La retención de depósitos bancarios hizo estallar nuevamente las protestas en El Líbano

La medida, que impide retirar gran parte del dinero guardado a los ahorristas, hizo estallar la combinación de la crisis económica, la pandemia y un triste y pobre Ramadán. Hubo duros enfrentamientos entre manifestantes y el ejército durante dos noches

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Uno de los bancos incendiados en la ciudad libanesa de Trípoli, durante las protestas por un "corralito" impuesto a los depósitos en dólares. REUTERS/Omar Ibrahim
Uno de los bancos incendiados en la ciudad libanesa de Trípoli, durante las protestas por un "corralito" impuesto a los depósitos en dólares. REUTERS/Omar Ibrahim

El grito de “¡Zaura!” (revolución) volvió a retumbar en El Líbano apenas unas horas después de que se levantaran algunas de las restricciones de movimiento por el coronavirus. Ni siquiera el ayuno del sagrado Ramadán, detuvo a los manifestantes. La crisis económica se profundiza y los libaneses piden respuesta a un gobierno débil y a sus aliados del partido militar Hezbollah. En Beirut salieron a protestar desde sus autos y con algunos barbijos. En Trípoli, la segunda ciudad más grande libanesa, sunita y empobrecida, se olvidaron de la pandemia y se enfrentaron al ejército. Los bancos, principal foco de la ira popular por haber impuesto un “corralito” de hecho al impedir retirar la mayoría de los depósitos, quedaron en llamas. La prensa libanesa ya habla de “la noche de las molotov”.

Las protestas comenzaron el 17 de octubre del año pasado. Una eternidad en tiempos de cuarentena. Pero no para la memoria de los libaneses que vieron en ese tiempo una devaluación del 50% de su moneda, la libra libanesa, y cómo la mitad de la población descendía a la pobreza. Cayó el gobierno de Saad Hariri en enero, sacudido por la corrupción, y asumió el ahora primer ministro Hassan Diab apoyado por una extraña coalición de los cristianos del Movimiento Patriótico Libre y los shiítas de Hezbollah y Amal. La pandemia dio un respiro al gobierno que pronto cerró casi todo lo que pudo y lanzó al ejército a la calle. Oficialmente, hay hasta ahora 717 casos de Covid19 y 24 muertos. La gente le reconoce a Diab que reaccionó temprano y bien, aunque saben que como en buena parte del mundo los pocos casos se deben a que no se hacen testeos y que anotan como causa de muerte otras enfermedades. Ahora, la tregua del virus terminó y los libaneses regresaron a sus problemas más acuciantes.

El asesinato de Fawwaz Samman por parte de soldados del ejército durante las protestas del lunes en Trípoli, lanzó a la noche siguiente a miles de jóvenes a las calles. Los enfrentamientos fueron primero con los militares, 81 de ellos quedaron heridos, pero pronto se dirigieron a los bancos, cara visible de un sistema que no funciona. La libra libanesa se había devaluado a 4.000 por dólar en el mercado paralelo. Por 30 años se había mantenido a 1.500 pounds por dólar. “Lo que estás viendo es el resultado de problemas acumulados. Tuvimos una revolución, la gente estaba sufriendo, luego vino el coronavirus y la gente estuvo encerrada en sus casas durante un mes y medio sin que el Estado le asegurara comida ni nada”, explicó a la agencia AP, Abdelaziz Sarkousi, un manifestante de 47 años. “Ahora, llegamos a un estado donde desafortunadamente ya no se puede controlar a la gente. ¡La gente tiene hambre!”.

Las manifestaciones comenzaron en octubre del año pasado contra una élite gobernante acusada de conducir al Líbano hacia una grave crisis económica . REUTERS/Mohamed Azakir
Las manifestaciones comenzaron en octubre del año pasado contra una élite gobernante acusada de conducir al Líbano hacia una grave crisis económica . REUTERS/Mohamed Azakir

El toque de queda de las 21 horas, impuesto para intentar detener la pandemia, ya no es respetado. Hace dos noches que la gente sale a protestar a las calles apenas baja el sol y se rompe el ayuno del día. El “corralito” a los depósitos y el hambre le están ganando al miedo al virus. El pasado 7 de marzo, el Líbano declaró por primera vez en su historia que entraba en suspensión de pagos de la deuda exterior al no poder hacer frente a un vencimiento en eurobonos de 1.200 millones de dólares. El primer ministro, Hasan Diab, reveló que El Líbano arrastra una deuda pública de más de 90.000 millones de dólares, lo que supone un 170 % del PIB. Además, admitió que más del 40 % de la población pronto se encontrará bajo el umbral de la pobreza. En un discurso a la nación el 24 de abril, Diab acusó directamente al gobernador del Banco Central libanés, Riad Salame, de la caída libre de la moneda local. Una pelea política que agravó aún más la situación.

La economía libanesa está fuertemente dolarizada. Los depósitos de individuos en los bancos, en su mayoría, son ahorros en dólares. Y ahora, los bancos, en una medida unilateral, decidieron no devolver el dinero de los ahorristas en la divisa extranjera. El que depositó dólares recibe libras devaluadas. A esto, hay que sumarle una vertiginosa subida de los precios de productos básicos, de entre un 25 y un 60%. Y una ola de despidos masivos que dejó a más de 220.000 personas sin empleo en los últimos tres meses.

El primer ministro Hassan Diab, anunciando que El Líbano no podrá honorar el pago de un vencimiento de su deuda emitida en eurobonos, por lo que incurrirá en el primer default de su historia.
El primer ministro Hassan Diab, anunciando que El Líbano no podrá honorar el pago de un vencimiento de su deuda emitida en eurobonos, por lo que incurrirá en el primer default de su historia.

Si uno camina por la famosa Corniche, la costanera de Beirut sobre el Mediterráneo, o por el puerto Zaitunay con sus magníficos yates de magnates de los Emiratos, pareciera que se trata de la capital de un país muy próspero. Pero apenas uno va hacia el oeste o el sur del país, se da cuenta que todo ese lujo es apenas para unos pocos. Los 4,5 millones de nacionales, 1,5 de refugiados sirios, 300.000 de palestinos y unas 250.000 trabajadoras domésticas extranjeras, se encuentran atrapados en una dura situación.

Los libaneses están acostumbrados a las limitaciones, la muerte y la destrucción de la guerra civil (1975-1990) pero, incluso en esa época, la pertenencia a uno u otro grupo armado garantizaba la comida y las necesidades básicas estaban cubiertas. Ahora, la combinación de la crisis económica, la pandemia y un triste y pobre Ramadán hicieron que los libaneses perdieran la paciencia y se lanzaran nuevamente a las calles.

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