El joven se puso el traje y se sumergió en el río, ubicado en la ciudad de Columbus. Nadó hasta el fondo, ávido de encontrar objetos valiosos.
Primero se topó con un medallón, luego con una pequeña batería. No eran tesoros, pero tampoco un mal comienzo.
Tras desplazarse unos metros más, siempre en el fondo del río, halló una caja negra. Su ritmo cardíaco se aceleró. Al tomarla, vio que tenía una bolsa dentro, así que la sacó.
En un primer momento, no entendía lo que era. Pero al darla vuelta y leer una inscripción con el nombre de una persona, chilló horrorizado y la soltó. Eran las cenizas de alguien que había sido cremado.
Jake se llevó la bolsa y llamó a la Policía para preguntar qué debía hacer. El oficial que arribó minutos después le aconsejó que la dejara donde la había encontrado, pero oculta debajo de una roca, para asegurarse de que nadie la encuentre.
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