El amor no es todo: no es alimento ni bebida
ni descanso ni un techo que te protege de la lluvia;
ni siquiera un mástil a la deriva en el naufragio para los hombres que se hunden
y salen a flote y se hunden y salen y se hunden otra vez;
el amor no puede llenar los pulmones ahogados de aire,
ni limpiar la sangre, ni acomodar un hueso roto;
sin embargo muchos hombres se hacen amigos de la muerte ahora mismo
mientras escribo, sólo por falta de amor.
Quizás en una hora difícil,
cuando me abrace el dolor, mientras yo le pido que me deje ir,
o me acose lo que me falta, más allá de lo que quiero,
sienta que puedo vender tu amor a cambio de paz,
o el recuerdo de esta noche a cambio de comida.
Puede ser que pase. No creo que lo haga.
***
Voy a acomodar el Caos en catorce líneas
y a guardarlo ahí; y dejarlo que se escape
si tiene suerte; dejarlo que se retuerza e imite mal
la inundación, el fuego y los demonios, sus planes ingeniosos
se volverán nada en los límites estrictos
de este Orden dulce, donde, en un crimen piadoso,
abrazo su esencia y su contorno deformado,
hasta que se mezcle y sea uno con el Orden.
Pasaron las horas, los años, de nuestra amenaza,
su arrogancia, nuestra terrible servidumbre:
lo tengo. No es nada más ni nada menos
que algo simple que no comprendimos todavía;
ni siquiera voy a hacerlo confesar;
o responder. Solo me voy a vengar.
Edna St Vincent Millay, 1892-1950, EEUU
Traducción: Raquel San Martín
Selección: Tamara Tenenbaum
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