Según informa el diario Le Parisien, en Francia, dos ex empleados de una reconocida marca de pastís y uno que sigue en el cargo denuncian una “presión permanente” dentro de su empresa para beber en el trabajo. En septiembre, uno de ellos se enfrentó a su ex empleador ante los tribunales laborales. La decisión se emitirá a finales de mes. El consumo excesivo de alcohol, dicen, los ha vuelto dependientes y enfermos.
“¿De qué te quejas? Se te paga para ir de fiesta”
"Estoy destrozada, destruida", dice Amélie (el nombre ha sido cambiado) a Le Parisien. Esta representante de ventas, que sigue en funciones, explica que se hundió poco a poco en el alcoholismo.
Ser contratada por la compañía era su sueño. Amante de la buena vida, se suma rápidamente al ritual del pastís al entrar en la empresa: al mediodía, después de una reunión, por la noche como aperitivo, con los clientes... “Es la cultura corporativa, si dices que no, tienes mala fama”, comenta. Al final de su formación, su hoja de evaluación menciona “resistencia a un esfuerzo intenso”: “Mis colegas, que me habían visto beber, me explicaron que habían analizado mi reacción al alcohol, si podía aguantar o no”. Entre otras cosas, cuenta que durante un seminario de tres días en un barco en Barcelona, “nadie dormía, bebíamos litros, algunos hacían comas etílicos, recuerdo haber comido sólo una vez”.
Con el tiempo, su carga de trabajo aumenta, y por la noche, exhausta, bebe para darse valor. "Me dijeron: ¿De qué te quejas? Se te paga para ir de fiesta". Hasta que un día, se cae en la escuela de su hijo. Su médico le da de baja por "burn-out" y advierte: "si sigue así, en tres años estará muerta".
Tras un periodo de desintoxicación, la mujer vuelve al trabajo advirtiendo a su jefe que no puede beber ni una gota debido a su tratamiento. Pero, cuenta, "al final de la reunión, me dijo: ‘¿Quieres un Ricard? ¡No jodas, no estás en Perrier aquí!’". Amélie decide rápidamente dejar de trabajar. "Los médicos me dijeron que el alcohol había freído mis neuronas, tengo alucinaciones y oigo voces", confiesa. Hoy está de baja por enfermedad, y aunque está a punto de llevar su caso a los tribunales laborales, sigue muy apegada a su empresa.
“Este clan, tienes que dejarlo para abrir los ojos”
Julien y Philippe, ex empleados, también denuncian las condiciones en las que tuvieron que trabajar. Julien aguantó 16 años antes de dejar la empresa, agotado. Pero esta situación "no escandalizaba a nadie y era lo único que yo conocía", dice el hombre que fue contratado a los 23 años. Y si no ha denunciado estas prácticas a lo largo de los años, es porque "no me di cuenta: este clan, tienes que dejarlo para abrir los ojos".
A Philippe lo llamaban “el Señor Ricard” y estaba orgulloso de su apodo. Los ritmos en los días de fiesta eran infernales: había que beber “del mediodía a las 16:00” y “de las 21 a las 2” después de una breve siesta. A veces, bebían hasta “más de 40 Ricard al día”. Y si se negaba, su jefe le decía: “¿No te gustan los productos que vendes?”.
Hoy en día, tras 20 años de trabajar para la empresa Pernod Ricard, considera que escapó de lo peor. Si decide testificar, es para los jóvenes que quieran unirse a la empresa. “Pueden convertirse en alcohólicos sin darse cuenta”, sentencia.
Publicado originalmente por RFI