Didier Fassin: “La obsesión por la laicidad en Francia es claramente una reacción contra los musulmanes”

Durante su reciente visita a la Argentina, el antropólogo, sociólogo y médico francés dialogó con Infobae Cultura acerca de los desafíos que enfrentan los gobiernos de Europa y la falta de respuesta apropiada, y no meramente electoralista, por parte de los gobernantes. En esta nota, una charla sobre inmigración, biopolítica, represión y xenofobia

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Didier Fassin (Foto: Andrea Kane)
Didier Fassin (Foto: Andrea Kane)

¿Qué mecanismos llevaron a que el mundo contemporáneo pueda pensar en vidas descartables, ya sea por enfermedad, desigualdades o la guerra, y que el mundo mismo no se conmueva ante una situación intolerable? La pregunta tiene la mayor actualidad, ya que vivimos un momento crítico y de cambios y, como se sabe, toda época de estas características requiere volver a pensar sus problemas para ver si existen soluciones para ellos.

Didier Fassin es profesor en ciencias sociales del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Princeton y director de estudios en la École des Hautes Études en Sciences Sociales en París y se ha hecho esta pregunta. Fassin es antropólogo, sociólogo y médico y realizó investigaciones en países como Senegal, Congo, Sudáfrica, Ecuador y Francia. Como parte del programa de Antropología política y moral, dirigió un proyecto etnográfico de diez años sobre el Estado francés realizando trabajo de campo sobre la policía, la justicia y las cárceles. Y pensar las cárceles hoy –y los otros mecanismos punitivos del Estado– no es posible sin recurrir a Michel Foucault, no sólo en sus clásicos como Vigilar y castigar, sino en sus estudios posteriores sobre la biopolítica.

Fassin, invitado por la Embajada de Francia, la Fundación Medifé y el Centro Franco Argentino a participar en Buenos Aires para exponer sus trabajos, retoma la cuestión de la biopolítica allí donde Foucault la dejó planteada, no para oponerse a ese término que explica los mecanismos de gobierno sobre las poblaciones, sino para indagar sobre sus facetas morales y políticas. Fassin conversó con Infobae Cultura sobre estos temas urgentes que ha desarrollado en varios libros publicados en nuestro país.  

Didier Fassin ( Foto: Emmanuelle Marchadour)
Didier Fassin ( Foto: Emmanuelle Marchadour)

–Usted retoma la cuestión de la biopolítica planteada por Foucault, pero desde un ángulo diferente.

–La diferencia que he tratado de hacer en mi trabajo con el planteo de Michel Foucault es que él se interesaba en la tecnología de la biopolítica, dejaba de lado lo que era la dimensión moral y política, es decir, el contenido. Él estaba interesado en cómo se hace, cuales son las tecnologías que se desarrollan en el gobierno de las poblaciones, pero sin entrar en el detalle de cómo se trata a estas poblaciones, y eso es lo que a mí me interesa. Cuáles son las contradicciones, las dialécticas que existen en el gobierno de estas poblaciones. Su aproximación es en términos de la forma de las tecnologías del poder y para mí es el contenido, lo que se hace concretamente a través de esas tecnologías, su dimensión moral y política.

–Eso se ve muy bien en sus textos que muestran los prejuzgamientos que hace la Policía con los ciudadanos por su aspecto de inmigrantes. ¿La forma de la tecnología represiva sería la Policía y el carácter político y moral, el prejuzgamiento de la "portación" de aspecto el contenido? En un pasaje usted cuenta sobre su hijo, por su aspecto ajeno a una supuesta "francesidad".

–Para mí la política no es solamente una forma. La antropología trabajó mucho sobre las formas de la política a través de los rituales, por ejemplo. ¿Pero qué hace la política, qué contenido moral implícito tiene y cómo trata de forma diferencial a diferentes categorías de la población? En Michel Foucault nunca ves la palabra "desigualdad". Para mi trabajo, la desigualdad es central. Y no lo veo como una oposición al trabajo de Foucault, sino un complemento de un aspecto que él no quería tratar. Quizás por el neoliberalismo de su tiempo y luego su giro hacia la hermenéutica. Tal vez había algo en sus últimos cursos en el College de France, en aquel llamado "El coraje de la verdad". Allí trató de ver qué producción de verdad se produce a través de la forma de gobernar.

–Uno de los epígrafes de sus libros remite a la parresía.

–Claro, que se refiere a hablar con la verdad al poder.

Algunos libros de Didier Fassin
Algunos libros de Didier Fassin

–Usted también hace referencia a un episodio en el que dos adolescentes "mueren por nada", al escapar sin razón de la Policía y refugirse en un escondite en el cual se electrocutan. Usted cita a Alan Badiou, que es un marxista duro, que habla sobre la Policía como "perros de la burguesía" cuya función es atacar a "los trabajadores y los inmigrantes". Ahí se agrega a los "inmigrantes" a la definición clásica de Marx.

–Cuando hice trabajo de campo en la Policía entre 2005 y 2007, había una agresividad hacia las minorías, principalmente jóvenes que eran hijos de inmigrantes del norte de África, pero no alrededor de los musulmanes. Por supuesto, muchos de esos jóvenes eran musulmanes, pero nunca escuché en aquel momento algo contra los musulmanes. Algunos años después se produjo esta obsesión del Estado, de los gobiernos sucesivos de derecha y de izquierda, alrededor de los musulmanes que habrían estado amenazando la identidad francesa, la república laica, y poco a poco se fueron conformando, en tanto musulmanes, como blanco de la Policía.

–Es interesante porque lo que planteó sobre la supuesta laicidad del Estado se reprodujo en la discusión acerca de la prohibición del velo, el chador musulmán, en las escuelas públicas. Se podría pensar un doble carácter sobre esta cuestión: en Irán o Afganistán es opresivo que el Estado obligue a las mujeres a usar el chador, pero en Francia sería opresivo que el Estado lo prohíba. En un lugar se prohíbe el uso a una minoría y en el otro se impone a una totalidad de la población.

–La cuestión del velo y la obsesión por la laicidad en los últimos años viene como una reacción contra los musulmanes, claramente. Nunca hubo problemas con las monjas con sus velos, con gente que lleva una cruz colgando en sus cadenas, con la kippá de los judíos. En el momento en que los musulmanes se ven más visibles, incluso las mujeres con sus velos, esto se intensifica. Además, se plantea un criterio general sin escarbar en las particularidades. Hay mujeres mayores que lo usan por tradición, porque así lo hacían sus madres o sus abuelas, o hay mujeres blancas francesas que se convierten al islamismo y empiezan a usar el velo. Hay una diversidad de situaciones que no corresponde a la típica opresión del hombre sobre la mujer, sino que las mujeres eligen por su propia voluntad usar el velo. Entonces se produce un círculo vicioso en el que el Estado se obsesiona más y más con los musulmanes y el chador, lo que produce una reacción de las mujeres de llevar el velo como una resistencia al Estado.

Didier Fassin (Foto: Jürgen Bauer)
Didier Fassin (Foto: Jürgen Bauer)

–Uno de sus libros se dedica al problema de las "vidas descartables". ¿Cómo se plantea el problema de las migraciones forzosas de grandes masas que escapan de la guerra en Siria y Medio Oriente?

–Una de las paradojas de las migraciones de los últimos años es que la mayor xenofobia se produjo en países donde casi no había inmigración. Polonia, Hungría son ejemplos. En Hungría los migrantes pasaban con el objetivo de llegar a Francia, a Alemania, no se quedaban allí. Primero hay que criticar que haya masas de inmigrantes y refugiados y que produzcan reacciones racistas y xenófobas. En el caso de Francia, por ejemplo, cerró las fronteras del sur. La reacción del gobierno francés, e incluso de los socialistas, se inscribe en esa política. El primer ministro francés Manuel Valls criticó a Angela Merkel, la canciller alemana, por tener una política migratoria demasiado abierta. Más allá de las divisiones de izquierda y derecha lo que se puede decir es que hubo una valoración similar del problema más allá del contexto y las estadísticas. A la vez, los países como Suecia o Alemania, que decidieron que había que abrir las fronteras, recibieron a esos inmigrantes en cantidades tales como, en el caso alemán, de un millón de personas en un año. Pero el total de los inmigrantes que llegaron entre 2014 y 2016 fue de dos millones. Dos millones en una Europa de quinientos millones. No es un 1 por ciento de la población. Y es un continente que siempre ha tenido inmigración y ha asimilado esa inmigración. No quiero disminuir los desafíos de la inmigración, pero hay una desconexión entre la realidad del problema y la construcción y manipulación de la opinión pública por parte de los gobiernos.

–Dice tener una mirada trágica sobre el destino del mundo. ¿Existe una alternativa, según usted, a ese destino trágico?

–Hay obviamente elementos trágicos en el mundo actual. Cuando se ve el crecimiento de las desigualdades, la represión a los sectores más vulnerables, la marginalización y estigmatización de los inmigrantes en el contexto global de amenazas sobre el medio ambiente, estamos en un momento crítico. La cuestión es en qué momento vamos a tener líderes políticos responsables que analicen la situación en términos que no sean puramente electoralistas. Cuándo habrá reacciones populares para no aceptar una situación que es intolerable. Lo que puede dar una visión pesimista es que los gobiernos han podido dividir la sociedad. La represión es sobre ciertos sectores en nombre de la protección de otros sectores. Son mecanismos más sutiles de divisiones económicas y políticas. Se esconde la cuestión de clase, étnicas, pero también permite pensar qué formas de solidaridad existen en la sociedad.

 

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