Por Celia Antonini*
Conocer la mente es un viaje emocionante. Explorar y comprender su funcionamiento nos permite sentirnos dueños y protagonistas de lo que somos y sin duda, transitar su interior, es lo mejor que podemos hacer si queremos sacarle el máximo provecho a nuestra vida.
Nuestra existencia habita en la mente. En ella se encuentra todo cuanto somos y sabemos de nosotros. Nuestra capacidad para ser felices, la concepción que tenemos del mundo en que vivimos, nuestros deseos y alegrías, nuestros problemas y sufrimientos conviven en nuestra cabeza.
Poco importa cuáles son nuestros deseos si no encontramos la forma de llevarlos a cabo.
Hay personas que se sienten bien consigo mismas y que llevan una vida con un buen nivel de bienestar y un alto grado de satisfacción personal, tienen una buena autoestima, disfrutan de cómo son y de lo que hacen. Sin siquiera proponérselos, éstas personas tienen un pensamiento constructivo, claro y positivo que mantienen a pesar de las circunstancias adversas que le toquen vivir. Se recuperan de los reveces con mayor facilidad y rapidez que otros.
Sin embargo, cuando les preguntamos cómo hacen para sentirse bien, no pueden decir a ciencia cierta cómo manejan su pensamiento y que mecanismos y patrones mentales utilizan para poder lograrlo. Les sale bien sin saber cómo.
Lamentablemente para la mayoría de nosotros no funciona de esa forma. Quedamos atrapados en laberintos mentales que nos dificultan sentirnos bien y que nos imposibilitan mantener el equilibrio emocional necesario para estar satisfechos con nosotros mismos. Para todos nosotros, conocer nuestra mente nos daría la posibilidad de identificar los mecanismos que la regulan y los condicionamientos a los que nos hallamos expuestos y de esa manera, modificarlos.
Mi propuesta es que a través de estas notas podamos conocer más de nosotros mismos y para ello, el primer paso es saber que la mente y el cerebro funcionan en conjunto. La mente son nuestros pensamientos (el software) que conviven dentro de nuestro cerebro (hardware). Es decir, el cerebro es el órgano y la mente es una de las funciones que realiza el cerebro.
La mente tiene una gran ventaja: puede observarse a sí misma. Esta posibilidad de auto observación es la que nos permite detectar pensamientos, emociones y patrones mentales en el mismo momento en que éstos se producen.
Una segunda ventaja es que cuando la mente cambia, el cerebro la acompaña. Debido a la plasticidad neuronal, hoy sabemos que los pensamientos modifican la estructura cerebral y ello permite que los cambios que realizamos puedan mantenerse a lo largo del tiempo.
Pero como casi todo en esta vida, también contamos con dos grandes desventajas:
La primera es que, a la mente, si la dejan sola, hace lo que quiere. Podríamos compararla con el comportamiento que tiene un niño en el aula cuando no está la maestra. Va y viene a su antojo. Si no tiene supervisión, se descontrola.
Su compañero de fórmula (el cerebro), la acompaña con otro gran defecto: es vago. Una vez que incorporó algo, se resiste a cambiarlo. Esa es la razón de porque nos cuestan tantos los cambios.
Este es el panorama con el que contamos: dos grandes defectos y dos grandes virtudes que quedan sometidos y controlados por nuestra decisión y voluntad. Si nos decidimos a tomar el mando y a ser más astutos que nuestra mente, podemos convertirla en nuestra mejor aliada. Pero si la dejamos librada a su antojo, puede llegar a transformarse en nuestro enemigo interno más temible.
Observe su producción mental, el 46 % del tiempo la mente está errante. No la deje tanto tiempo haciendo lo que quiere, si usted empieza por observar lo que está pensando en el mismo momento en que está ocurriendo, habrá logrado el primer paso para acceder de una manera diferente a su interior. Pruébelo. No se arrepentirá.
*Psicóloga y escritora
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