Un emblemático libro prohibido por la dictadura, nuevo nombre de un jardín de infantes

La historia de “La Torre de Cubos” de Laura Devetach es emotiva: tiene un pasado de censura durante la dictadura pero un presente de reivindicación. A 43 años de su publicación, un jardín de infantes de La Paternal (Espinosa 1243) decidió, tras una votación —donde los niños comprendieron el rol de la democracia—, tomar su nombre. "Los que me prohibieron me hicieron un favor", le dijo la autora a Infobae

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Distintas portadas de “La Torre de Cubos” de Laura Devetach
Distintas portadas de “La Torre de Cubos” de Laura Devetach

La reedición de La Torre de Cubos, el libro prohibido de Laura Devetach, está dedicado a "todas las maestras y todos los maestros que hicieron rodar estos cuentos cuando no se podía". Fue una larga cadena la que se tejió desde que la autora lo escribió en el año 1964 hasta lo que sucedió el miércoles 4. Ese día, un día antes de su cumpleaños número 80, el nombre del libro prohibido durante la última dictadura militar fue impuesto a un jardín de infantes de La Paternal, tras un trayecto de casi siete años que incluyó una votación escolar y una ley de la Ciudad.

"Los que me prohibieron me hicieron un favor", dice una Laura Devetach de mirada brillante a Infobae. Ella está en la primera fila como escritora y me acerco en mi doble rol de periodista y mamá, rodeadas de docentes, vecinos, familias, ex alumnos del jardín y maestras que pasaron por Espinosa 1243 cuando su identidad era un número difícil de recordar.

Laura Devetach (NA)
Laura Devetach (NA)

Cuesta citar un punto de partida. Uno, arbitrario, podría ser el relato de la actual supervisora de jardines del distrito séptimo, Gabriela Gaspar. "Mi mamá me lo leía en una hamaca", relata después de que un grupo de maestras representara el primer cuento del libro con una escenografía y vestuario dignos de un buen espectáculo infantil. La ex directora del Jardín 4 distrito escolar 7º, que nació el mismo año en que Devetach escribió esos cuentos, cierra su puño derecho y lo muestra en alto, como si apretara con suavidad algo que esconde entre sus dedos. Cuenta que "en 1981 una profesora nos dio un rollito de cuentos tipeados en una Olivetti, entre los que estaban La torre de cubos, Un elefante ocupa mucho espacio", entre otros que cita. Y agrega que esa profesora "nos dijo que no podían no estar en nuestra biblioteca docente". El libro había sido premiado en 1966 y prohibido en 1978, primero en Santa Fe, después en Mendoza y Buenos Aires y finalmente en todo el territorio nacional. Devetach hasta sufrió la presencia atemorizante de un Ford Falcon verde frente a su casa en Córdoba.

Laura Devetach y Gabriela Gaspar, sonrientes en el acto rodeadas de chicos
Laura Devetach y Gabriela Gaspar, sonrientes en el acto rodeadas de chicos

"Tener un nombre es un derecho", ratifica la supervisora que cuando termina de hablar se funde en un cálido y extenso abrazo con Devetach. Cuando se separan las dos sonríen y mantienen la sonrisa hasta el final de los aplausos que tardan en terminar.

En el acto, los más chiquitos, de guardapolvo cuadrillé blanco y azul, cantan una canción escrita por una maestra. En el bis cantó hasta Devetach mientras, sentados en las gradas que compró y pintó la cooperadora, se ve un grupete de blanco, chicos de cuarto, quinto y sexto grado de la escuela primaria Provincia de San Juan, entre ellos mis hijas mellizas. Fueron los que al ser invitados quisieron ir. Todos ellos ex alumnos del jardín cuando durante al año 2011 la entonces directora promovió el proyecto escolar que incluyó un trabajo por la identidad (cada niño confeccionó su DNI) y un trabajo sobre la democracia con la convocatoria a vecinos del barrio y familiares para que propusieran nombres con fundamento. Los directivos preseleccionaron cuatro y la campaña estuvo a cargo de los chicos.

Emocionante reivindicación. Laura Devetach en el acto del cambio de nombre
Emocionante reivindicación. Laura Devetach en el acto del cambio de nombre

Los que entonces tenían 3 años ahora tienen 9, son los que hicieron campaña por Rodolfo Walsh y aparecieron una mañana en el horario de ingreso con anteojos de cotillón de gruesos marcos negro. Los que tenían 4 años ahora cursan 5º grado y les tocó pedir el voto para Osvaldo Pugliese, destacada figura de Villa Crespo. Mis hijas estaban separadas en las salas de 5, una hizo campaña por el Dailan Kifky de María Elena Walsh y la otra por La torre de cubos, que ganó por una docena de votos después de que los niños hicieran campaña con cubos de colores gigantes y promovieran los valores que promueve el cuento. Casi siete años atrás padres y madres actuaron como autoridades de mesa y entregaban el sobre donde los niños introducían las boletas confeccionadas por ellos mismos. En las colas se mezclaban abuelos, padres y chicos, con portación de DNI obligatoria para los adultos y el artesanal en las manos pequeñas. Los alumnos habían aprendido que si la boleta que querían no estaba debían avisar a la autoridad electoral. Y hasta hubo quien votó por otro "candidato", no el propio, porque el otro le gustaba más.

Al año siguiente un grupo de padres pintó murales con el nombre que aún no era oficial. Recién el 1 de junio de este año la Legislatura, insistencia docente mediante, votó la Ley 5.830 que permitió que en el acto del miércoles se impusiera definitivamente el nombre al jardín público porteño. Fue la segunda vez que Laura Devetach estuvo de visita. La primera fue en el año 2012, cuando acababa de fallecer su compañero de toda la vida, el también escritor Gustavo Roldán. Aquella vez había prometido un paso rápido por el jardín pero terminó sentada en el suelo contando cuentos a los chicos.

Colores y alegría. Dibujo alusivo en el ahora Jardín “La torre de cubos”
Colores y alegría. Dibujo alusivo en el ahora Jardín “La torre de cubos”

– ¿Qué significa que La torre de cubos sea el nombre de un jardín?

– Para mí significó tanto lo que fue haciendo la gente con La torre de cubos. Es maravilloso. Esto es la representación de un trabajo en el tiempo de equipos, yo no creo en el trabajo individual, creo en este hilito que nos une a las comunidades y a las familias que han leído el libro. Eso va mucho más allá que la lectura común y silvestre, estoy emocionadísima. Estos chicos que hicieron esa elección no se olvidan más de esa experiencia, es una maravilla lo que ha hecho esta escuela y esta comunidad educativa.

– ¿Por qué cree que fue prohibido el libro?

– Y… porque por ahí desnuda algunos mecanismos sencillos del sistema capitalista. Como que contárselos a los chicos está mal pero los chicos viven eso todos los días. Por otro lado después fue muy reivindicado. El decreto fue derogado y desde la provincia de Santa Fe lo vuelven a recomendar para los colegios. Los que me prohibieron me han hecho un favor a mí y a la comunidad. Me alegro mucho de estar en esa zona de libertad y de posibilidad de circular como estamos en este momento.

– ¿Qué quería que los chicos aprendieran?

– Yo cuento una historia y quiero que ellos lo escuchen, como cuando se sientan en el regazo a escuchar, nada más que eso. Cada uno va a sentir cosas diferentes. El camino de la lectura es el afectivo.

Acto en el Jardín. Del otro lado de la cámara, los chicos miran atentos y expectantes
Acto en el Jardín. Del otro lado de la cámara, los chicos miran atentos y expectantes

Después de hablar con Infobae, después del acto protocolar y el acto artístico la autora se pone de pie, toma el micrófono y agradece. "El jardín tiene mi torre y mi torre ahora tiene un jardín, tengo que ver qué hago con eso". Reivindica la solidaridad y el trabajo en equipo. Todos le cantan el Cumpleaños Feliz y le regalan un ramo de flores. Ella pide otra vez la palabra para regalar un poema. Propone que al romper una nuez miremos los caminos infinitos de la trama de su cáscara y recuerda que a veces las cosas más importantes se esconden en las más pequeñas. Es la primera vez que un adulto es más fotografiado y más aplaudido que los niños en ese espacio escolar. Hasta las autoridades de la Ciudad, entre las que están los integrantes del Programa Educación y Memoria, toman fotos y filman con sus celulares.

En la platea hay maestras y directoras ya jubiladas que abrazan a sus ex alumnos crecidos. Ahí está María Rosa Mondini, la primera directora que conocí en el jardín al que llegué después de una larga búsqueda en la que hasta perdí reservas en escuelas privadas de las que desistí. En el barrio al jardín de la calle Espinosa lo precede su buena fama.

Pintura alusiva al libro “La torre de los cubos” de Laura Devetach
Pintura alusiva al libro “La torre de los cubos” de Laura Devetach

En el primer acto de aquel año 2010 en que se recordó el 24 de marzo de 1976, Mondini explicó a los niños con palabras sencillas algo difícil de explicar: "Ustedes saben sus nombres, saben quiénes son sus papás, pero en la Argentina hubo años en los que muchos chicos no lo supieron porque los separaron de sus papás". No es tarea fácil educar, menos hablar de identidad y menos comprender algo que me llevó años investigar, como la apropiación de niños en la última dictadura militar que plasmé en un libro.

Ese día en ese acto supe que era el mejor jardín para mis hijas. Ratifiqué que no me había equivocado cada vez que tuve la colaboración de docentes y padres de la comunidad. Y lo confirmé esta semana cuando la nueva directora, María Fernanda Rissetto, anunció que "el jardín dejará de tener un número para tener un nombre". No es poca cosa tener identidad. Y es mucho poder elegirla.

 

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