La red clandestina contra el régimen de Kim Jong-un: telenovelas, música e información

En los mercados callejeros, esquivando la mirada censuradora del gobierno de Corea del Norte, existe un tráfico de contenidos prohibidos. Un libro revela cómo funciona este incipiente mercado negro y cómo puede modificar a la sociedad

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Un soldado del régimen trata de impedir que una cámara entre a un lugar restringido
Un soldado del régimen trata de impedir que una cámara entre a un lugar restringido

Es una nación ermitaña, en apariencia impenetrable, como una caja negra. Es uno de los países menos estudiado del mundo, del que se conocen rasgos y episodios —el culto a la personalidad; la generosa aplicación de la pena de muerte; el hackeo a Sony por la película La entrevista; las pruebas nucleares; el corte de pelo del presidente Kim Jong-un— y poco más.

Pero en Corea del Norte se está desplegando, en este momento, una revolución silenciosa.

Por las grietas de la autocracia se filtra la información, en memorias USB Made in China llenas de materiales copiados de noticias, política, cultura popular y arte del mundo exterior. Lo contó la politóloga Jieun Baek en su libro North Korea's Hidden Revolution How the Information Underground Is Transforming a Closed Society (La revolución oculta de Corea del Norte: Cómo la información clandestina transforma una sociedad cerrada). La experta de Harvard entrevistó a "norcoreanos desertores" —como todavía se los llama—, desde artistas a diplomáticos, para reconstruir el mundo prohibido de la información que lleva el mundo a un país donde las radios están fijas en una sola estación que canta loas a los gobernantes (y no se pueden apagar: sólo controlar el volumen).

La portada del libro de Jieun Baek
La portada del libro de Jieun Baek

Una red compleja de ciudadanos, en el país y en sus vecinos China y Corea del Sur, contrabandea la información que se vende en los mercados callejeros que el Gobierno legalizó de hecho, durante la década de 1990, cuando la necesidad de paliar una hambruna (se estima que murieron entre 800.000 y 2,5 millones de personas) los hizo florecer. Y allí mismo sucede hoy "el intercambio ilegal de información".

¿Manuales para poner bombas e intentar un magnicidio?

No.

"Dramas y programas de radio de Corea del Sur, literatura estadounidense, películas de Hollywood, noticias políticas y novelas románticas", escribió Baek.

En los mercados también circulan, de manera ilegal, además de las memorias, teléfonos, computadoras, medicinas y ropa. En realidad, los economistas estadounidenses estiman que entre el 70 y el 80% del ingreso del país proviene de estos emprendimientos privados informales.

El líder norcoreano Kim Jong-un (Reuters)
El líder norcoreano Kim Jong-un (Reuters)

Estos comerciantes, también por vías informales, pagan una suerte de impuesto en algunas ciudades para que las autoridades locales los dejen operar. Así, se puede conseguir literalmente de todo: "Es una sociedad capitalista de facto", describió la autora el modo en que —sobre todo la generación joven de los Millennials— viven su país, que de igualitarismo no conserva siquiera la fantasía. Desde los años de Kim Il-sung, la ideología del Estado dejó de ser el marxismo para convertirse en el juche: culto a la personalidad de líderes que viven una vida eterna luego de su extinción física.

En realidad, aquellos que acceden a las memorias USB ya saben que no son dioses. La información no oficial va resquebrajando los mitos del régimen, como ése.

Contrabando en el río

El prólogo abre con la descripción de una operación de contrabando: del lado chino del río Tumen, allí donde es más estrecho —unos 50 metros— Ahn verificó que no lo estuvieran vigilando y llenó un cubo de plástico con  varias bolsas pequeñas llenas de memorias USB; luego lo puso dentro de una bolsa más grande que ató a un alambre, y de ese alambre tiró Ku en el lado norcoreano del río. "Ku tiene un trabajo mucho más peligroso —describió la experta—. Si los guardias de frontera norcoreanos lo encuentran en este comercio sin autorización, y sobre todo con el paquete en sus manos, podría ser golpeado o condenado a un campo para presos políticos".

Pero Ku completó su misión sin problemas y se dirigió con calma, luego de cambiarse la ropa mojada por otra seca, inconspicua, a la ciudad donde vendió las 100 memorias USB llenas de contenidos ilegales: películas y programas de televisión extranjeros; telenovelas surcoreanas; libros digitales; música; enciclopedias.

"El país alberga numerosos emprendimientos criminales, y mucho de su PIB proviene de la producción y el tráfico de drogas, el blanqueo de dinero falso y el franqueo de sanciones internacionales", escribió Baek. En ese contexto, "durante más de dos década, ha habido grietas en el control estatal de la diseminación de la información entre los ciudadanos". Un caudal de información que ha venido produciendo un impacto social y cultural significativo: mostrar el mundo y, a la vez, mostrar cómo el mundo ve a Corea del Norte.

"Este flujo activo de bienes e información juega ahora un papel central en la conciencia social de los individuos —siguió la autora—, y ha despertado cambios irreversibles. Uno de ellos tiene que ver con la mayor conciencia que los consumidores de medios tienen de los estándares de vida más altos fuera del país, lo que ha llevado a que muchos norcoreanos se cuestionen por qué tienen que ser tan pobres".

Jieun Baek, la politóloga que apuesta a que la información resquebrajará el régimen de la familia Kim
Jieun Baek, la politóloga que apuesta a que la información resquebrajará el régimen de la familia Kim

El intercambio entre Ahn y Ku es apenas un eslabón en la cadena de organizaciones extranjeras, desertores, intermediarios y comerciantes chinos y soldados norcoreanos que hacen la vista gorda a cambio de sobornos. Se trata de una red muy sofisticada, hecha de redes interiores.

Las organizaciones extranjeras recaudan fondos para crear contenido, cargar las memorias USB, grabar DVDs, juntar radios de onda corta y crear maneras de hacerle llegar esas cosas a los contrabandistas: "Forman lo que llamo 'la red de la compasión'", definió Baek. Luego siguen las redes con fines de lucro: los contrabandistas que dentro y fuera de Corea del Norte ayudan a mover esas memorias USB y otros medios con contenido extranjero para generar dinero. A estos intermediarios a los que no les importa si las memorias contienen Biblias o pornografía, la autora sumaría a los vendedores del mercado negro. La última red es la de la demanda, "compuesta por consumidores que miran y escuchan los contenidos".

La represión a los contenidos extranjeros

Según Reporteros Sin Fronteras, Corea del Norte está en el puesto 178 de 179 en el ranking de libertad de prensa. "Todas las noticias, como portavoces del gobierno, pasan por varias rondas de censura interna", explicó Baek. Los medios estatales (es decir, todos) cuentan las cosas hermosas, reales o imaginarias, de las acciones oficiales.

"En la página 116 de la traducción al inglés del libro de Kim Jong-il Guidance for Journalists (Guía para periodistas) se anima —en otras palabras, se ordena— que los periodistas y los editores 'publiquen artículos en los que sin fisura muestren enorme estima por el presidente, lo adoren y lo celebren como el gran líder revolucionario'", citó". Así, según sus medios, en Corea del Norte no hay corrupción, inequidad social, injusticia, pobreza, hambre, huérfanos, delitos; ni siquiera accidentes.

La prensa debe dar buenas noticias y aclamar al presidente. (Reuters)
La prensa debe dar buenas noticias y aclamar al presidente. (Reuters)

Los televisores, fabricados como las radios para recibir sólo las frecuencias del Gobierno, están sellados con etiquetas oficiales para evitar que las personas los manipulen y vean, por ejemplo, programas de concursos surcoreanos.

Los electrónicos de cada persona se registran ante el Estado; hay inspectores que se dedican a cortar la luz en una zona, entrar a las casas y devolver la energía para poder apretar el botón de "Eject" de reproductores de VHS y DVD en busca de contenido extranjero. Eso se paga con prisión.

Se estima que unos miles de miembros de la élite acceden a internet. Una sola compañía de celulares —Orascom, un emprendimiento egipcio-norcoreano— ha vendido 3 millones de aparatos —a un precio que multiplica por diez lo que gana un comerciante del mercado negro que mantiene bien a su familia— sólo habilitados para hacer llamadas locales.

En esa cerrazón, los norcoreanos crearon un dicho: ver una vez es mejor que escuchar cien veces.

De la hambruna al emprendimiento privado

"Los mercados improvisados que florecieron en las calles del país durante la Gran Hambruna se volvieron luego más sofisticados", se explicó en el libro. "El primo mayor comunista, China, se convirtió en el proveedor principal de bienes importados, que cambian el paisaje actual de Corea del Norte".

Muchos de los que eran niños durante la hambruna comenzaron sus emprendimientos de contrabando entonces: nadie sospechaba de una menor, y el día que había establecido su red como para ingresar una heladera, ya tenía oficiales de la frontera sobornados para que le cuidaran las espaldas. Esos son hoy los Millennials, y en ellos está el motor de la revolución informativa.

Algunos de esos mercados tienen miles de puestos porque no hace falta mucho dinero para comenzar con un emprendimiento: comprar en China es barato, basta con poner un precio de venta bastante más alto (después de todo, se trata de un bien con mucha demanda) para empezar a acumular capital. China también intermedia en el envío de remesas, que es otra fuente para el inicio de estos comercios: el camino del dinero desde los familiares exiliados en Corea del Sur hacia sus familiares en Corea del Norte es tan complejo que los intermediarios se quedan con un 30% de comisión.

También el camino de las personas fuera de Corea del Norte es tortuoso: hay sólo 30.000 exiliados, mientras la población llega a 25 millones.

Un misil musundan desfila por las calles de Pyongyan (AFP)
Un misil musundan desfila por las calles de Pyongyan (AFP)

Todos los desertores —el término que se usa actualmente es Tal-buk-ja o Tal-buk-min: "gente que se escapó del Norte"— se consideran traidores y pueden sufrir —si fracasan— prisión o ejecución. Como las 2,5 millas de frontera con Corea del Sur están minadas, la gente pasa primero por China. Lo cual no es sencillo: el vecino devuelve a los desertores que halla, y cobra por cada uno. Los norcoreanos viven escondidos hasta que logran pagar a la organización que los trafica; antes de que tal cosa existiera, se estima que el 70% de las mujeres eran forzadas a la prostitución en burdeles o casadas contra su voluntad.

La bendición de la curiosidad humana

"Si el régimen le teme al ciudadano informado más que a cualquier otra amenaza doméstica, y en consecuencia castiga a quien consume medios extranjeros, ¿por qué los norcoreanos llegan al extremo de arriesgar sus vidas en busca de información y medios prohibidos?", se preguntó Baek.

Todos los entrevistados le respondieron, de una manera u otra, lo mismo: el deseo de saber, agigantado por la prohibición de saber.

"La curiosidad es un rasgo universal que ha sido a la vez una bendición y una maldición en la historia humana. El anhelo insaciable de aprender cosas nuevas, de descubrir partes nuevas del mundo, de aprender cómo vive otra gente es un apetito universal, aun si tiene un costo grande".

Y en general lo tiene. Corea del Norte es famosa por sus centros de detención. "Hoy hay cinco campos grandes para prisioneros políticos a lo largo del país, con entre 80.000 y 120.000 personas". Muchos han sido condenados sin juicio previo, y otros ni siquiera saben de qué se los acusa. Mirar una telenovela surcoreana puede ser una razón; haber tenido contacto con una organización religiosa, otra; haber robado al Estado, otra.

Entre la prisión política, las ejecuciones públicas y la culpa por asociación (la comisión de un delito puede implicar el castigo de tres generaciones), el sistema halló una forma efectiva de controlar a la población. Pero esa estructura se desarmaría si no se sostuviera sobre una base: el aislamiento de la ciudadanía, separada de la información.

Ahí es donde hurgó la investigadora, y encontró cómo se ha comenzado a resquebrajar ese aislamiento. "En el fondo —escribió— ésta es una narración sobre el poder transformador de los medios y la información, y también sobre la resiliencia del espíritu humano para sobrevivir y conseguir la libertad".