Negociando la “agenda del reencuentro”

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El presidente del Gobierno de España Pedro Sánchez y el líder catalán Quim Torra (REUTERS/Sergio Perez)
El presidente del Gobierno de España Pedro Sánchez y el líder catalán Quim Torra (REUTERS/Sergio Perez)

La negociación política es la evolución humana contra la imposición y la supremacía. Gracias a ella hemos podido alcanzar acuerdos que nos han brindado una paz duradera y nos ha permitido crear mejores sociedades. La negociación es el deporte que mejor deberían practicar los políticos en democracia. Sus representados se lo exigen ya que es condición necesaria para la convivencia. Seamos sinceros. Nosotros, que no podemos acordar un lugar para cenar con nuestros amigos, seríamos incapaces de llegar a grandes acuerdos nacionales que marquen una política de Estado o una hoja de ruta del comportamiento en comunidad.

Uno de estos grandes acuerdos que tiene por delante el Gobierno de España es la “agenda del reencuentro” con el Gobierno de Cataluña -bautizada así con gran esfuerzo semántico por el presidente Pedro Sánchez-. Se trata de la Mesa de diálogo que los representantes de los gobiernos nacional y regional llevarán adelante para evaluar alternativas a un conflicto que en los últimos diez años dividió y radicalizó a la sociedad española y catalana.

En las librerías encontraremos innumerables manuales con “tips” para llevar adelante una negociación exitosa, Textos que nos hablan sobre la conformación del equipo; la recopilación de información; el conocimiento de los objetivos de la contraparte; el llegar a acuerdos parciales; el buscar siempre que ambas partes se sientan ganadoras en un “win-win”. Pero más allá de la técnica, esta “Mesa de diálogo” entre España y Cataluña esconde algunas victorias, retos y dificultades que conviene seguir de cerca.

En cierto modo, la sola aceptación y conformación de la mesa de negociación ya es una victoria parcial para el gobierno de Sánchez. Supo transmitir que el encuentro es sinónimo de “diálogo” haciendo propio un estandarte que hasta ahora era una exigencia del independentismo. Esto compromete a las partes a sentarse y augura cierta permanencia, ya que ninguno querrá ser acusado de romper con el “diálogo”.

Por otro lado, la “Mesa” deberá superar el reto que conlleva una negociación pública donde se hace difícil llegar a acuerdos cuando todo se transforma en un espectáculo televisado. Es de esperar que luego del encuentro cada equipo comparezca para mostrar sus avances y victorias, que serán concesiones que otorgó la otra parte. Esto en período de pre-campaña en Cataluña puede ser muy desgastante para todos los actores. El reto consistirá en acordar un protocolo de comunicación de cada reunión que no le haga zancadillas a los pasos avanzados y contente a cada uno de sus electores. Difícil reto.

La generación de expectativas y la falta de paciencia será otro de los desafíos que tendrá que afrontar esta Mesa de diálogo. Algunos esperan grandes victorias en poco tiempo, otros no esperan nada. Ambos olvidan que la negociación política es un minué en el que se debe andar de puntillas, donde se avanza y se retrocede permanentemente con el objetivo de crear un nuevo acuerdo. Un acuerdo que se produce y co-construye desde cero.

En negociación política, hasta las líneas rojas deben ser punteadas, y en lo posible privadas al fuero íntimo de cada negociador. Pero el gobierno de Pedro Sánchez tenía la necesidad de hacer pública cierta frontera -la “seguridad jurídica”- para tranquilizar a aquellos que quieren a Cataluña dentro de España. Ese límite deberá ser superado para la producción de nuevas soluciones que solo se podrán dar si los equipos negociadores de Sánchez y Quim Torra -Presidente de la Generalitat- centran su atención en los intereses estratégicos superando las posiciones de trincheras y todo “capricho” que los devuelva al punto muerto en el que estaban.

Deberán entablar una relación de confianza y respeto, separando el problema de las personas que son en definitiva las que negocian, con sus sueños, sus heridas y rencores. Por eso la Mesa de diálogo que se está llevando a cabo entre España y Cataluña, deberá contar con interlocutores de gran capacidad de raciocinio, dotados de empatía, templanza y apertura mental, al mismo tiempo que mantienen la calma y soportan la presión externa e interna.

Esta “agenda del reencuentro” es una esperanza, un pasadizo secreto en un callejón que se veía sin salida. Es una oportunidad para sentar en la mesa, no solo a los negociadores políticos si no a todas esas familias y amigos que el conflicto catalán separó. Esta negociación la personificarán Sánchez y Torra pero terminará siendo un acuerdo de toda la ciudadanía.

El autor es consultor y analista político