La guerra del pescado

Aumentan los conflictos por la pesca en todo el planeta. China construye islas artificiales y enormes barcos pesqueros. Rusia intenta dominar el derretido Polo Norte. El Atlántico Sur es uno de los campos de batalla

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Los humanos siempre dependimos del mar. De allí proviene uno de nuestros alimentos esenciales. Una tercera parte de la población global tiene en el pescado su principal fuente de proteínas. También es muy antigua la disputa por el control de los océanos y sus riquezas. ¿A quién pertenecen los mares? ¿Quién es el dueño de los peces? Son algunas de las preguntas que nos abrumaron por siglos. Ahora, la respuesta simple a ese dilema la están dando las grandes flotas que salen a pescar y depredar en aguas internacionales y de soberanía nacional sin hacer distinción entre unas y otras. Los conflictos por la pesca indiscriminada ya son cada vez más frecuentes. Y aunque pueda parecer anacrónico, aumentan las probabilidades de que la disputa sobre los derechos de pesca se convierta en un conflicto armado importante. La competencia de las grandes potencias por quedarse con un bien cada vez más escaso y necesario crece en forma acelerada y ya se preparan para la guerra del pescado.

"El petróleo está vinculado a entre el 25% y el 50% de todos los conflictos interestatales en el mundo desde 1973. ¿Podría pasar lo mismo con la pesca en un futuro no demasiado lejano?", se pregunta la prestigiosa revista Foreign Policy. Una investigación de Global Fishing Watch, revela que solo cinco países acaparan el 85% de la pesca en alta mar, lejos de sus zonas económicas exclusivas: China, España, Taiwán, Japón y Corea del Sur. Y los mayores conflictos han involucrado a embarcaciones procedentes de China, el mayor exportador de pescado del mundo y cuya población consume más del doble del promedio de otros países.

"China está construyendo una flota pesquera estatal para ocupar el Mar Meridional y usarla al mismo tiempo como fuerza de defensa. Utiliza su flota pesquera, de unos 2.500 barcos, como el tercer brazo de su Armada", dice el último informe anual del Pentágono para las comisiones de Inteligencia del Congreso estadounidense. Es allí, en el mar del sur de su país, donde el gobierno de Xi Jinping construyó varias islas artificiales como forma de ocupación del territorio marítimo internacional. Beijing dejó muy en claro que su soberanía en esas islas disputadas es "irrefutable" y amenazó con utilizar la fuerza militar si cualquier otro país, incluido Estados Unidos, intenta excluirlos de las aguas circundantes a las de su soberanía.

Claro que no es sólo esa zona más cercana a su territorio la que explota la enorme flota pesquera china. Tampoco lo es para las otras potencias pesqueras, como la española y la rusa, que faenan indiscriminadamente en el Atlántico y el Pacífico sur. Esos barcos se adentran constantemente en las aguas territoriales de las 200 millas marinas de varios países latinoamericanos para extraer el calamar o el bacalao en aguas de Argentina; el atún en las de Chile; el tiburón en las de Colombia y Ecuador; o la totoaba en las de México. Esto ya trajo enfrentamientos como el sucedido en 2016 cuando un barco guardacostas argentino hundió un pesquero chino que estaba faenando dentro de su zona de exclusión económica. Poco después se produjo un entredicho diplomático con México por la pesca y comercio chino de la totoaba, una especie mexicana en riesgo de extinción que habita en el Golfo de California. La presencia de embarcaciones chinas también provocaron conflictos en todo el oeste de África y aguas de Corea del Sur, Vietnam, Indonesia y Filipinas.

La pesca y el tráfico de la totoaba alcanza también a los cárteles mexicanos
La pesca y el tráfico de la totoaba alcanza también a los cárteles mexicanos

Al mismo tiempo existe una excesiva concentración de las zonas más ricas para la pesca y de los países que dominan el mercado global. Aquí se puede comparar, nuevamente, con la industria del petróleo: la mitad de la producción del último año provino de solo cinco países mientras que la mitad de las reservas recuperables están en Oriente Medio. En el caso de la pesca sucede algo similar. Aproximadamente el 60% del atún del mundo, la especia más apreciada y requerida, se captura en el Océano Pacífico occidental y central. El Pacífico se convierte así en el Oriente Medio del atún, donde los países más necesitados compiten por el valioso recurso. En esa región que contiene 22 pequeños estados insulares y territorios se registra la mayor cantidad de disputas por la sobrepesca y los derechos de pesca. Para dirimir los conflictos se creó la Comisión de Pesca del Pacífico Central y Occidental (WCPFC), que paso a ser un poderoso ente en el que se pelea en forma sorda por su control político.

En las últimas décadas, la demanda de pescado se duplicó: en los años 60 el mundo consumía un poco menos de 10 kilos de pescado per cápita al año; en 2016, el consumo aumentó a 20,3 kilos. A medida que mejora la calidad de vida de cientos de millones de personas en todo el mundo, también lo hace la demanda de alimentos, particularmente de proteínas como las que proporciona el pescado.

Las Naciones Unidas estiman que entre este 2018 y 2050, el número de humanos en la Tierra aumentará en un 29%, de 7.600 millones a 9.800 millones. La mayor parte de ese crecimiento de la población se producirá en Asia, África y América Latina, áreas donde millones de personas han pasado recientemente de la pobreza profunda a la clase media. Y parte de un estilo de vida de clase media es una dieta que incluye muchas más proteínas de las que consumen las personas más pobres. Como resultado de ese cambio, cree la organización de la ONU para la Agricultura y los Alimentos (FAO), la demanda global de proteínas superará el crecimiento de la población, aumentando entre un 32% y un 78%. Satisfacer esa demanda podría requerir entre 62 y 159 millones de toneladas adicionales de proteína por año. En este sentido, la FAO proyecta que podría aumentar en 21% la demanda de pescado para el año 2025. En algún momento se pensó que la cría de algunas especies, como la del salmón y la trucha, tanto en el mar como en los lagos, iba a suplir parte de la pesca silvestre. Pero la producción de peces de criadero es aún muy pequeña y apenas cubre la demanda de la población local. Por lo tanto, el control de los recursos pesqueros se convierte en una cuestión estratégica para muchos países.

También hay un importante componente en este peligroso cóctel de la lucha por los recursos alimenticios: la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada. Junto a las flotas de bandera aparecen estos "barcos piratas" que se quedan con entre el 20% y el 30% del total de la faena mundial. El mercado pesquero mueve cada año unos 150.000 millones de dólares. La pesca ilegal se queda con otros 36.000 millones de dólares. Esto hace que alrededor del negocio se armen flotas navales de gran porte y con poder de fuego. Muchos se mueven en verdaderas flotillas que son custodiadas por lanchas rápidas artilladas. Y son más dañinos aún que los enormes barcos factoría de las potencias. Infligen daños económicos, sociales y ambientales en algunas de las poblaciones más vulnerables del mundo, y compiten en forma desleal con las comunidades pesqueras artesanales. Entre estos barcos ilegales operan las organizaciones criminales transnacionales que también explotan a los peces para financiar sus otras actividades: los cárteles de la droga mexicanos, por ejemplo, diversifican sus ingresos traficando con los peces totoaba, cuyas vejigas natatorias, que algunos denominan como "la cocaína acuática", se venden a 20.000 dólares el kilo.

La pieza más cotizada de la especie marina: la vejiga natatoria
La pieza más cotizada de la especie marina: la vejiga natatoria

Además de los aproximadamente 100 millones de toneladas que se consumen para la alimentación cada año, los peces también proporcionan aceite de pescado, pegamento, alimento para animales de cría y fertilizantes; también, desempeñan un papel cada vez más importante en la investigación biomédica. Sin contar la cría de peces, la pesca marina genera aproximadamente 260 millones de empleos en todo el mundo. Si el sector colapsa debido a prácticas pesqueras insostenibles, tendrá consecuencias calamitosas para muchos países. Los líderes políticos de las naciones emergentes ya están soportando una enorme presión para asegurar los recursos que exigen sus ciudadanos, incluso si eso significa violar las normas y reglas internacionales. Esta presión podría sembrar las semillas del conflicto potencial. Ya estamos viendo la utilización de las flotas pesqueras como arma para ejercer influencia en las aguas en disputa y algunos analistas de la industria creen que pronto esos barcos tendrán armamento militar. Otra predicción de estos conocedores del mercado es que Estados Unidos y sus aliados van a ejercer una defensa cada vez más agresiva de sus recursos e intentarán conquistar nuevos territorios marítimos. Mientras que el deshielo provocado por el Cambio Climático en el Polo Norte ya tiene un potencial muy grande de enfrentamientos armados por la expansión rusa que intenta dominar las estratégicas rutas que se abrieron para sus cargueros y su flota pesquera. Dinamarca, Islandia y Canadá, que tienen jurisdicción sobre parte de esas aguas, ya mantuvieron varios incidentes diplomáticos con el Kremlin.

Los alimentos fueron desde siempre materia de conflicto entre los humanos. La pesca estuvo en el centro de esas disputas. Aunque por siglos se pensó que se trataba de un recurso inagotable y que las nuevas tecnologías lo iban a hacer siempre accesible. Ahora, sabemos que no es así. Y como sucedió siempre en la Historia, cuando los pueblos sienten amenazados sus recursos alimenticios se lanzan con furia en procura de lo que necesitan para mantenerse vivos.