El dramático final de un líder que terminó arrinconado por la Justicia

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"El APRA nunca muere" es el lema más coreado y tradicional de los simpatizantes y militantes del partido político más antiguo y vigente del Perú, pero que hoy está de luto ante la sorpresiva y aún desconcertante muerte de su líder Alan García Pérez.

Era sin duda el político que generaba pasiones encontradas. Unos lo querían y hasta se inmolaban judicialmente por él, como su ex ministro Agustín Mantilla, quien se fue a la tumba sin declarar nada en contra del líder aprista, y otros lo odiaban de tal forma que siempre esperaban verlo en la cárcel.

Tuve la oportunidad de entrevistarlo en varias ocasiones y de seguir sus actividades en su primer gobierno en 1985, que para la historia del Perú fue el más desastroso. Sin embargo, las nuevas generaciones se preguntan cómo es entonces que fue elegido para un segundo período en el 2006.
Su verbo florido, imponente, hacía temblar a los periodistas y siempre lograba un buen titular por sus frases altisonantes.

Luego de su primer gobierno sorteó muchas persecuciones judiciales y policiales. Nadie entendía cómo ante las evidencias fiscales Alan García salía airoso de las denuncias. Allí están los casos de la cuestionada construcción del Tren eléctrico para Lima, por ejemplo.

Durante el gobierno de Fujimori, cuando se dio el autogolpe, Alan García fue buscado en su casa para ser detenido. Al llegar los militares, él se refugió por los techos y de manera sagaz saltó hasta un edificio en construcción y ahí permaneció 48 horas. Evadió así la detención hasta que se asiló en Colombia y terminó en Francia.

Otro punto de vista: "Alan García huyó otra vez", de Javier Arevalo

Alan García se formó en el tradicional e histórico APRA partido fundado por Víctor Raúl Haya de la Torre. Viejo líder encarcelado políticamente y una persona que nunca llegó a la presidencia. Formador de políticos añejos, el APRA tiene una doctrina democrática que pregona la justicia social. En el primer ideario buscaban la lucha contra el "imperialismo yanqui". El libro que todo aprista tiene que leer para jurar en nombre de Haya de la Torre, es el Antiimperialismo y el APRA. De esos líderes quedan aún pocos, con el paso de los años ellos se fueron disolviendo, desperdigando y otros descansan en paz.

García pudo evadir a esa justicia. Sin embargo, la ola de denuncias y corrupción de Odebrecht también le alcanzó. Todos los últimos presidentes del Perú o están detenidos, con requerimiento judicial o a la espera de una extradición. García no se veía en esa situación. Sabía que esta vez los argumentos en su defensa podrían ser poco creíbles. Ahí está su fallido intento de buscar un asilo en la embajada de Uruguay. Francia, España o Estados Unidos no podían ser refugio pues la justicia ya le había impuesto la orden de impedimento de salida del país.

Todo parecía derrumbársele. Ya existían rumores de aplicarle una orden de detención preliminar que lo llevaría a la cárcel por lo menos diez días. Hoy la policía le tocó la puerta y García se refugió en su dormitorio. Llamó a su secretario y tuvo cinco segundos de esos en que se toman las mejores o peores decisiones. García cogió una pistola, apunto a la cabeza, y disparó.

Soberbio y seguro de sí, su última frase fue "yo no nací para robar". Se los dijo a los periodistas que un día antes estuvieron en su casa.

Para muchos, García se va con su verdad para evitar las idas y venidas a los juzgados que ya lo tenían en la mira. Sus más cercanos colaboradores también han sido detenidos. El principal funcionario de la empresa Odebrecht Jorge Barata está a punto de hablar y confesar si Alan García recibió dinero o no de la empresa corrupta. Ahora lo que diga, ya no lo juzgará en los tribunales terrenales.

El autor es periodista y docente.