El significado de las fiestas judías en la pandemia

Podemos ser los arquitectos de nuestro propio destino. Esta es la encrucijada existencial del ser humano: somos libres de elegir nuestra forma de vivir, pero, por eso, también somos responsables de quienes devenimos y de cómo logremos transformar la realidad

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Este viernes por la tarde, con la salida de la primera estrella, comenzarán las Altas Fiestas o Iamim Noraim en las que se celebra el Año Nuevo 5781 y el Día del Perdón. Durante esos días tan importantes del calendario hebreo hay un llamado milenario a la introspección, al arrepentimiento, al cambio y a la renovación, que se hace mucho más relevante aún frente a la realidad sin precedentes y a las incertidumbres como causa de la pandemia y la crisis económica planetaria.

El Año Nuevo judío, también llamado Rosh Hashanah, celebra la creación del ser humano. Aunque es una festividad de la tradición judía, la celebración remite a toda la Humanidad. En este día, se inicia simbólicamente el juicio divino anual de todos los seres humanos y se establece de alguna manera su destino para el año entrante.

Nos imaginamos que, cada ser humano, pasa frente al Creador, quien determina su porvenir. ¿Quién vivirá? ¿Quién no? ¿Quién sanará? ¿Quién será víctima de dolencia? ¿Quién enriquecerá? ¿Quién se empobrecerá? ¿Quién hallará la paz? ¿Quién será presa de neurosis? Estas tradicionales preguntas resonarán con más relevancia que nunca. Cuando las recitemos este año, no nos costará relacionarlas con nuestras ansiedades y preocupaciones actuales.

Durante Rosh Hashanah hay un ritual muy característico que es el toque del Shofar, un cuerno de carnero que emite sonidos únicos. Este año esa música estremecerá nuestras almas, llenas de incertidumbre por el enigma de nuestro futuro colectivo. Sabemos, más que nunca, que nuestro destino personal está entrelazado al de todos los demás y que nadie es una isla que pueda estar a salvo en medio de un océano turbulento. Los grandes desequilibrios, como la pobreza, la desigualdad, el cambio climático o la falta de acceso a la salud o a la educación son serias amenazas globales que producen frustración y apatía generalizada, caldo de cultivo para autoritarismos.

Un nuevo mundo está emergiendo y un nuevo estilo de liderazgo debe surgir, orientado a los resultados en pro del bien común y el bienestar de la mayoría, como pregonaron nuestros profetas.

El pasado y el futuro tienen una cita en este presente tan singular y nosotros estamos en esa encrucijada, encontrándonos unos con otros en nuevos espacios -ahora virtuales- que nos permiten, de algún modo, seguir comunicándonos y comprometiéndonos con la transformación de nuestro mundo.

Nuestra humanidad, tanto en el sentido ontológico como en el ético y moral, depende sobre todo de nosotros. Somos los arquitectos de nuestro propio destino. Ésta es la encrucijada existencial del ser humano: somos libres de elegir nuestra forma de vivir, pero, por eso, también somos responsables de quienes devenimos con nuestras acciones y de los resultados que generamos en nuestra vida y en nuestro entorno. Somos la única criatura del mundo que se crea y recrea a sí misma.

El corolario de la libertad humana que mencionamos es, indefectiblemente, la incertidumbre y la falta de certezas respecto al futuro.

Renovarnos es también perdonarnos por los actos cometidos, darnos una nueva oportunidad de ser mejores, reinventarnos y transformar el contexto que nos rodea.

Lo que acontezca en la llamada “nueva normalidad” dependerá no sólo del funcionamiento de la vacuna contra la pandemia, sino también de nuestra capacidad para transformar la realidad ante desafíos enormes por delante como la pobreza, la desigualdad, el cambio climático, la inseguridad ciudadana y el respeto de la pluralidad.

En este sentido, nos nutren los valores y las enseñanzas del judaísmo que contribuya a transformar la realidad de nuestros entornos y hacemos un llamamiento al liderazgo efectivo y ético basado en los valores del judaísmo tradicional, al tiempo que moderno e integrador. En este contexto tan incierto, compartimos nuestro deseo de un leshaná tová tikatevu vetejatemu! Por un buen año, en el que seamos inscriptos y rubricado en el libro de la vida.

(*) El rabino Ariel Stofenmacher es el rector del Seminario Rabínico Latinoamericano y Ernesto V. Yattah es el decano del Instituto de Formación Rabínica Abraham J. Heschel del Seminario Rabínico Latinoamericano.

El Seminario Rabínico Latinoamericano es una institución fundada por el rabino Marshall T. Meyer en 1962 dedicada a la formación del liderazgo religioso y educativo en toda Iberoamérica.