Mercenarios rusos colocaron minas y trampas explosivas en zonas civiles de Libia según un informe de la ONU

El avance del reporte publicado por The Guardian señala al Grupo Wagner, cercano al Kremlin, como autores de crímenes de guerra

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Mercenarios del Grupo Wagner en Libia.
Mercenarios del Grupo Wagner en Libia.

Los mercenarios rusos en Libia violaron sistemáticamente el derecho internacional al colocar minas en áreas civiles sin ningún intento de marcar su ubicación o retirar los artefactos letales, según descubrieron investigadores de la ONU.

De acuerdo con un informe confidencial de la ONU que se hará público en las próximas semanas y al que tuvo acceso The Guardian, los miembros del Grupo Wagner, una empresa militar privada que ha sido usada por el Kremlin en varios conflictos internacionales incluida la actual guerra en Ucrania, también instalaron trampas explosivas para poderosas armas antitanque que fueron responsables de la muerte de dos desminadores que trabajaban para una ONG.

Los investigadores sospechan que una trampa explosiva encontrada en un barrio civil de Trípoli, hecha de un proyectil de mortero y explosivo plástico adherido a un oso de peluche, también fue obra de combatientes de Wagner.

Las conclusiones del informe, elaborado por un equipo de especialistas que trabaja para un comité de la ONU encargado de monitorear el régimen de sanciones y el embargo de armas a Libia, reforzarán la creciente preocupación en las capitales occidentales sobre el papel desempeñado por Wagner en toda África.

El mes pasado, The Guardian reveló que memorandos militares internos en Malí vinculaban a Wagner con una serie de masacres allí. Wagner también ha sido acusado de abusos contra los derechos humanos en la República Centroafricana, donde en los últimos meses sus miembros han estado combatiendo a los rebeldes en nombre del gobierno.

Presuntos combatientes del grupo Wagner también han sido acusados de asesinar a civiles durante la invasión rusa de Ucrania.

Sergei Lavrov, el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, admitió recientemente que Wagner estaba presente en Libia de manera “comercial”, pero reiteró la posición oficial de Moscú de que la empresa no tiene nada que ver con el Estado ruso.

Los expertos creen que hay unos 2.000 mercenarios rusos en Libia, 1.000 menos que en el pico de los combates hace dos años.

El informe de la ONU visto por The Guardian cubre 13 meses desde marzo de 2021 hasta abril de 2022, aunque la acusación de que Wagner usó minas indiscriminadamente en áreas civiles se remonta a cuando los combatientes del grupo apoyaron el avance sobre Trípoli lanzado por el general Khalifa Haftar, un ex comandante del ejército libio que controla gran parte del este del país.

El ataque se estancó en las afueras de la capital libia a principios de 2020, donde los combatientes de Wagner colocaron una gran cantidad de poderosas minas antipersonal y antitanque para defender sus posiciones.

Según el derecho internacional, Wagner debería haber marcado las posiciones de las minas, advertido a la población local y retirado las minas cuando se retiraron varias semanas después. No hacerlo constituye un crimen de guerra, según las convenciones de Ginebra.

Según el panel, el grupo de mercenarios no tomaron tales precauciones al colocar 35 minas antipersonal en áreas civiles del municipio de Ain Zara.

“Esta incapacidad para evitar, o al menos minimizar, los efectos incidentales de las municiones desplegadas en la población civil hizo que su método de guerra fuera ilegal”, dice el informe.

Poco después de la retirada de Wagner de sus posiciones en Ain Zara, una mina trampa mató a dos limpiaminas civiles. “El dispositivo no estaba marcado y estaba conectado a un objeto inofensivo dentro de una casa civil”, dice el informe.

Los investigadores sospechan que una trampa explosiva encontrada en un barrio civil de Trípoli, hecha de un proyectil de mortero y explosivo plástico adherido a un oso de peluche , también fue obra de combatientes de Wagner.
Los investigadores sospechan que una trampa explosiva encontrada en un barrio civil de Trípoli, hecha de un proyectil de mortero y explosivo plástico adherido a un oso de peluche , también fue obra de combatientes de Wagner.

Los investigadores también descubrieron que los operativos de Wagner no intentaron seguir el derecho internacional cuando colocaron minas antitanque con trampas explosivas a lo largo de una carretera en el sur de Trípoli que probablemente sería utilizada por civiles después de su retirada.

Algunas de las conclusiones de los investigadores se basaron en una tableta que dejó Wagner cuando se retiraron. El dispositivo fue obtenido por periodistas y examinado por el equipo de la ONU.

La tableta almacenó un documento de 10 páginas de enero de 2020, que incluía una lista de las armas y el equipo necesarios para varias subunidades dentro de Wagner en Libia y los nombres en clave del personal superior de Wagner. Estos incluyen un “director general” que los investigadores identifican como “muy probablemente Yevgeny Prigozhin”, un hombre de negocios con estrechos vínculos con Vladimir Putin. Prigozhin le dijo a The Guardian que no tenía ningún vínculo con el Grupo Wagner.

En el informe se retrata a Libia como un país profundamente dividido y sumido en la violencia, donde los abusos contra los derechos humanos son constantes y tienen una multiplicidad de perpetradores. Destacan que esta situación fue desatada después del derrocamiento de Muammar Gaddafi respaldado por la OTAN hace 11 años.

Los explosivos se retiran de los asentamientos civiles en la región de Al-Hira, Libia, en julio de 2020.
Los explosivos se retiran de los asentamientos civiles en la región de Al-Hira, Libia, en julio de 2020.

El recrudecimiento de los hechos empezó desde 2014, cuando el gobierno internacionalmente reconocido en occidente entró en abierto conflicto con las fuerzas de Haftar, que cuentan con el respaldo de naciones como Emiratos Árabes y Rusia, mientras que el gobierno tiene a Turquía de su parte.

Aunque no ha habido combates sostenidos durante casi dos años , las actividades de decenas de grupos armados, redes criminales y mercenarios siguen desestabilizando a los países vecinos.

“La presencia continua de combatientes chadianos, sudaneses y sirios, y empresas militares privadas en el país sigue siendo una grave amenaza para la seguridad de Libia y la región”, dice el informe.

La relativa calma establecida desde el verano de 2020 se debió a una “entrada experimental” entre Rusia y Turquía, y ha permitido a Rusia utilizar su presencia militar para consolidar intereses económicos y el uso estratégico de Libia como plataforma de lanzamiento para los esfuerzos en la región del Sahel más al sur.

“Fue bastante complicado al principio, pero una vez que se tiene eso, ambas naciones pueden ver si una Libia más pacífica les sería más útil y la respuesta fue sí. Pero la imagen no es estática y la calma ahora es más frágil”, le explicó al medio británico Jalel Harchaoui, experto independiente residente en París especializado en Libia.

El embargo de armas impuesto por el consejo de seguridad de la ONU a Libia es “totalmente ineficaz” y “no tiene efecto disuasorio”, creen los investigadores de la ONU.

El próximo informe enumera al menos 175 vuelos militares de la Federación Rusa que transportaron casi 10.000 toneladas de carga entre el 1 de mayo de 2021 y el 31 de marzo de 2022, que según Moscú comprendían “asistencia humanitaria a Libia, incluido el suministro de vacunas contra Covid-19″. Esta respuesta fue recibida con escepticismo por parte de los investigadores.

“Las agencias de la ONU no han observado ni oído hablar de ninguna gran cantidad de ayuda humanitaria de la Federación Rusa que se suministre o distribuya en el este de Libia. No se ha identificado ayuda humanitaria a partir de imágenes satelitales o informes terrestres en las áreas de descarga de aeronaves”, dice el informe.

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