El papa Francisco y la revolución del cuidado

“Curar el mundo” tituló el Santo Padre su catequesis del último miércoles, dictada en el Patio de San Dámaso, Vaticano, y para llevar a cabo esa misión señaló dos actitudes fundamentales: contemplación y cuidado

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El papa Francisco (REUTERS/Guglielmo Mangiapane)
El papa Francisco (REUTERS/Guglielmo Mangiapane)

Luego de la creación del ser humano, “Dios vio todo lo que había hecho y era muy bueno” (Gn 1,31) y que “cada ser humano es creado por amor, hecho a imagen y semejanza de Dios” (cf. Gn 1,26). Sin embargo, el egoísmo destrozó las tres relaciones vitales: con Dios, con los otros, con la naturaleza. "Debemos comenzar de nuevo -dice el Santo Padre en la Encíclica Laudato si'- a pensar en un solo mundo con un proyecto común” (LS, Nro.164).

El cuidado requiere una actitud contemplativa

“Para salir de una pandemia -comienza diciendo el Papa en su mensaje- es necesario cuidarse y cuidarnos mutuamente. También debemos apoyar a quienes cuidan a los más débiles, a los enfermos y a los ancianos” (cf. Enc. Laudato si' , 70), en especial, a los que no pueden correspondernos.

Cuando el Papa dice “actitud contemplativa” se refiere no sólo ante Dios y la naturaleza sino en especial ante el otro, su vida y su muerte.

“Recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte, contemplando cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte...” (Coplas de Jorge Manrique).

Si contemplamos la vida del otro y mi vida -dejemos la textualidad dramática de la última parte de la copla- el sentido que cobra la vida es situarse en la realidad haciéndolo en modo curativo como lo entendió el hermano Francisco en Asís junto a los leprosos abandonando el “mero discurso”.

“Este cuidado abraza -prosigue el Papa- también a nuestra casa común: la tierra y cada una de sus criaturas. Todas las formas de vida están interconectadas (cf. ibíd., 137-138) y nuestra salud depende de la de los ecosistemas que Dios ha creado y que nos ha encargado cuidar (cf. Gn 2, 15)”.

La creación no es un mero “recurso”

"El mejor antídoto contra este abuso de nuestra casa común es la contemplación (cf. ibíd., 85; 214)…«Cuando alguien no aprende a detenerse para percibir y valorar lo bello, no es extraño que todo se convierta para él en objeto de uso y abuso inescrupuloso» (ibíd.,215) (en un) objeto para “usar y tirar”… Sin embargo, nuestro hogar común, la creación, no es un mero “recurso”. Las criaturas tienen un valor en sí y “reflejan, cada una a su manera, un rayo de la sabiduría y de la bondad infinitas de Dios (Cat. I.C., 339). Pero ese valor y ese rayo de luz divina hay que descubrirlo y, para hacerlo, necesitamos silencio, necesitamos escuchar, necesitamos contemplar. También la contemplación cura el alma”.

En el nuevo estilo de vida no debería haber sitio para la soberbia

El cristiano contemplativo en acción participa íntimamente de la pasión, de la muerte y de la gloria de Jesucristo y actúa en consecuencia.

“Sin contemplación -prosigue diciendo Francisco- es fácil caer en un antropocentrismo desviado y soberbio, el ‘yo’ en el centro de todo, que sobredimensiona nuestro papel y nos posiciona como dominadores absolutos de todas las criaturas. Explotar la creación: eso es pecado. Estamos en el centro, pretendiendo ocupar el lugar de Dios; y arruinamos la armonía del diseño de Dios. Nos convertimos en depredadores. El trabajo no es sinónimo de explotación, y siempre va acompañado de cuidados: arar y proteger, trabajar y cuidar (cf. Gn 2,15). No podemos esperar seguir creciendo a nivel material, sin cuidar la casa común que nos acoge…”.

“Contemplar es ir más allá de la utilidad de una cosa. San Ignacio enseña a considerar cómo Dios mira a sus criaturas y a regocijarse con ellas; a descubrir la presencia de Dios en sus criaturas y, con libertad y gracia, a amarlas y cuidarlas.”

Hay que contemplar la naturaleza desde adentro ya que somos parte de la naturaleza, y agrega: “El que contempla de esta manera siente asombro por lo que ve, porque se siente parte integral de esta belleza; y siente (el) llamado a guardarla, a protegerla. Y hay algo -dice el Papa -que no debemos olvidar: quien no sabe contemplar la naturaleza y la creación, no sabe contemplar a las personas con toda su riqueza. Y quien vive para explotar la naturaleza, termina explotando a las personas y tratándolas como esclavos”.

Modelo económico del hombre y la mujer contemplativos en la acción

“El que sabe contemplar (…) se comprometerá a educar y a promover nuevos hábitos de producción y consumo, a contribuir a un nuevo modelo de crecimiento económico que garantice el respeto de la casa común y el respeto de las personas. El contemplativo en acción tiende a convertirse en custodio del medio ambiente: ¡qué hermoso es esto! Conjugar los saberes ancestrales de las culturas milenarias con los nuevos conocimientos”.

La revolución del cuidado es indelegable

“…alguno podría decir -dice Francisco- ‘…yo me las arreglo así’. El problema es ¿cuál será la herencia…? Pensemos en los hijos, en los nietos: ¿qué les dejaremos si explotamos la creación? Pienso de manera especial en los pueblos indígenas, con los que todos tenemos una deuda de gratitud (y) de penitencia, para reparar el daño que les hemos causado. Pero también pienso en aquellos movimientos, asociaciones y grupos populares, que se esfuerzan por proteger su territorio con sus valores naturales y culturales”.

Y finalmente dice: “Todos y cada uno debemos ser ‘custodios de la casa común’ sin delegar esa tarea en otros”.