¿Cómo prepararnos para salir nuevamente al mundo?

Esta experiencia, sin duda alguna, es complicada, nos deja un encuentro frontal e innegable que nos muestra lo vulnerables y mortales que somos

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Commuters walk down a stairway in the Pantitlan metro station as Mexico's government is seeking to minimize public disruption in its response to the coronavirus disease (COVID-19), in Mexico City, Mexico March 17, 2020. REUTERS/Gustavo Graf
Commuters walk down a stairway in the Pantitlan metro station as Mexico's government is seeking to minimize public disruption in its response to the coronavirus disease (COVID-19), in Mexico City, Mexico March 17, 2020. REUTERS/Gustavo Graf

Actualmente, la situación nos conmueve tanto de manera individual, como de manera social. Nosotros podemos enfrentar esta situación desde la negación hasta la depresión, pasando por la ira, así como si estuviéramos atravesando por un proceso de duelo.

En este proceso efectivamente algo se ha perdido, desde la libertad de movimiento, la interacción con otros o el acceso a los espacios públicos. La declaración de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre una “pandemia” causada por un nuevo tipo de coronavirus nos parecía una película de ciencia ficción, algo increíble, complicado y difícil de digerir. Desde ese momento, cada uno de nosotros tomó la noticia y la procesó de manera diferente, desde la ignorancia absoluta, pasando por las especulaciones y paranoia hasta la consciencia social y la atención a las medidas sanitarias sugeridas en cada lugar.

Esta experiencia fue inédita para muchos, lo inmediato para nuestra mente es encontrar un escenario similar para tratar de disminuir la angustia ante esto desconocido, muchos pensaron que podía asimilarse a la experiencia con la Influenza AH1N1 de la que a pesar de unas semanas de aislamiento salimos adelante; sin embargo, las características del problema actual comenzaban a marcar amplias diferencias con cualquier experiencia anterior. Así comenzó un escenario de incertidumbre que develó muchos pendientes individuales y sociales, invisibilizados por esta maquinaria imparable del estilo de vida contemporáneo.

Bastaba asomarse un poco a las calles para notar que siempre había una o varias personas yendo y viniendo de un lado a otro, las calles empezaron a vaciarse, aunque no por completo, las cosas estaban cambiando a nivel local e internacional.

Todos estos cambios eran difíciles de notar día a día, pues nos encontrábamos resolviendo los problemas inmediatos. Es un hecho, la vida cambia, para nuestro cerebro no es fácil procesar que la vida conlleva un cambio, y prefiere buscar los caminos conocidos que le llevan a un área de confort. Al final la situación por la que estamos pasando en este momento tendrá un efecto particular en cada uno de nosotros, dependiendo en gran medida de qué tan conscientes hemos sido de este cambio y como nos hemos adaptado a hasta el momento.

Esta experiencia, sin duda alguna, es complicada, nos deja un encuentro frontal e innegable que nos muestra lo vulnerables y mortales que somos. Nos permite reflexionar sobre nuestro estilo de vida cotidiano y la capacidad de convivir con nosotros mismos y nuestros demonios, que pueden ser la soledad, la angustia, la incertidumbre por el futuro entre otros que surgen por el aislamiento social.

Después de leer a Byung-Chul Han, filósofo sudcoreano, soy consciente que una consecuencia social del virus es que nos individualiza y puede llegar a promover un extremo consumismo tanto material como emocional a causa del estrés producido por el aislamiento, que puede desatar una desestabilidad mayor intentando compensar lo que se ha perdido.

Aún así, espero que al regresar nuevamente al mundo lo hagamos de manera más positiva siendo conscientes de las necesidades y pendientes sociales, además de ser más sensibles al mundo que nos rodea, como lo pueden mostrar las fotografías que nos presentan una reducción de la contaminación. Mientras tanto podemos empezar por cuidar y darle un valor que no se había considerado antes a nuestra salud mental.

*Especialista de la Universidad La Salle

Lo aquí publicado es responsabilidad del autor y no representa la postura editorial de este medio