OPINIÓN: la incertidumbre sobre el final de la era de “El Chapo” Guzmán

Un dejo de alarma se empieza a sentirse fuerte en la ciudadanía de Sinaloa, pues parece estar fuera de control el clan del crimen organizado

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(Foto: Especial)
(Foto: Especial)

Por Juan Carlos Ayala Barrón*

El juicio contra el Chapo Guzmán ha concluido… culpable. Termina la leyenda, continúa el mito. No se esperaba otra cosa, a pesar de que un gran número de ciudadanos de nuestra vida cotidiana sinaloense, de un amplio número de activos de la "organización", de su familia y sus abogados, tenían la esperanza y el deseo de su absolución… no fue así.

Un destino incierto le espera también a lo que desde hace décadas se conoce como el Cartel de Sinaloa. Minado como está, en los últimos meses venía moviéndose como la tropa de "El Cid Campeador", siendo fiel a la figura inerte de su jefe que, aun así, seguía alentando el corazón de sus seguidores, sosteniendo en activo un ejército que se negaba a quedar en el camino, además de infundir temor en los enemigos.

En efecto, hablamos de un mito porque representó la figura del ídolo con la que muchos sentían identidad y aprecio tanto en Sinaloa como en México entero, a la que muchos buscaban imitar, pues también representaba para ellos la imagen de alguien proveniente de una situación de pobreza que logró llegar a la cumbre de un poder que, aunque cuestionable, supo dominar amplios sectores de una sociedad saqueada y lastimada por otro poder, el político, al que manejó a su antojo.

Un mito que llegó a representar la figura emblemática del exitoso narco alrededor del cual surgió una industria cultural y económica que se incrustó en la sociedad a través de un tipo de música, de moda, de lujos, de relaciones, que de otro modo tal vez hubiera sido imposible.

La tierra de “El Chapo” Guzmán (Foto: RASHIDE FRIAS / AFP)
La tierra de “El Chapo” Guzmán (Foto: RASHIDE FRIAS / AFP)

Un mito también porque más allá de ser una realidad efectiva, fue engrandecido mediáticamente por sus espectaculares fugas, su estratégica forma para el trasiego por sofisticados túneles trasfonteras; por el modo de cautivar bellas mujeres, reinas o actrices.

En fin, por por un estilo de vida que muchos jóvenes deseaban y al que sucumbieron en su arrebata vida.

Pero, enclaustrado tal vez para siempre, habría que especular sobre qué nos espera, sobre todo para los sinaloenses que hemos aprendido a sobrevivir en la zozobra, pero con una estrategia de vida acomodada al estilo que nos impuso la violencia de las mafias sinaloenses desde los años setenta. Desde entonces hemos aprendido qué hacer, cómo actuar, cómo y cuándo alejarnos de sus lugares, sus fiestas y sus ámbitos de riesgo.

Impusieron un modo de vida del cual nos hicimos de la vista gorda, regodeándonos a veces con un tufo de complicidad que les permitió crecer hasta el hartazgo. Nos impusimos a ello… Qué otra cosa nos quedaba, si han sido nuestros vecinos, nuestros amigos de la infancia, nuestros familiares, han formado parte de nuestra identidad y nuestra historia. Cómo negar que compartimos espacios en común y una cultura regional propia y muy específica.

Guzmán  Loera antes de escuchar el veredicto del jurado (Imagen: Elizabeth Williams via AP)
Guzmán  Loera antes de escuchar el veredicto del jurado (Imagen: Elizabeth Williams via AP)

El juicio de hoy, que quizá lo condene a un encierro de por vida, ventila también la incertidumbre pues se avecina el desconcierto por varios motivos, el principal de ellos es qué sucederá con la vida cotidiana de los sinaloenses que sienten el temor de padecer los estragos de una violencia cruel de los grupos internos al buscar una recomposición tras este veredicto.

No sabemos tampoco si actuarán en territorio sinaloense los grupos criminales foráneos que, dicho sea de paso, no desestiman momento alguno para entrar aquí, máxime como se encuentra por ahora en crisis el Cartel de Sinaloa.

Y es que para muchos esto es el signo de un resquebrajamiento inmediato que pone al borde del abismo la existencia de esta organización.

La voz común sabe de la ausencia de liderazgo en que se encuentran muchos jóvenes dedicados a la actividad criminal cuya existencia literal y económica ha dependido de la organizada estructura de este cartel.

Las calles de Badiraguato (Foto: RASHIDE FRIAS / AFP)
Las calles de Badiraguato (Foto: RASHIDE FRIAS / AFP)

¿Qué harán, de qué vivirán, cómo enfrentarán una futura vida cuya protección dependía de la unidad grupal que los cobijó durante mucho tiempo? Seguramente se sienten a la deriva.

Por lo pronto ya estamos viendo cómo proliferan desde hace dos o tres meses los asaltos en la vía pública, los asaltos a comercios, los robos de vehículos a mano armada, la ola de asesinatos sin aparente vínculo con el narcotráfico. Un dejo de alarma se empieza a sentirse fuerte en la ciudadanía, pues parece estar fuera de control el clan del crimen organizado.

Esperemos que la vida y la cultura sinaloense se sobrepongan a este complejo e intrincado proceso y se restaure nuestro ser social que poco a poco contempla cómo se desvanece la existencia de muchos jóvenes, hombres y mujeres, que suman la estadística diaria de los asesinatos que en los años más álgidos de la violencia ha llegado hasta los 2.400, en Sinaloa.

*Catedrático de la Universidad Autónoma de Sinaloa

Lo aquí expuesto es opinión del autor y no refleja la postura editorial de este medio