
Hace un mes Silva Namo vivía en el campo de refugiados Domiz en Iraq donde pasó tres años de su vida. Recuerda que cuando llegó estuvo seis meses enferma, "triste", conviviendo con personas que no conocía.
Esta joven de 22 años vivió en carne propia los horrores de la guerra en Siria y ahora el estar alejada de su familia que se quedó en Domiz, el único campo iraquí para refugiados sirios y que desde hace al menos tres años reporta saturación. Vivir en este lugar significaba enfrentar todos los días dificultades para tener acceso a la higiene, agua potable, a la cocina, así como vivir en tiendas de campaña o habitaciones semi construidas.
Hace un mes Silva, originaria la provincia de Malikiyah, logró escapar no sólo de la guerra sino también de la vida en un campo de refugiados y a través de un proyecto que ayuda a jóvenes sirios a continuar con sus estudios llegó a México para continuar su plan de vida.
"Gracias a todos, muchas gracias a todos, estoy muy feliz por estar aquí", dice en inglés ya que apenas inició en la ciudad de Aguascalientes, en el Centro del país, un curso de español que una vez concluido le permitirá retomar sus estudios de educación superior gracias a una beca de la Universidad Iberoamericana.

Ahora se siente a salvo de los horrores de la guerra pero no deja vivir preocupada por su padre, su madre, su hermano y su hermana.
"En la mañana voy a la universidad, regreso y después de descansar un rato sigo estudiando, pero hay algo ardiendo en mi corazón que es mi familia y mi país. Todos los días me despierto deseando que exista una esperanza de que sobrevivan", relata a Infobae.
La plática con Silva se desarrolló el 6 de abril por la noche, justo en el momento en el que los medios de comunicación daban a conocer el bombardeo de Estados Unidos sobre una base militar siria.
Espero que la guerra termine y que todos pueda regresar a casa… ahora estoy llorando”, manifestó.
Después de hacer una pausa afirma que México la ha tratado muy bien, pero como extranjero que llega a un país extraño no deja de extrañar a su familia, su comida, a sus amigos y "bromear".
Vivir en un país en el que no solo habla otro idioma sino que también tiene costumbres distintas resulta nuevo para ella y está consciente de que su presencia llama la atención porque aún usa el hijab (el velo que cubre la cabeza y el pecho que usa las mujeres musulmanas desde la pubertad, en presencia de varones adultos que no pertenezcan a su familia inmediata). "Es extraño aquí, pero está bien".
En México Silva tendrá que volver a empezar sus estudios de Psicología, una carrera que en el país tiene una duración de entre cuatro y cinco años, cuando finalice tiene la esperanza de que la guerra en Siria haya terminado para poder regresar y "entrenar a quienes no han tenido la oportunidad de educarse".
Ella no está sola en México, su esposo Jackdar Mohammed llegó también en marzo amparado por la misma iniciativa que trajo a Silva, pero ambos, sienten que algo les falta estando lejos de su país.
¿Cómo llegó Silva a México?
Silva llegó al país como parte del Proyecto Habesha, una iniciativa humanitaria internacional liderada por México, que hace posible que un grupo de estudiantes, que ahora viven en calidad de refugiados en países vecinos, viaje a tierras aztecas para continuar con su educación superior. Hasta ahora son 10 los jóvenes que han entrado al país, la meta es traer a 30.
Llegan en calidad de estudiantes, viajan a Aguascalientes por un periodo aproximado de seis meses para un curso básico de español y para adaptarse a lo que es México. Posteriormente tienen la posibilidad de trasladarse a la capital del país con becas en la Universidad Iberoamericana.
Propone un modelo que promueve la recepción de estudiantes sirios como un activo y una oportunidad para promover un diálogo intercultural que fomente una cultura internacional para la paz.

La iniciativa es una apuesta por la paz y la reconstrucción de Siria tomando como punto de partida el apoyo a la juventud que vio interrumpida su educación superior por el estallido del conflicto armado. Toma en cuenta la experiencia de otras iniciativas internacionales que demuestran la relación directa entre el apoyo a la educación superior de refugiados y la reconstrucción de sus sociedades afectadas por conflictos armados.
Los estudiantes sirios que han llegado a México gracias a esta iniciativa disfrutan de una beca completa, seguro médico y recursos para su gasto mensual, gracias a la cooperación de universidades y organizaciones privadas.
En septiembre de 2015 llegó a México el primer joven refugiado bajo esta iniciativa.
Desde 2013 opera también la Asociación Internacional de Sirios en México, que ha logrado traer y conseguir permisos de trabajo a otras 26 personas que huyen de la guerra.
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