OPINIÓN: Cuando las emociones necesitan un jinete

No se trata de imponer la razón, sino de utilizarla para cambiar nuestras emociones y las conductas que de ellas se derivan. Con frecuencia, la equivocación que cometemos es no oponer resistencia a lo que nos sucede y de esa manera recibimos el sentimiento de malestar sin ninguna traba

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(Foto: cortesía)
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Regular nuestras emociones resulta ser un trabajo interminable. Estamos expuestos a infinidad de estímulos tantos internos como externos que nos provocan toda clase de emociones y la mayoría de las veces, dejamos que esas emociones se queden en nosotros el tiempo que decidan. Por supuesto que es placentero cuando de emociones positivas se trata. El inconveniente se presenta con las emociones negativas.

Deténgase un instante y pregúntese: ¿cuántos malestares y molestias internas siente al día de hoy? ¿Cuántas situaciones y recuerdos dolorosos mantienen vigentes y están aún sin resolver? ¿Qué actitud tomamos ante el dolor? Cuando pensamos en algo que nos provoca angustia, nos quedamos angustiados. Tenemos una decepción y nos quedamos decepcionados. Podemos eternizar nuestros malestares y pasar meses y hasta años sintiendo lo mismo sin hacer nada nuevo para que eso cambie y convirtiéndolo en parte natural de nuestra vida.

Cuando mantenemos un dolor por largo tiempo, significa que algo estamos haciendo mal. Algún error en el proceso de evaluación, quizás en la forma de pensarlo o tal vez los elementos que tomamos en consideración están equivocados. El tiempo que perdura un malestar es una clara señal de que estamos errando el planteo.

Nuestra determinación es la que hace posible el cambio de rumbo de nuestro pensamiento. No se trata de imponer la razón, sino de utilizarla para cambiar nuestras emociones y las conductas que de ellas se derivan. Con frecuencia, la equivocación que cometemos es no oponer resistencia a lo que nos sucede y de esa manera, recibimos el sentimiento de malestar sin ninguna traba.

Comencemos entonces por tener presente que la actitud pasiva y la falta de resistencia hacia lo que nos sucede son los primeros obstáculos que debemos sortear para generar un cambio.

Casi ninguna situación, por más dura que parezca, escapa a este planteo (a excepción de la muerte de un hijo). Si tenemos una actitud activa, por más terrible y doloroso que sea lo que nos está pasando, podemos reducir el tiempo de sufrimiento que nos provoca dicha situación.

Aprender a regular nuestras emociones, permite que las emociones negativas no se extiendan más allá de lo inevitable.

Así lo hacen las personas que se sienten bien consigo mismas. Son individuos que no mantienen vigente el malestar. Buscan quitárselo de encima lo más rápido posible. Apenas sienten angustia, dolor o tristeza comienzan a trabajar para poder erradicarlas. No las perpetúan, no las mantienen vigentes, ni las dejan crecer. Encuentran la manera de calmarse, dándose a sí mismos palabras de aliento o buscando la forma de empezar a reducir el molesto sentimiento que los tiene atrapados. Si no lo logran, no se detienen y continúan buscando hasta hallar una forma de pensar que comience a mitigar el malestar. No aceptan un solo pensamiento que alimente la emoción desagradable que sienten. Son proactivos consigo mismos.

Cuando sienta que su emoción lo está manejando, haga algo para modificarla. Usted puede mitigar o aliviar lo que siente. Dígase basta a usted mismo. Usted ya sabe del poder que tiene su pensamiento y la fuerza con la que actúa cuando está convencido de lo que está pensando. Si a una catarata de emociones la deja crecer, caerá en sus redes.

Imagínese a la emoción como si fuera un caballo que necesita de un jinete para ser guiado y que cada emoción, de acuerdo a su intensidad, modifica el andar del animal. Las emociones intensas llevarán al caballo a rebelarse, incluso a levantarse en dos patas y si usted no toma el control de sus emociones, cabalgará por donde la emoción lo lleve. Con constancia y entrenamiento todos podemos domar nuestras emociones. Sea el jinete que necesita su caballo.

*Psicóloga y escritora

Lo aquí publicado es responsabilidad del autor y no representa la postura editorial de este medio