¿Son importantes las elecciones en Estados Unidos?

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El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump (REUTERS/Leah Millis)
El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump (REUTERS/Leah Millis)

Con los primeros resultados de las internas de los partidos demócrata y republicano, comienza a quedar en claro el panorama electoral estadounidense. Mientras ya sabemos que el candidato de los republicanos será Donald Trump, entre los demócratas tiene lugar actualmente un duro enfrentamiento entre el sector más progresista del partido (hoy claramente representado por el senador Bernie Sanders) y el más moderado (campo que aún se encuentra sumamente atomizado). ¿Qué puede llegar a suceder en la elección presidencial de Noviembre? ¿Cuán importante es esta elección?

Comencemos por lo que esta ocurriendo en el Partido Republicano. Una de las mayores sorpresas que ha dado Trump ha sido su capacidad para lograr el apoyo de su partido. Después de todo, el presidente no era una figura del establishment republicano, sino un outsider que venía a cuestionar a las élites nacionales y partidarias. Su presidencia significó un abrupto cambio respecto a ciertos temas de la agenda republicana, como fueron la adopción de políticas migratorias más restrictivas y la imposición de barreras al libre comercio. A pesar de esto, durante su impeachment en el Congreso Trump contó con el apoyo de todos los senadores republicanos (con la excepción de Mitt Romney) y las encuestas muestran que las bases del partido le son sumamente fieles (algo que también puede observarse durante sus concurridos actos políticos).

Esto significa que Trump llegará a la elección presidencial contando con un fuerte apoyo de su electorado (mayormente conservador y blanco). Pensando en el resto de los votantes, su principal activo será la buena situación económica y, más específicamente, la suba de los salarios reales y la baja del desempleo. En el último año los salarios subieron más del 3%, favoreciendo especialmente a los trabajadores con bajos ingresos. El desempleo es de tan sólo un 3,6% y las tasas desempleo en las comunidades afroamericana y latina son las más bajas que se tenga registro. Por otra parte, los sectores de mayores ingresos se han visto beneficiados no solamente por la suba de las acciones y los bonos, sino también por la baja de impuestos que Trump impulsó un par de años atrás.

En definitiva, a los demócratas les será sumamente difícil cuestionar el estado actual de una economía que, si bien enfrenta problemas estructurales debido a sus déficit fiscales y el bajo crecimiento de su productividad, crece y brinda beneficios a gran parte de la población.

La principal ventaja que tendrán los demócratas durante la campaña será la impopularidad de Trump. Su índice de aprobación es de aproximadamente un 50%, un número que en términos históricos es bajo para un presidente. A esto debemos sumarle la intensidad de la oposición que Trump despierta en ciertos sectores de la sociedad y del establishment (preocupados, entre otros temas, por el debilitamiento de las instituciones republicanas y los valores liberales). Pero cuando uno analiza las encuestas, se encuentra que la impopularidad no es exclusiva de Trump, sino que los políticos estadounidenses -incluyendo a los demócratas- generan rechazo.

Y es aquí en donde encontramos el mayor problema que enfrentan los demócratas. No tienen un gran candidato para enfrentar a Trump. No tienen un Obama. Para muchos estadounidenses Sanders, que tiene 78 años y cuatro meses atrás sufrió un infarto, es un extremista. Sus tendencias “socialistas” dificultarían entonces la formación de una amplia coalición para vencer a Trump. Por otra parte, el vicepresidente de Obama, Joe Biden, Pete Buttigieg, cuya campaña ha ganado fuerza en las últimas semanas, y el millonario Michael Bloomberg no parecen tener suficiente carisma. Más grave aún, son vistos como parte de un establishment que muchos rechazan. No representarían, en definitiva, el espíritu de la época.

Pero más allá de quien gane la elección presidencial, también debemos preguntarnos cuanto variarán las políticas de EEUU dependiendo de quien sea electo. Y la respuesta es quizás menos de lo pensado.

Una presidencia de Sanders seguramente marcaría un cambio económico respecto a la de Trump e inclusive a la de un demócrata más moderado. Pero difícilmente Sanders pueda aprobar legislación progresista en un Senado que tiende a ser conservador. Independientemente de quien sea electo, la política exterior difícilmente se verá afectada en el que quizás sea el punto más relevante. En los últimos años ha surgido en EEUU un nuevo consenso respecto a la necesidad de contener el ascenso de China como nueva potencia mundial. Tanto republicanos como demócratas, y gran parte del sector empresario, han abandonado la idea de que con el paso del tiempo Beijing abrazaría el sistema internacional promovido por Washington y se transformaría en una democracia liberal. Hoy, por lo contrario, reina el realismo y el esceptisismo.

En parte, las políticas que introdujo Trump reflejan cambios más profundos que han tenido lugar tanto en la sociedad como en el sistema internacional, y es por este motivo que probablemente continuarán en el tiempo más allá de quien ocupe la Casa Blanca.

El autor es secretario general del CARI y global fellow del Wilson Center.