OPINIÓN: El manejo de nuestra fragilidad emocional

Trabajamos muy poco nuestras inseguridades y eso nos lleva a tener un equilibrio emocional bastante precario. Nuestras incomodidades, si no molestan de manera constante, las dejamos pasar

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(Foto: cortesía)
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Por Celia Antonini

Cuando nacemos no estamos psíquica ni emocionalmente preparados para enfrentar la vida. Basta con ver con qué facilidad un pequeño se pone a llorar desconsoladamente cuando su amigo le quita el juguete o la angustia de una nena de 10 años al perderse en medio de una multitud. Cuando somos niños necesitamos de los adultos para que nos ayuden a sobreponernos emocionalmente.

A su vez, los procesos mentales que nos permiten decidir, planificar, entender, llevar a cabo nuestras tareas, controlar nuestras emociones y relacionarlos con el mundo que nos rodea, tardan más de 20 años en terminar de formarse. En el proceso vamos creciendo desprolijamente, haciendo lo que podemos con nosotros, tratando de sortear las fragilidades internas que nos aparecen y que, de un instante para el otro, nos puede sumergir en un torbellino emocional. Estamos llenos de emociones encontradas, de debilidades, sentimientos dispares, de angustias, tensiones, miedos e inseguridades, que nos provocan inestabilidades y desequilibrios emocionales internos.

Un solo pensamiento puede dañarnos, un solo recuerdo nos puede entristecer o generar temor. Tanto nuestra paz interior como nuestro equilibrio emocional se encuentran amenazados por nosotros mismos y nos muestran cuan poco preparados estamos para enfrentar de manera más sólida y más contundente las situaciones que nos tocan vivir.

Nos sabemos frágiles e inestables, pero, aun así, mantenemos vigentes nuestras debilidades o tenemos una actitud distraída hacia lo que nos sucede. Tratamos de evadir aquello que sabemos que va incomodarnos o causarnos malestar, detenernos en nuestros puntos débiles suele ser un trago difícil de sobrellevar y en la medida de lo posible, tratamos de evitarlo.

No solemos tener una actitud proactiva para resolver aquellos aspectos que consideramos débiles, excepto cuando esa fragilidad implica un alto grado de sufrimiento. La mayoría de las veces enfrentamos a nuestros miedos e inseguridades cuando ya agotamos todas las posibles vías de escape, cuando su presencia nos persigue como el gato al ratón y nos acorrala en un rincón dispuesta a lanzarse sobre nosotros.

Todos sabemos lo difícil que es ir en la búsqueda de algo que no queremos enfrentar y de lo cual preferimos escapar.

¿Usted cuan dispuesto está a modificar o resolver alguna de sus fragilidades?" Si le tiene miedo a las alturas, ¿se subiría hoy a un edificio alto? ¿Le pediría a un amigo que lo llevara a un segundo piso para asomarse por el balcón? ¿O empezaría por el primer piso? ¿Buscaría la forma de enfrentarlo? O, ¿si usted se siente condicionado por la mirada de los demás y tiene miedo de no ser aceptado, podría hoy hacer algo diferente?

Ambos sabemos que la respuesta es no. Es posible que al leer las preguntas haya pensado que sí, pero llegado el momento, usted dirá: "La altura me da miedo, no puedo hacerlo. No voy a procurarme un malestar". O," No quiero que los demás dejen de quererme, todavía no me siento en condiciones para correr esos riesgos".

Trabajamos muy poco nuestras inseguridades y eso nos lleva a tener un equilibrio emocional bastante precario. Nuestras incomodidades, si no molestan de manera constante, las dejamos pasar.

El bienestar es la ausencia del miedo. Cuando el miedo se va, aparece en su lugar la alegría, la calma, el regocijo, la contemplación y todas aquellas emociones que nos hacen sentir plenos o felices. Enfrenar nuestras debilidades y temores es el camino, pero para lograrlo tenemos que trabajar duro.

No hay recetas mágicas para estos casos. La fe, la esperanza o los buenos deseos no nos serán de gran ayuda. Solo necesitamos trabajar mucho para enfrentar nuestras debilidades y comenzar a dominarlas.

Nuestra naturaleza es frágil y nuestra voluntad no es fuerte. La buena noticia es que la voluntad se puede entrenar.

Solo nos resta ponernos a trabajar.

*Psicóloga y escritora

Lo publicado aquí es responsabilidad del autor y no representa la postura editorial de este medio