El mundo no puede vivir sin chips, pero producirlos causa cáncer, malformaciones e infertilidad

Corea del Sur produce las tres cuartas partes de los microprocesadores. Una médica descubrió que los trabajadores de la industria, y en particular las mujeres, están expuestos a tóxicos que se prohibieron en los Estados Unidos

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La fabricación de los microprocesadores se realiza con químicos de gran toxicidad. (IStock)
La fabricación de los microprocesadores se realiza con químicos de gran toxicidad. (IStock)

En 2010 la epidemióloga surcoreana Kim Myoung-hee comenzó una investigación a partir del caso de dos mujeres que murieron de una forma muy agresiva de leucemia, que mata a 3 de cada 100.000 personas por año. Ellas, que no sólo contrajeron esa variedad tan infrecuente del mal sino que murieron con diferencia de ocho meses, habían trabajado juntas en la misma planta productora de componentes microeléctronicos.

Al documentarse, Kim encontró 40 trabajos con casos similares en los que se mencionaba la exposición a químicos tóxicos. "No sabía que esta industria era química, no electrónica", dijo a Bloomberg Businessweek, que reveló la tragedia de las surcoreanas afectadas por abortos espontáneos, infertilidad o cáncer. Y en algunos casos, todo eso sucesivamente.

Las obreras que hacen chips sufren problemas reproductivos y cáncer de mama. (Shutterstock)
Las obreras que hacen chips sufren problemas reproductivos y cáncer de mama. (Shutterstock)

Los microchips, sin los cuales el mundo ya no funcionaría, se realizan mediante la grabación de un circuito sobre láminas de silicio, en un proceso que emplea la fotolitografía y el pulido químico. "Gordon Moore, un fundador de Intel y una figura de importancia en la creación del chip moderno en 1960, es un químico", ilustró la publicación.

Silicon Valley todavía registra problemas de aquella era. Las cañerías debajo de Intel fueron corroídas por las sustancias; en 2013, cuando Google instaló dos oficinas nuevas donde habían estado Fairchild Semiconductor y Raytheon, encontró niveles elevados de tricloroetileno.

La médica descubrió que un elemento central de la producción de circuitos integrados son las sustancias sensibles a la luz que participan en la impresión: los éteres de etilenglicol (EGE). Son tóxicos y pasan por los guantes de goma como el agua por un colador. "La absorción cutánea es la ruta más peligrosa, con tasas de exposición entre 500 y 800 veces sobre el nivel que se considera seguro", explicó Bloomberg.

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Los EGE fueron clasificados como Toxinas de Categoría 1 en los Estados Unidos y Sustancias Extremadamente Peligrosas en la Comunidad Económica Europea.

Todo comenzó en 1986 cuando Harris Pastides —hoy presidente de la Universidad de Carolina del Norte— hizo el primer estudio que mostró que las trabajadoras que fabricaban circuitos integrados en Digital Equipment sufrían el doble de abortos espontáneos que el promedio. El profesor de epidemiología de la Universidad de Massachusetts en Amherst halló que esas mujeres estaban expuestas —a veces, en contacto directo— a mutágenos, cancerígenos, toxinas.

En general los problemas reproductivos son la señal de otros peligros: malformaciones en los hijos, enfermedades como el cáncer. William Glaberson publicó en 1996 en The New York Times: Miriam Nicole Sanders, James Gibbons y Glenn Haight trabajaron juntos en una línea de producción de IBM, fabricando chips para computadoras. Cuatro años más tarde, Sanders murió por un cáncer, a los 24 años; Gibbons, quien ahora tiene 28 años, tuvo un tumor testicular; Haight, de 26 años, lucha contra el cáncer".

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A partir del estudio de Pastides se hicieron otros dos sobre los empleados en la fabricación de chips de silicio en 42 plantas de 14 compañías. Recordó Bloomberg: "Los tres estudios —todos financiados por la industria— mostraron resultados similares".

Como resultado, IBM se comprometió a que su producción global de semiconductores dejaría de utilizar en 1995 como máximo. En otros casos las empresas eliminaron los ingredientes tóxicos a medida que las normas los hacían imposibles casi de usar en Estados Unidos, y en general ese trabajo se subcontrató en países con costos laborales menores.

Uno de esos países es Corea del Sur. Y allí, al igual que sucedió antes en los Estados Unidos, la industria contrata mayoritariamente mujeres: más de 120.000, se estima, en edad reproductiva, muchas apenas egresadas de la escuela secundaria.

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Kim encontró que la producción de componentes microelectrónicos causó defectos de nacimiento mortales, cáncer en los hijos, infertilidad, ciclos menstruales prolongados o interrumpidos y cáncer en los trabajadores. En las conclusiones de su estudio en el que colaboraron Samsung, SK Hynix y LG repitió que los EGE se habían eliminado de la industria, pero también señaló que en realidad no se podía tener la seguridad. "El secreto exacerba los riesgos: la industria puede utilizar toxinas que todavía no se han revelado", según Bloomberg. Se trata de la reserva comercial o de propiedad intelectual, algo que a su vez cambia con cada avance.

La médica y sus colegas detectaron en las plantas otras toxinas que afectan la reproducción y riesgos ambientales como la radiación iónica. Advirtieron: "Dado que nuestros datos provienen de las empresas más grandes de Corea, es razonable presuponer que los trabajadores de empresas pequeñas de Corea, o de los países en desarrollo, están más expuestos a este riesgo".

Las empresas surcoreanas han dominado la producción de chips en las últimas dos décadas: controlaban el 74% del mercado en 2015. "Sus chips están en los iPhones, en los móviles con Android, en las laptops; en los automóviles, los televisores, las consolas de juego: en todo lo que posea un cerebro electrónico".

Kim encontró que la producción de componentes microelectrónicos causó defectos de nacimiento mortales, cáncer en los hijos, infertilidad, ciclos menstruales prolongados o interrumpidos y cáncer en los trabajadores.

Los fabricantes de circuitos integrados están obligados a hacerse controles de salud porque corren peligro de exposición a más de 130 sustancias peligrosas porque pueden producir cáncer, mutaciones o problemas reproductivos (agentes CMR): benzol, arsénico, ácido fluorhídrico, tricloroetileno.

Las empresas como Samsung han comenzado a compensar a los trabajadores y a sus familias por las enfermedades y las muertes, y a realizar cambios para proteger la seguridad y la salud de los empleados. Pero es muy difícil estimar cuántas personas han sido afectadas por la fabricación de un elemento imprescindible en la vida contemporánea: la tasa de renovación de los trabajadores es muy alta, y además hay empleo temporario y subcontratistas.

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