Obesidad y derrames cerebrales: las terribles consecuencias que enfrenta México por el elevado consumo de refrescos

México es el país que más consume bebidas endulzadas en el mundo. Una familia mexicana destina 10%de sus ingresos totales a la compra de estos productos, dijo en la Universidad Nacional Autónoma de México, Florence L. Théodore, del Instituto Nacional de Salud Pública

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FOTO: ANDREA MURCIA  /CUARTOSCURO
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México es el primer consumidor de refrescos en el mundo, con un promedio de 163 litros por persona al año, aproximadamente 40 por ciento más que el segundo consumidor: Estados Unidos, con 118 litros, según datos de la Universidad de Yale.

Ingerir refrescos o bebidas endulzadas en exceso se asocia con padecimientos como obesidad, diabetes tipo 2, derrames cerebrales, gota, asma, cáncer, artritis reumatoide, enfermedades arteriales coronarias y óseas, problemas dentales y de conducta, trastornos psicológicos, envejecimiento prematuro y adicción, afirmó en la UNAM Florence L. Théodore, del Instituto Nacional de Salud Pública.

Al dictar la conferencia La construcción cultural del consumo de los refrescos en México, en el Instituto de Investigaciones Sociales (IIS), dijo que “en promedio, una familia mexicana destina 10 por ciento de sus ingresos totales a la compra de refrescos; 24 por ciento a otros alimentos y bebidas; y 66 por ciento a vivienda, educación y vestimenta, entre otros”.

Florence L. Théodore, del Instituto Nacional de Salud Pública (Foto: Cortesía UNAM)
Florence L. Théodore, del Instituto Nacional de Salud Pública (Foto: Cortesía UNAM)

Esta situación es preocupante, pues “según la asociación civil ‘El Poder del Consumidor’, las bebidas azucaradas provocan la muerte de 24 mil mexicanos al año debido a la ingesta calórica, y son quienes fallecen más en la región”.

El consumo de refrescos en México es resultado de procesos económicos, políticos y culturales, con consecuencias alarmantes: “entre 1999 y 2006 se triplicó el consumo de bebidas azucaradas entre los adultos mexicanos, y de este sector, 15 por ciento de los que beben refrescos de manera ocasional son más propenso a padecer obesidad. Otra cifra alarmante es que en comunidades rurales, siete de cada 10 niños desayunan con refresco”.

“El anclaje del refresco en la dieta del mexicano es desde la cuna hasta la tumba, pues persiste la dificultad y hasta el rechazo a renunciar a estas bebidas, incluso entre personas con diabetes”, destacó Florence L. Théodore.

FOTO: PAULINA NEGRETE /CUARTOSCURO
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Expertos analizaron los peligros del consumo diario de bebidas azucaradas y evaluaron su aporte calórico como factor de riesgo para desarrollar obesidad y síndrome metabólico, pues una cuarta parte de la ingesta calórica de los mexicanos proviene de este tipo de brebajes.

Su consumo implica altos costos al erario público por tratamiento de enfermedades asociadas, que derivan en menor productividad laboral, gastos importantes para la población y pérdida de la calidad de vida.

Buena imagen del refresco

Alrededor de estos productos la misma población ha construido prácticas de consumo afianzadas con sentidos identitarios, valores y momentos de convivencia: festejos, rituales y emociones positivas.

FOTO: PAULINA NEGRETE /CUARTOSCURO
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Todo esto ha sido reforzado por la mercadotecnia a lo largo de varias generaciones, lo que contribuye a la incorporación duradera de estas bebidas en la dieta del mexicano, señaló la socióloga especializada en salud.

Finalmente, refirió que el Hospital Infantil de México no recomienda el consumo de bebidas con azúcar y bajo contenido de nutrimentos, pero en caso de ingerirlos, debe ser de manera ocasional y en una porción no mayor a 240 mililitros.

Alteración de los ritmos circadianos contribuye a la obesidad

Para 2030, se estima que 39 por ciento de los mexicanos tendrá obesidad, asociada a complicaciones de salud como diabetes y enfermedades cardiovasculares. “Las principales causas son los malos hábitos alimenticios y la vida sedentaria, otro factor importante que contribuye es la perturbación de los ritmos circadianos, afirmó Lucía Mendoza Viveros, posdoctorante del Instituto de Investigaciones Biomédicas (IIBm) de la UNAM.

De manera natural, y como animales diurnos, al formar ritmos y hábitos bien establecidos, donde nuestras actividades y alimentación se den durante el día y el descanso durante la noche, se contribuye a que el organismo se sincronice con los estímulos del exterior; así se favorece la obtención de energía para utilizarla durante el día, y nos preparamos para el ayuno en la noche, explicó.

FOTO: ANDREA MURCIA /CUARTOSCURO
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Sin necesidad de someterse a una dieta específica, comiendo de manera balanceada sin restricción de ningún alimento, una persona podría llegar a tener un metabolismo estable, dijo la ganadora de la Beca para Mujeres en la Ciencia L’Oréal-Unesco- Conacyt-AMC 2019, en el área de Ciencias Naturales.

“Se ha visto que hay beneficios importantes al consumir alimentos dentro de un lapso de 10 a 12 horas durante la primera parte del día, y el resto del tiempo permanecer en ayuno. Esto además contribuye a forman buenos hábitos”.

Al exponer su proyecto de investigación, destacó que el equipo con el que colabora (del IIBm y del Instituto Nacional de Medicina Genómica) estudia los ritmos biológicos relacionados con los procesos del cuerpo, y cómo varían a lo largo del día para adaptarse a los cambios en los ciclos diurnos y nocturnos.

 Lucía Mendoza Viveros, posdoctorante del Instituto de Investigaciones Biomédicas (IIBm) de la UNAM (Foto: Cortesía UNAM)
Lucía Mendoza Viveros, posdoctorante del Instituto de Investigaciones Biomédicas (IIBm) de la UNAM (Foto: Cortesía UNAM)

Uno de esos procesos es el metabolismo energético, que implica el balance entre el almacenamiento de energía, cómo se gasta y los métodos que muchos órganos periféricos (como el hígado, corazón y páncreas) realizan para esa tarea. “Podría pensarse que la regulación depende exclusivamente de los órganos periféricos, pero también hay regiones especializadas del cerebro que se encargan de enviar señales de cuándo consumir energía y cuándo gastarla.

La universitaria expuso que se han aplicado cronoterapias (acoplamiento de un tratamiento médico con nuestro ritmo circadiano) en las que se consumen alimentos entre las siete de la mañana y las siete de la noche, nada antes ni después, y se ha comprobado su eficacia en la disminución del peso corporal aunque no se restrinjan las calorías.

No obstante, aclaró, un metabolismo estable no es una solución para la obesidad, pues la mejor manera de perder peso es disminuir el consumo de energía y aumentar su quema, es decir, hacer ejercicio y comer de manera saludable.

FOTO: PAULINA NEGRETE /CUARTOSCURO
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Ritmos circadianos

Quienes realizan investigaciones al respecto, consideran que la interrupción regular de los patrones de sueño puede confundir al reloj biológico, es decir, al ritmo circadiano, que regula nuestro metabolismo, y “eso se ha visto con el llamado jetlag social, que se produce cuando hay grandes diferencias entre el horario de sueño de la semana laborable con el fin de semana o días de asueto, donde se rompe la sincronía con los ritmos del día y la noche.

Los ritmos circadianos son mecanismos endógenos (se origina al interior de nuestro organismo) y nos permiten adaptarnos a la variabilidad ambiental de cada 24 horas por la rotación del planeta.

En los mamíferos, en particular, el sistema circadiano tiene una estructura jerárquica: en el hipotálamo hay un reloj central, un núcleo supraquiasmático (centro principal de regulación de los ritmos circadianos, que recibe información lumínica,), cuyo trabajo es saber la hora del día y dar esa información al resto del cerebro y de los órganos del cuerpo, concluyó la universitaria.