los países miembros de la OTAN se reunieron en Madrid este 29 de junio de 2022 para analizar la invasión de Rusia a Ucrania y la amenaza China en el futuro (Reuters)

Mientras en Madrid en la reunión de la OTAN, que hace dos años iba a ser una acta de defunción y hoy es la revitalización de la alianza atlántica, Estados Unidos saca pecho y con razón por defender las libertades del continente, en América Latina toma exactamente la posición contraria al abrir puertas con Cuba y aumentar los diálogos con Venezuela.

La pregunta que todos nos hacemos es si las libertades en Europa son distintas a las de América Latina. ¿Acaso la libertad de los músicos cubanos que compusieron Patria y Vida, condenados a 5 y 9 años, vale menos que la de los que viven en Ucrania? O la vida de los diez presos políticos muertos en las cárceles del dictador Maduro valen menos que los muertos inocentes en el ataque al centro comercial en Ucrania.

El líder ucraniano Volodymyr Zelensky hace unos días habló de una alianza poderosa, leal, creativa en defensa de la libertad. Y ese debería ser el norte de la política exterior norteamericana. Pero la actual administración del Presidente Biden parece no tenerlo claro en lo que a América Latina se refiere.

Esa alianza que en los 60 el Presidente John F. Kennedy llamó la alianza para el progreso, hoy en un continente tomado por el populismo de izquierda y por naciones que en su mayoría son hostiles a los Estados Unidos, presenta irónicamente una gran oportunidad. En la reunión del G7 días antes de la de la OTAN, el Presidente Biden habló de un fondo de 600 billones para competir con China no en dádivas o préstamos costosos sino en ponerle fin a la ventaja del país asiático al poner sobre la mesa la financiación de proyectos que sus rivales en licitaciones no lograban concretar.

Ese es un gran primer paso pero que dado lo que ha sucedido hasta ahora con el Build Act, la ley creada precisamente para eso mismo en el 2018, o la transformación de OPIC en el DFC con ese mismo objetivo, el anuncio de esos 600 billones no deja se ser un número cuya concreción aún está muy lejos de volverse realidad. Si Build Act y el DFC no han servido para nada en estos 4 años no debemos cifrar nuestra esperanza en que esos 600 billones sean el inicio de una nueva alianza para el progreso basada en la inversión y no la ayuda económica que la verdad nunca transforma nada.

Pero la idea es buena. Es un principio. Y con China como gran ganador de este giro del continente latinoamericano debería ser el norte que guíe todas las decisiones políticas del actual gobierno, y ojalá de futuros gobiernos americanos, hacia la región. Lástima que hoy tanto en el departamento de Estado como en la Casa Blanca quienes tienen a su cargo América Latina tengan tan poco alcance, tan poca creatividad y tan poca profundidad para entender lo que esta en juego en la región, las oportunidades y como se deben convertir en realidad.

Me imagino a un Thomas Pickering, con esa visión y capacidad de gestión intergubernamental armando una política de esta naturaleza. El fue quien movilizó a las distintas entidades del gobierno americano para el Plan Colombia, la política exterior americana más exitosa en la historia de la región. Hoy, en el departamento de Estado o en la misma Casa Blanca no hay nadie de esa estatura. Ni nadie que se le acerque. Es más, la pelea entre la Casa Blanca y Departamento de Estado, similar a la del gobierno pasado, hace que frente a la región la política sea disfuncional, ad hoc, reactiva, predecible y sin ningún alcance estratégico.

Hoy por hoy la política norteamericana hacia América Latina es de pronunciamientos o de anuncios sin mayor alcance. Mientras tanto Rusia, y sus paramilitares, aumentan su presencia y actividad en la región que sin duda hoy supera la actividad que tuvo la Unión Soviética durante la Guerra Fría. Irán y Hezbollah crecen su huella en la región en negocios ilícitos y con una penetración peligrosísima en las distintas comunidades libanesas a lo largo y ancho del continente.

Y China, el elefante en la habitación. Tremendo poder. Tremenda influencia. Que hoy pasa del poder blando al duro. Que exige políticas ante sus inversiones y acceso a mercados. Que construye puertos y como decía un periodista americano acá en la OTAN nadie pregunta si en esos puertos pueden en un futuro atracar naves de la armada china. Cuando este periodista le hizo esta pregunta a un alto diplomático peruano este se quedó absorto. Y luego le preguntó si Estados Unidos los había cuestionado sobre este tema. Y le dijo no, “solo nos hablan sobre drogas”.

Termina mañana la refundación de la alianza atlántica con el objetivo de defender las libertades y la democracia. Y la pregunta es, ¿y nosotros qué? Tocará esperar que China tenga una base naval en la región para que finalmente Estados Unidos entienda y actúe.