Cómo es la última versión del auto elegido desde hace casi un siglo por "reyes, reinas y capitanes de industria"

Mientras que la mayoría de los fabricantes generalistas – al menos en el mundo desarrollado – deben presentar modelos completamente nuevos o profundamente renovados en promedio cada cuatro años, el fabricante británico Rolls Royce – hoy bajo el mando del Grupo BMW – se puede dar el lujo de hacerlo cada aproximadamente 15 años.

Es que cuando se está a cargo del diseño y la concepción de modelos que han sido reconocidos por más de un siglo como los más lujosos y señoriales del mundo, al parecer su fabricante puede tomarse el tiempo necesario para desarrollar lo que para muchos es – sin lugar a cuestionamientos – el mejor automóvil del mundo.

La octava generación del Phantom – consagrado como el tope de línea de la firma de la dama alada – se suma a la gama compuesta por variantes más "jóvenes y deportivas" como la imponente coupé Wraith y el sedán Ghost; además de anticipar el inminente lanzamiento del primer utilitario deportivo de la marca bautizado Cullinan, el cual promete competir mano a mano con el brutal Bentley Bentayga del Grupo VW.

A diferencia de su antecesor que contaba con una mundana base BMW derivada de un Serie 7, el nuevo modelo estrena una plataforma completamente nueva pensada exclusivamente para modelos Rolls Royce que será compartida con el mencionado nuevo vehículo todo terreno y las próximas versiones de los modelos "accesibles" de la marca.

Su diseño exterior incorpora detalles del concept-car 103EX presentado en 2016 y su emblemática parrilla de tipo "Panteón" es más grande pero a la vez más curvilínea, por lo que se integra de mejor manera al frente y no resulta tan tosca como la que lucía su predecesor.

Una nueva motorización V12 de 6.75 litros presenta dos turbo cargadores y desarrolla 570 caballos de fuerza, acoplado a una transmisión automática de ocho velocidades asistida de forma satelital para poder anticipar las curvas en la mejor marcha posible. Más allá de que no aspira a ser un deportivo, su aceleración de 0 a 100 km/h en 5.2 segundos y velocidad máxima de 250 km/h sorprenden.

El nuevo heredero a la corona es más liviano que el modelo que reemplaza pero un 30 por ciento más rígido, además de que presenta una suspensión neumática y dirección en las cuatro ruedas que le permitirá disimular su enorme porte ante el chofer que se encuentre a su mando.

Una nueva tecnología denominada "Flagbearer" (o abanderado en español) permite, mediante el uso de una cámara estéreo integrada al parabrisas, escanear el camino delante y de esta manera ajustar la suspensión para anticiparse a baches o molestos cambios en la calzada que puedan incomodar a sus ocupantes y que generen que – Dios no lo permita – se salpique el Champagne que se encuentran bebiendo camino a su evento de gala.

Es precisamente esta obsesión por hacer sentir a sus pasajeros como a bordo de una alfombra voladora la que ha llevado a utilizar más de 130 kg en materiales aislantes de sonido alrededor del habitáculo, además de dotar a los neumáticos con una espuma en su interior para minimizar el ruido al rodar en la nada despreciable cifra de 9 decibeles.

Distintas configuraciones del habitáculo trasero permiten contar con cuatro o cinco plazas, pero todas orientan los asientos externos ligeramente hacia adentro para que los ocupantes no deban forzar su cuello al intentar entablar una conversación cara a cara. Como si esto fuera poco, una versión extendida agrega 220mm al largo de la carrocería y permite ofrecer un espacio para las piernas de los ocupantes traseros digno de una cabina de primera clase.

Inspirados definitivamente en el mundo aeronáutico, los diseñadores incorporaron mesas rebatibles eléctricamente, enormes pantallas que desaparecen con solo tocar un botón y no olvidaron incluir una consola central que alberga un pequeño gabinete destinado a los amantes de la bebida con vasos y decantador de whiskey, además de flautas para espumantes y un pequeño refrigerador para mantener las espirituosas a la temperatura ideal.

Rolls Royce ideó una nueva opción de personalización que consiste en un panel de vidrio que se extiende a lo ancho de la cabina delantera denominado "The Gallery" (la galería) y que permite exhibir a bordo del habitáculo verdaderas obras de arte encomendadas bajo pedido al artista favorito del propietario del vehículo, algo nunca antes visto en un vehículo de producción.

Son precisamente ese tipo de opciones las que hacen que los aproximadamente USD 475.000 que pedirá Rolls Royce a cambio de "comenzar a hablar" para adquirir un Phantom VIII se disparen en muchos casos hasta superar el millón de dólares, una vez que se empiezan a seleccionar las pinturas bajo pedido, las pieles exóticas para tapizar el interior y otros detalles que le asegurarán a sus dueños que no tendrán que pasar por el embarazoso momento de ver a otro monarca o CEO de una firma del ranking de Fortune 500 con el mismo Phantom.

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