A los tres meses de edad casi es devorado por un cerdo, perdió sus piernas y, a pesar de las dificultades, ha logrado superarse, hoy necesita nuevas prótesis

Jaime Carvajalino era un bebé cuando un marrano entró a su casa y, como en una película de terror, trató de devorarlo, pero sobrevivió para contar su historia de lucha y resiliencia.

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Jaime Carvajalino. Foto: La Opinión de Cúcuta.
Jaime Carvajalino. Foto: La Opinión de Cúcuta.

Como en todo hogar, sus padres tuvieron que salir a trabajar, Jaime tenía 3 meses y había quedado al cuidado de sus hermanos, quienes en medio de un descuido fueron testigos de una escena sacada de un cuento de terror, al ver que un cerdo estaba por comerse a su pequeño hermano.

Jaime nació en el corregimiento El Zulia, un municipio ubicado en la región oriental del departamento de Norte de Santander, allí junto con sus hermanos era un bebé sano, quien en medio de la pobreza tenía netamente lo necesario, sin embargo, una tarde su historia cambio.

Él mismo cuenta la historia, a raíz de lo que su familia le ha contado de ese trágico día. Según su relato, sus hermanos estaban fuera de la casa jugando, cuando de repente escucharon llorar al bebé, y al salir corriendo, encontraron al cerdo con el niño en la boca, el animal pretendía llevárselo para la cochera, sin embargo, unos de sus hermanos empezó a golpear al marrano para que soltara al bebé, pero este no lo hacía, así que el otro decidió herirlo, y fue cuando por fin el animal abrió la mandíbula y soltó a Jaime.

Las heridas que le causó el animal a Jaime fueron muy fuertes, sus hermanos le contaron que él ese día lloraba mucho y que al ver sus piernas así, lo único que pudieron hacer fue cubrirlo con una sabana.

Al llegar la noche, sus padres regresaron a casa y afanosamente sus hermanos le contaron a la madre, quien de inmediato le contó al padre, los cuales en medio de la oscuridad con una vela lograron ver las fuertes heridas de Jaime.

Salieron de inmediato para un centro asistencial, pero debían caminar una trocha a oscuras para llegar a la carretera y tomar un carro. Una vez la pareja logró llegar al puesto de salud más cercano, inevitablemente Jaime tuvo que ser remitido a Cúcuta para que allí le dieran la atención adecuada para salvar su vida, pues el bebé de tres meses tenía una fiebre muy alta.

Tras la gravedad de las heridas y el destrozo de músculos que el causó el animal, en horas de la madrugada los doctores tuvieron que amputarle sus pequeñas piernas, desde esa noche la vida de Jaime iba ser totalmente diferente a la de cualquier niño.

Una vida en medio de la pobreza y sin piernas

Para Jaime no fue fácil aprender a caminar, pues los doctores no habían cortado por la misma altura sus piernas, sin embargo él lo logró. Cuando ya tenía los doce años, el para poder ir algún lugar se arrastraba por el piso o su padre lo cargada, pero un día pensó en intentar caminar y tomó una cañabrava, que servía de soporte para las paredes de su casa, se puso en pie, se sostuvo por un tiempo y logró pararse sobre sus muñones. Ese día su madre gritó de alegría al verlo de pie.

Jaime le narró al diario que, él sabía que su padre solo pensaba en cómo iba ser su vida y cómo el iba a salir adelante .“Mi papá solo pensaba en cómo sería mi vida cargándome él todos los días en su espalda, sin poder caminar, arrastrándome por el suelo. Sé que él hasta llegó a pensar en morirse, para no verme en esa situación”.

Él fabricó sus ‘potes’

Una tarde, cuando Jaime tenía más o menos 17 años, se ideó unas prótesis, sus ‘potes’, como él las bautizó. Recuerda que por entonces su mamá le dio a su papá de regalo un pocillo grande y vio que este encajaba perfectamente en su muñón, en el que tiene más sensibilidad.

“¡Me lo puse y me quedó! Pero se dañó a los pocos días. Luego vi unos potes en los que viene el veneno para rociar el arroz y esos fueron los que me acompañaron por 9 años. Por dentro les puse una suela de zapatos porque se me resbalaban y así pude jugar fútbol, montar en bicicleta, trabajar y hasta correr”, aseguró Jaime emocionado al recordar su ‘invento’.

Pasaron los años, y en 2018, Laura Ocampo, periodista de la revista Semana, se enteró de su historia y fue así como ella hizo posible que la fundación Cirec le regalara unas prótesis adecuadas para él. Se traslado por varios meses a Bogotá, para que le realizaran todos los exámenes necesarios y fue así como para navidad, de ese mismo año, tuvo el mejor regalo de navidad, unas piernas.

Una vez él tuvo sus piernas, Laura lo llevó a un almacén de zapatos, allí por primera vez Jaime se iba a calzar unos zapatos en su vida. Al regresar a su casa, la alegría fue inmensa, pues lo vieron llegar caminando.

Laura no dejó hasta ahí la historia, ahora que trabaja para el diario BBC, retomó la historia de Jaime, quien desde hace meses tuvo que volver a sus ‘potes’ porque él debe trabajar para mantener a sus dos hijos y el único trabajo que consiguió fue cargando bultos y haciendo labores pesadas del campo, por lo que con el tiempo las prótesis se fueron dañando.

Jaime las envió nuevamente a Bogotá, pero no cuenta con los recursos suficientes para arreglarlas y desde hace seis meses trabaja nuevamente con sus ‘potes’, los cuales le causan bastante dolor en su muñones.

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