Monseñor Macín, desde el Vaticano: “La ecología integral tiene que ser una urgente política de Estado”

Sólo dos obispos argentinos participan del Sínodo de la Amazonia convocado por el papa Francisco en Roma para “encontrar nuevos caminos para la Iglesia” en torno a estos temas. Infobae dialogó con uno de ellos

Compartir
Compartir articulo
Monseñor Ángel Macín es saludado por el Papa Francisco en el sínodo de la Amazonia en El Vaticano
Monseñor Ángel Macín es saludado por el Papa Francisco en el sínodo de la Amazonia en El Vaticano

Monseñor Ángel Macín, obispo de Reconquista, presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Aborigen de la Conferencia Episcopal Argentina y delegado sinodal para el Sínodo de la Amazonía que se está desarrollando en el Vaticano desde el 6 y hasta el 27 de octubre, accedió a una entrevista con Infobae. Hablamos de derechos humanos, el rol de la mujer, los “viri probati”, los aportes de las etnias aborígenes a la cultura global y la cobertura mediática de Sínodo, entre otros temas.

— Qué experiencia única y extraordinaria constituye este Sínodo para América y para el mundo todo... ¿Cómo vive usted su propia presencia en este ámbito y cuáles son sus impresiones personales dentro y fuera del aula?

— Personalmente, estoy muy agradecido a la Iglesia y, en particular, al papa Francisco, por haberme convocado para este Sínodo Especial. Se aprende mucho. El clima que se respira es muy bueno, de fraternidad, de cordialidad, de intercambio, de preocupación pastoral. Esto se percibe en el aula, en los círculos menores [N. de la R: grupos de trabajo más pequeños], y también en los momentos de pausa para el café. Hay alegría y buen humor. El Santo Padre comparte con nosotros esos momentos.

— Su experiencia en el campo de la Pastoral Aborigen le da una especificidad en la interpretación de los gestos de las diferentes etnias que van exponiendo. ¿Qué se recibe como “riqueza novedosa”, como “aporte iluminador”, por parte de las comunidades aborígenes ante el mundo que escucha realidades tan desconocidas en algunos casos, e ignoradas en otros?

— La presencia en el aula de los hermanos indígenas es un signo maravilloso, de apertura de la Iglesia a todas las culturas. Por otra parte, la voz de nuestros hermanos indígenas es muy valiosa. Ya no son otros los que hablan por ellos. Son ellos mismos los que expresan sus dolores y alegrías, y aportan una gran frescura y muchos sentimientos originales, conservados por años en el silencio, y que iluminan los debates. Es evidente que su forma de ver la vida es diferente y tenemos mucho que aprender de ellos.

— Hay una tendencia en la cobertura periodística de este Sínodo a poner en grandes títulos la cuestión de las “viri probati” [N. de la R: varones probados, que podrían ser ordenados sacerdotes para comunidades alejadas y privadas de la Eucaristía] y del probable otorgamiento a religiosas y laicos de asumir algunos sacramentos por falta de sacerdotes en el territorio amazónico -ministerio femenino, por ejemplo-, lo que se denominó “el drama de las comunidades sin sacerdotes”. ¿Cuál es su apreciación sobre estas resonancias mediáticas y su evaluación sobre las resonancias concretas de estos temas en los debates?

— En los debates han salido estos temas sensibles, como el asunto de los “viri probati”, o el lugar de la mujer en la Iglesia. Se han tratado con mucha seriedad y respeto, y se han presentado posiciones muy variadas. El hecho de que se pueda conversar sobre esto ya es importante. No podría aventurar cuál será la tendencia que prevalezca en este sínodo sobre estos temas. De todas formas, hay que tener en cuenta que estas son herramientas, mediaciones, instrumentos. Hay dos temas centrales que no tenemos que perder de vista, según mi opinión: la ecología integral y una Iglesia en salida para evangelizar. Estos son los temas decisivos. Los demás se desprenden de lo que se proponga en estos puntos. En cuanto a la cobertura mediática, no tengo una visión clara de cómo se está tratando el tema en el mundo en general, y en nuestro país en particular, porque los trabajos del sínodo son muy intensos y no me permiten un seguimiento de las noticias. De todos modos, creo que más allá del lugar que le estén dando los medios del mundo y del modo de abordaje de la cuestión, el gran aporte de la comunicación es ayudar a reinstalar en la agenda mundial el tema ecológico, que no puede esperar.

Monseñor Ángel Macín es uno de los dos obispos argentinos que participan del Sínodo del Amazonas en la Santa Sede. El otro es monseñor Oscar Ojea, presidente de la Conferencia Episcopal Argentina
Monseñor Ángel Macín es uno de los dos obispos argentinos que participan del Sínodo del Amazonas en la Santa Sede. El otro es monseñor Oscar Ojea, presidente de la Conferencia Episcopal Argentina

— El próximo 24 de octubre se presenta en el Vaticano un nuevo libro del Papa Francisco, “Nuestra Madre Tierra”. ¿Pudo verlo ya? ¿Tuvo oportunidad de conversar con Francisco en estos días?

— Me enteré de la presentación del nuevo libro del Papa Francisco, sobre la madre tierra. Efectivamente, pienso participar de la presentación, salvo que el trabajo del sínodo se superponga. No lo creo. Estimo que la organización del mismo tendrá en cuenta este evento de gran trascendencia. No tuve oportunidad de verlo todavía, pero estimo que será un complemento significativo a la Laudato Si’. Con el Santo Padre hemos conversado en los pasillos, en alguna caminata, siempre sobre cuestiones referidas a los debates puntuales del sínodo. Estamos todavía en una fase de escucha y elaboración.

— El Papa pide humildad en el hombre de hoy para cargarse al hombro una verdadera conversión ecológica, se sugirió la creación de un comité de científicos y estudiosos provenientes de todo el mundo que puedan colaborar desde sus conocimientos a dar respuestas globales a problemas climáticos globales… ¿Cómo estamos trabajando concretamente en el “cuidado de la casa común”, en nuestro país, según su opinión?

— Es sumamente necesario que todos podamos tomar conciencia y participar activamente en el cuidado de la casa común. En este sentido, la invitación del Papa es comprensible y pertinente. En nuestro país, percibo que hay un grupo importante de la población que va tomando progresivamente conciencia de los daños que la especie humana está provocando en el planeta. Valoro a quienes trabajan en la educación de los niños y de los jóvenes para acrecentar esta conciencia. Valoro a las organizaciones, y a los gobiernos locales y regionales que toman medidas tendientes a frenar el impacto de la agresión a la naturaleza. Pero se necesita un compromiso mayor y de todos los sectores, incluyendo el gobierno nacional, los gobiernos provinciales, los empresarios, los agricultores que trabajan a gran escala, entre otros. Me animaría a decir que la ecología integral tiene que ser una urgente política de estado. No se puede seguir desoyendo el grito de la tierra y el clamor de los pobres.

— La Amazonia y sus inmensas riquezas en agua y alimentos naturales, ¿pueden ayudar a paliar el hambre en el mundo? De esto se habló en la sala y quizás surgieron algunos aportes en este sentido: el concepto de “soberanía alimentaria”.

— El tema del aporte en alimentos que puede ofrecer la Amazonía salió en el aula sinodal, desde el planteo de un desarrollo sustentable. Para mí fue una novedad muy grata. Espero que se pueda seguir profundizando en esta dirección y, sobre todo, que se puedan articular iniciativas concretas, que logren un desarrollo económico acorde a las características de este bioma.

— ¿Qué se está proponiendo en el Sínodo para la protección de los derechos humanos de las comunidades aborígenes que viven en la Amazonia?

— La cuestión de los derechos humanos fue ampliamente tratada, sobre todo en los círculos menores. Se habló de las formulaciones más clásicas de los derechos, pero también de la actualización de este tema, incluyendo, por ejemplo, los derechos de la tierra a no ser maltratada y expoliada, los derechos de los grupos más vulnerables de la Amazonía, como ser los indígenas, pescadores, afroamericanos y tantos otros. Se conversó bastante también sobre el derecho a la vida en todas sus expresiones. Una especial atención merecen los pueblos sin contactos con otras poblaciones o en aislamiento voluntario, expuestos al exterminio.

El estado actual del planeta nos induce a pensar que ciertos sectores que viven un estado de bienestar, no están alegremente dispuestos a cesiones sectoriales, generosidad o concesiones Hace falta una conversión ecológica.

— ¿Hay un ecumenismo “distinto” en la Amazonia, quizás más profundo y sincero, la convivencia en ese contexto hace más hermanos en la fe a quienes comparten misión cristiana allí? ¿Cómo lo evalúa?

— Es evidente que el tipo de ecumenismo que se vive en la Amazonía es diferente al que se desarrolla en otros lugares. Las distancias, las situaciones de extrema necesidad, la pobreza estructural, llevan a compartir el trabajo en favor de los más necesitados. Se trata de un ecumenismo práctico.

— Este Sínodo por sus características realmente extraordinarias implica dinámicas que continuamente proponen novedades. ¿El mundo es permeable a propuestas que exigen generosidad, cesiones y concesiones sectoriales, una profundización en la comprensión de comunidades diversas y muchas veces no escuchadas tanto por barreras idiomáticas como culturales en general?

— No es fácil responder a esta cuestión. El estado actual del planeta nos induce a pensar que el mundo, o mejor, ciertos sectores que habitan el planeta y que viven un estado de bienestar, no están alegremente dispuestos a cesiones sectoriales, generosidad, o concesiones de diferentes tipos. Sería maravilloso que este paso se diera por medio de una “conversión ecológica” positiva, es decir, por el reconocimiento de la tierra como un don, del hábitat; por la presencia y la necesidad de los otros. Si esto no se alcanza, es de esperar que al menos haya una reacción por la gravedad del problema y por la urgencia de medidas concretas a corto plazo, para frenar el cambio climático que, a decir de la comunidad científica internacional, pone en riesgo la continuidad de la misma especie humana. Para concluir, solo quiero compartir dos actitudes que me parecen necesarias en esta coyuntura: esperanza y compromiso. Si estoy en el Sínodo, es porque tengo esperanza de que es posible el cambio de un tipo de mentalidad predatoria y de hábitos destructivos, por una actitud de cuidado y gratitud. Por otro, todos estamos convocados a un renovado compromiso para cuidar del don de la vida y de la casa que hemos recibido para habitar. Este compromiso tiene que ser inquebrantable, sostenido en el tiempo, profético y, de ser necesario, martirial.

Seguí leyendo: