La Unión Europea insiste con sus políticas sobre Irán

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El presidente iraní Hasan Rohani con la imagen de los líderes supremos de fondo (AFP)
El presidente iraní Hasan Rohani con la imagen de los líderes supremos de fondo (AFP)

Muchos políticos de la UE están profundamente resentidos por la decisión del presidente estadounidense Donald Trump de abandonar el acuerdo nuclear con Irán. Tal resentimiento ha estado alimentando varias propuestas miopes que solo perjudicarán a las empresas e instituciones de la propia UE.

El enfoque político sobre Irán, defendido por la Representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad Federica Mogherini, es cada vez más discordante con la dirección tomada por los gobiernos nacionales de Europa. Ejemplo de ello es que varios ministros de asuntos exteriores europeos han dicho que examinarán la imposición de sanciones al régimen iraní, mientras que el gobierno danés ha pedido una acción más fuerte.

Por otra parte, la implementación de estos esquemas equivocados de Mogherini ha sido contrastada por líderes empresariales europeos poco entusiastas, cuyo consentimiento y cooperación son necesarios para poner en práctica la mayoría de los planes que propone la Representante de Exteriores de la UE. De hecho, sobre las últimas semanas del año, los líderes empresariales europeos manifestaron propuestas alternativas en los asuntos de negocios para Europa.

Por ejemplo, a pesar de los esfuerzos de los políticos de la UE por mantener el comercio con Teherán, innumerables entidades europeas, como Renault, Volkswagen, Siemens e incluso holdouts poderosos como Volvo, han anunciado planes para abandonar sus negocios y relaciones comerciales con Irán.

La prueba más reciente de ello es el servicio de mensajería financiera con sede en Bruselas SWIFT, que anunció a mediados de diciembre que está desconectando a los bancos iraníes de su sistema, inhibiendo así la capacidad de Irán para hacer negocios no solo con Europa sino también con América Latina. De tal modo, ha quedado claro que al igual que otras empresas europeas, SWIFT resistió las demandas miopes de los responsables políticos de la UE y se basó en su propio juicio y evaluación de riesgo para decidir cómo proceder.

En contraste, los políticos de la UE, liderados por Mogherini en Bruselas y el ministro de Relaciones Exteriores de Alemania, Heiko Maas en Berlín, han impulsado estériles esquemas que intentan obligar a entidades europeas a participar en actividades con Irán cuando las empresas no quieren hacerlo. En un discurso de fines de septiembre, Maas propuso que la UE establezca canales de pago independientes de los EEUU y un fondo monetario europeo con el objetivo expreso de eludir las sanciones de EEUU a Irán.

Para dejar en claro el dislate de la gestión de Morgherini en la materia, basta un repaso a su proyecto sobre un mecanismo de bloqueo que propone prohibir a las empresas de la UE cumplir con las sanciones estadounidenses anexando un paquete de 50 millones de euros, imputado al contribuyente europeo para compensar al régimen iraní por la pérdida de ingresos comerciales.

Lo que Mogherini y Maas se niegan a reconocer es que, independientemente de las sanciones de los EEUU, los líderes empresariales de la UE están llegando a la conclusión de que los desafíos y riesgos de operar en Irán superan con creces cualquier beneficio financiero o ganancia económica.

La lógica básica que sustenta el Plan de Acción Integral Conjunto o JCPOA como se conoce formalmente el acuerdo nuclear con Irán, era que Irán recibiría alivio de las sanciones a cambio de imponer restricciones a su programa nuclear. Pero las entidades y los contribuyentes europeos no deben ser obligados a pagar para sostener esta construcción claramente desmoronada, especialmente cuando Irán utiliza los beneficios obtenidos del comercio y la actividad empresarial europea para financiar el terrorismo en Oriente Medio e incluso en suelo europeo.

Mientras que los políticos de la UE, como Mogherini, están trabajando arduamente para aumentar los vínculos comerciales, los gobiernos nacionales de Europa están comenzando a tomar una posición. El 19 de diciembre, los ministros de asuntos exteriores  acordaron examinar posibles sanciones al régimen khomeinista en respuesta a la agresión manifiesta mostrada en Dinamarca y Francia.

Ningún país europeo serio ha aceptado el proyecto de Mogherini, presumiblemente porque saben cuán negativamente afectará su relación con los EEUU. Este hecho, combinado con el inicio de las nuevas sanciones impuestas por Washington y el historial de apoyo al terrorismo de Irán en Europa y en todo el mundo, debería obligar a las empresas europeas a abandonar Irán.

No hay justificación para que los europeos proporcionen bienes o servicios que ayuden al régimen iraní a financiar ataques terroristas en Europa ni para generar guerras en Oriente Medio. Una evaluación sencilla debería llevar a cualquier actor responsable a mantenerse alejado de Irán, el principal patrocinador estatal del terrorismo y el patrocinador de la masacre y la miseria en Siria.

El resentimiento político europeo por el fracaso del JCPOA eventualmente se desvanecerá. Sin embargo, los costos y el estigma para las empresas y entidades comerciales que operen con el régimen teocrático iraní puede no hacerlo y quedaran manchadas para toda su historia.

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