Cómo Charlottesville pelea para recobrar la paz y aislar a los racistas

A dos meses de que se desatara la locura, la pequeña ciudad del estado de Virginia promueve mensajes de amor y tolerancia en sus calles, mientras los supremacistas prometen regresar

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Charlottesville está del lado del amor, la consigna con que el gobierno local busca erradicar el mensaje de odio de los supremacistas
Charlottesville está del lado del amor, la consigna con que el gobierno local busca erradicar el mensaje de odio de los supremacistas

Desde Charlottesville, Virginia

Una bestia dormida se sacudió dos meses atrás en este pueblo ubicado en el corazón rural de Virginia. Ahora Charlottesville busca desesperadamente que el mensaje de odio de los grupos de la ultra derecha blanca y racista de Estados Unidos no quede asociado a su nombre.

En la plaza central, una manzana arbolada y apacible, un plástico negro cubre por completo la enorme estatua del general confederado Robert E. Lee. Parece un monumento a punto de ser inaugurado, pero es todo lo contrario: el intento oficial de removerla y borrar ese símbolo del segregacionismo, hoy trabado en la Justicia, fue lo que gatilló la violencia.

La misma plaza se llamaba dos meses antes Lee Park y el consejo local decidió rebautizarla Emancipation Park.

El plástico que cubre a Lee es un recordatorio del odio que descendió sobre Charlosttesville el pasado 12 de agosto.

La estatua cubierta del general confederado Robert Lee. La decisión de removerla desató la furia de los supremacistas.
La estatua cubierta del general confederado Robert Lee. La decisión de removerla desató la furia de los supremacistas.

"La taparon en señal de luto", explica S. Henderson, una vecina que todavía recuerda con espanto el zarpazo violento que ese día dieron cientos de supremacistas blancos llegados desde todas partes del país. La herida sigue abierta, pero el pueblo entero parece ahora comprometido en el esfuerzo por cerrarla. Al pie de la estatua cubierta hay unas estrellas de madera con palabras de amor y paz que deja la gente. Y piedras pintadas con frases como "se amable", o "apoyamos el amor". Es una iniciativa de las escuelas locales. Los chicos las esconden en macetas y canteros para que otros las encuentren y se difunda así un mensaje de respeto y tolerancia.

A dos cuadras de allí están las flores secas y las pintadas que marcan el lugar donde murió la activista por los derechos civiles Heather Heyer cuando un auto embistió contra quienes repudiaban en las calles la presencia de los supremacistas. "Gone but not forgotten (partida pero no olvidada)", se lee en una pared de ladrillo. Otras 18 personas resultaron heridas en las peleas y golpizas que por unas horas convirtieron a Charlottesville en un infierno de caos y violencia.

Sophie Dupont llora cuando recuerda lo ocurrido. Mesera en un bar de la calle peatonal junto a la plaza, dice que todavía tiene pesadillas de noche. Guarda imágenes mentales que no cree poder olvidar: las armas, las vestimentas de tipo militar, las banderas esvásticas, los rostros desencajados vomitando odio por las calles de su pueblo. "Había muchos heridos y olor a sangre, peleas por todos lados… me impactó el orgullo con que se mostraban violentos", relata. Se refiere a los partidarios neo nazis, del Ku Klux Klan, nacionalistas, anti semitas, neo confederados y grupos de la extrema derecha… la amplia tribu que reúne a los que quieren imponer un Estados Unidos sólo para blancos.

Sophie Dupont en el lugar donde murió la militante cuando un racista atropelló a quienes protestaban contra su presencia en Charlottesville
Sophie Dupont en el lugar donde murió la militante cuando un racista atropelló a quienes protestaban contra su presencia en Charlottesville

En un momento, su mejor amiga, con la que Sophie se acercó a la marcha para saber de primera mano qué pasaba en las calles, quedó cara a cara con uno de los líderes de la convocatoria supremacista, Richard Spencer. "Se le acercó y le gritó que seguramente quería ser violada por una banda y que por eso estaba ahi; tuvo mucho miedo", dice. Sabe que van a volver. De hecho lo hicieron hace dos semanas -aunque sin causar desmanes similares-, y lo harán nuevamente.

Spencer advirtió que pronto habrá un "Charlottesville 3.0". Se ampara en la libertad de expresión y de reunión para lanzar su amenaza. Pero el gobierno local dará pelea en la justicia: demandará a los grupos de la ultra derecha por desarrollar actividades paramilitares ilegales. Quiere mantenerlos fuera de los límites urbanos. Que no vuelvan a hacer de este pueblo tranquilo y mayormente tolerante un campo de batalla. La pulseada se da también en las calles. A lo largo de la peatonal hay carteles recién colocados en los que se lee que Charlosttesville "está del lado del amor".

La gente se para junto a ellos y se saca selfies.

Steve Ashvy tiene 65 años y trabaja en la biblioteca municipal. Recuerda muy bien los tiempos de la segregación racial en los colegios locales. Dice que la integración plena se dio hacia 1965 y que hoy este pueblo es un crisol de razas y creencias. "Superamos nuestro pasado racista hace rato", afirma. "Los que marcharon eran todos de afuera, llegaron de más de 30 estados".

Steve Ashvy, empleado de la biblioteca municipal: “Los que marcharon eran todos de afuera”.
Steve Ashvy, empleado de la biblioteca municipal: “Los que marcharon eran todos de afuera”.

¿Por qué entonces Charlosttesville y por qué ahora? Las respuestas difieren. La idea de remover a Lee de su pedestal sin duda provocó una reacción de los grupos violentos. Pero eso no explica todo. En distintas partes de Estados Unidos hay iniciativas similares, tendientes a borrar los símbolos del segregacionismo. Hay otros elementos: este pueblo queda a sólo dos horas de Washington DC, lo que asegura impacto mediático. Además, es bastante pequeño. Un modesto "ejército" lo colma y controla rápidamente, como ocurrió el 12 de agosto. Por unas horas ese día la invasión supremacista de Charlosttesville concentró la atención de medios locales y extranjeros.

Por otra parte, según Ashvy y otros residentes consultados por Infobae el momento político no es casual. "El triunfo de Donald Trump le soltó las riendas a gente que estaba oculta en los márgenes de la sociedad", sostiene el bibliotecario. Cree que son sectores muy minoritarios: "Pocos pero ruidosos".

Estrellas y piedras pintadas con mensajes de tolerancia, una respuesta de la ciudad a la violencia
Estrellas y piedras pintadas con mensajes de tolerancia, una respuesta de la ciudad a la violencia

La idea de que los grupos violentos se sintieron alentados -o al menos no desalentados- por la nueva Casa Blanca es compartida por muchos. No culpan directamente al presidente, que demoró demasiado una condena finalmente tibia de la marcha supremacista. Pero creen que su ascenso refleja "una conciencia cívica en declive", según lo expresa Nicholas Gucciardo, empleado en un restaurante de la calle peatonal.

Para el músico local Greg Allen, en Estados Unidos hay ahora "un clima político de gran división, en el que los racistas creen que su mensaje puede encontrar un lugar". Aunque sabe que los supremacistas volverán, luego de la violencia desatada en sus calles, Charlottesville intenta ahora demostrar que este no es ese lugar.

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