Ni aquí ni allá: la final de la Copa Libertadores no se puede jugar

Por Fernando Niembro

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La ley de Murphy dice que si algo puede salir mal, saldrá mal. La Conmebol -desorientada, enojada, molesta- tomó una resolución en la figura de su presidente: obliga a jugar el partido entre River y Boca el 8 o el 9 de diciembre fuera de nuestro país. Esto desaira a la Argentina, en particular a River, lo obliga a jugar a Boca e intenta salomónicamente que esta resolución satisfaga a los dos partiendo por la mitad. River juega como es su deseo y Boca no va a River. Todo parece un desatino. Ahora trasciende que el fallo saldría esta misma noche, y que diría que Boca no tiene razón, que a River se le aplicaría una multa económica, que podrían ir hinchas visitantes al país donde se juegue, con todos los riesgos que conlleva.

Está muy claro, entonces, que siempre se puede estar peor. Otra vez una decisión de la Conmebol sin ningún tino, sin ningún punto para fijarse, poniendo los pelos de punta a las autoridades del gobierno argentino diciendo, en pleno G 20, "ustedes no pueden organizar un partido de fútbol".

Pero nada de esto parece interesarle a Alejandro Domínguez, que está en una cruzada obstinada en atender los derechos deportivos y comerciales que tutela la Conmebol. Está claro que la TV y los sponsors lo exigen. Y, según él, quiere jugar el partido porque no les quiere dar la razón a los barrabravas. Para no darles la razón a los barrabravas, lo primero que tendría que haber hecho es no haber aceptado que esos dirigentes se sentaran frente a él, porque son ellos los abastecedores de esos barrabravas.

Estamos de desatino en desatino. Yo me mantengo en la idea de que este partido no se puede jugar. Me imagino también cómo sería el desembarco de hinchas de Boca y de River en Asunción, en Santiago o en Montevideo. Por una sola puerta, porque no tienen mucha más puertas. Asunción tiene un solo aeropuerto, como Montevideo o Santiago de Chile. Sería otro disparate llevarlo a Miami o a Qatar, como se está hablando, porque ya sería absolutamente insólito.

La Conmebol apurada, apresurada, urgida por ese Mundial de Clubes que también contempla intereses de otros que no son los del fútbol argentino, sale a dar una resolución pidiéndoles a los clubes argentinos que se adecuen a ella. Boca está muy firme. No quiere jugar ningún partido.

Angelici está entre la espada y la pared. Es dialoguista y le gustaría jugar, pero detrás de sí tiene a todo Boca, incluso los jugadores, diciéndole "Daniel, reclamá porque nos corresponde". Difícil la situación para Angelici. Difícil la situación para D'Onofrio, porque quedó totalmente desairado en su deseo de jugar en su estadio. Quería jugar en River porque tiene que responder por una recaudación de tres millones de dólares que es lo que recaudó para este partido. D'Onofrio no solo tiene que responder por eso, sino que también se le dice que es un incapaz para organizar partidos en su cancha.

La Conmebol parece contenta, pero no. La ley de Murphy lo dice siempre: si uno piensa que algo puede salir mal, saldrá mal. Lo que no contemplaba Murphy es que si se siguen sumando desatinos como estos, también se podrá estar mucho peor.