La pandemia del COVID-19 podría cambiar las formas de registrar las muertes en el mundo

Expertos en salud pública y demógrafos advierten que muchos gobiernos nacionales han avanzado en la modernización de su infraestructura para ampliar la notificación de cifras de mortalidad, datos que definen como “el GPS” para mejorar los programas de salud mundial

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Viajantes en Ahmedabad, India, registran los detalles de su traslado en mostradores antes de dar sus hisopos para pruebas rápidas de antígenos a su llegada a una estación de ferrocarril en medio del brote de COVID-19 el 8 de septiembre de 2020. REUTERS/Amit Dave
Viajantes en Ahmedabad, India, registran los detalles de su traslado en mostradores antes de dar sus hisopos para pruebas rápidas de antígenos a su llegada a una estación de ferrocarril en medio del brote de COVID-19 el 8 de septiembre de 2020. REUTERS/Amit Dave

Cuando el mundo se acerca al reporte del millón de muertes por la enfermedad del COVID-19, las autoridades de salud pública estiman que el número real de fallecidos es mucho mayor porque una gran parte de los contagiados no fueron contabilizados. Pero este no es un problema que surgió con el coronavirus. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año dos tercios de las muertes mundiales no son registradas por las autoridades locales ni sus causas.

Ahora, según una investigación de la Radio Pública Nacional de EEUU (NPR, por sus siglas en inglés), ese subregistro de muertes podría estar cambiando por la pandemia del coronavirus.

“La pandemia ha cambiado las reglas del juego”, aseguró Romesh Silva, demógrafo del Fondo de Población de las Naciones Unidas. “Ha hecho que los gobiernos nacionales se den cuenta de que un registro de defunciones exhaustivo es la forma más apropiada de entender la mortalidad”.

El doctor Prabhat Jha, epidemiólogo y director fundador del Centro de Investigación de Salud Global del Hospital St. Michael en Toronto, también sostiene que contar los muertos y describir las causas representa “el GPS” para mejorar los programas de salud mundial. “Si no sabes cuántas personas mueren de malaria en Mozambique, o cuántas personas mueren de VIH/SIDA en Kenia, entonces no puedes ajustar tu plan para decir, bueno, vamos a tener programas de tratamiento o prevención que satisfagan la necesidad. En ausencia de esa información, no tienes realmente una hoja de ruta para mejorar la salud”, explicó.

Durante años, los expertos en salud pública y los demógrafos han estudiado cómo mejorar los cálculos de las muertes, testeando nuevos sistemas y probando distintos métodos para obtener un mejor recuento. En Sierra Leona, por ejemplo, se han movilizado entrevistadores médicos capacitados para realizar autopsias verbales y transmitiendo la información a un órgano central. Pero la OMS advierte que los progresos han sido limitados.

Los expertos epidemiológicos alertan desde hace semanas de un repunte de casos en Brasil, como ya ocurre en el estado de Amazonas, si la población no mantiene el distanciamiento social y el uso de la mascarilla  (EFE)
Los expertos epidemiológicos alertan desde hace semanas de un repunte de casos en Brasil, como ya ocurre en el estado de Amazonas, si la población no mantiene el distanciamiento social y el uso de la mascarilla (EFE)

En la actualidad, más de 100 países en vías de desarrollo aún carecen de sistemas que permitan el "registro eficiente de los nacimientos y otros acontecimientos de la vida como los matrimonios y las defunciones”. Y a nivel mundial, casi 230 millones de niños menores de cinco años no están registrados, según el mismo informe.

Prabhat Jha explica que el problema está en que la infraestructura de registro de muertes suele ser más débil donde la necesidad es más grave. Las mayores lagunas se encuentran en el sur de Asia - India, Bangladesh y Pakistán - y en el África subsahariana; precisamente los lugares donde la mortalidad prematura es más elevada.

Srdjan Mrkić, jefe de la sección de estadísticas demográficas de la Comisión de Estadística de las Naciones Unidas (UNSD), afirma que las cifras de mortalidad son de gran importancia para establecer políticas, y especialmente durante una pandemia porque ofrecen una herramienta para “retroceder” con el impacto del brote.

A diferencia del registro total de muertes o casos de COVID-19, las estadísticas nacionales de mortalidad no se basan en pruebas. Al examinar el exceso de mortalidad, es decir, el número de muertes por encima de lo que cabría esperar en condiciones “normales” en un período de tiempo determinado, las autoridades de salud pública pueden llegar a distintas conclusiones sobre el alcance y la gravedad del virus.

Estas conjeturas son fundamentales para desplegar una respuesta adecuada: el número de médicos que se deben desplegar, o los ventiladores que se necesitan, o la ocupación hospitalaria que se espera.

El conflicto es que para que los países utilicen el exceso de mortalidad como medida eficaz necesitan años de datos de referencia con los que comparar las nuevas cifras. Y eso es un problema al notarse que muchos países, la mayoría de bajos ingresos, han carecido históricamente de los recursos necesarios para tener registros sólidos.

Según Mrkić, la pandemia del COVID-19 ha provocado trastornos generalizados en la realización de estadísticas, debido en parte al enorme volumen de nuevas muertes y también a la presión internacional para que los gobiernos realicen recuentos de muertes a tiempo. Pero también ha sido positiva ya que algunas naciones han trabajado duro para ampliar la notificación de cifras y tomar medidas para modernizar la infraestructura existente.

Trabajadores sanitarios desinfectan documentos en la Oficina de Registro de Roma, Italia, el 27 de marzo de 2020 (REUTERS/Remo Casilli/Archivo)
Trabajadores sanitarios desinfectan documentos en la Oficina de Registro de Roma, Italia, el 27 de marzo de 2020 (REUTERS/Remo Casilli/Archivo)

Un estudio de la ONU por el brote de COVID-19 detectó dos situaciones: por un lado, en los países en su mayoría desarrollados la pandemia no tuvo un efecto adverso en el funcionamiento del registro civil, y, por otro lado, en un grupo de países de bajos recursos los efectos de la pandemia en el recuento de las muertes habían sido negativos. Y Mrkić advirtió que en este segundo grupo de naciones las familias, temiendo el virus, a menudo dudaban en llevar a un pariente gravemente enfermo al hospital, donde la ley exige que se registren las muertes.

“Lo que temo es que a raíz de la pandemia se produzca un número de muertes que nunca se incluirá en las estadísticas vitales”, dijo Mrkić. “Podría ser imposible obtener las cifras reales en muchos países”, agregó, pero afirmó que hay algunos casos esperanzadores.

Algunos países, como Costa Rica y Uganda, han enviado trabajadores a zonas típicamente desconectadas para obtener mejores recuentos. Y otras naciones, especialmente de América Latina, han ampliado los sistemas de registro electrónico de las muertes, lo que ha mejorado la eficiencia y el acceso a la información, señaló Mrkić.

Helena Cruz Castanheira, oficial de asuntos de población de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina y el Caribe, añadió que aunque los resultados fueron desiguales, muchos países, como Colombia y Brasil, han eliminado las barreras para facilitar el registro de muertes en internet a través de la tecnología.

“Sudáfrica y Ecuador son verdaderos protagonistas: han pasado de la notificación anual a la semanal de las estadísticas de mortalidad”, dijo Silva. Y concluyó: “Esta pandemia ha puesto de manifiesto la importancia de la innovación que da prioridad a los datos y los pone a disposición rápidamente”.

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