Una serie de videos obtenidos por el diario español El País muestra la economía de la ilegalidad que rige al Reclusorio Norte de México y a sus más de 10.000 internos, una tercera parte de toda la población carcelaria de la capital del país.
"¿Qué tal está la motita, carnal?", pregunta un hombre que se acerca a un puesto de marihuana en uno de los pasillos del reclusorio. "Está buena, padre", responde el vendedor, que tiene a su lado a un joven que lucha por mantenerse sentado por lo drogado que está.
Cuatro o cinco pesos mexicanos (veinte centavos de dólar) por dosis de marihuana. El joven emprendedor ha decorado su puesto con los colores de la bandera rastafari y con calcomanías de San Judas Tadeo, Jesús Malverde y la Santa Muerte. Sobre la tabla que le sirve de mesa tiene una libreta donde apunta sus ganancias, las dosis y una calculadora.
En el Reclusorio Norte es tanta la competencia que para vender hay que destacarse. Las imágenes a las que obtuvo acceso El País muestran más de una docena de microcomercios instalados en los pasillos que comunican los dormitorios de la prisión. Los puestos están decorados de formas diferentes. Promocionan sus productos sin pudor y a gritos: cocaína, piedra o crack y, sobre todo, marihuana.
Pero es sabido que todo tiene un precio dentro de la prisión. "¿Cuánto tienes que dar al custodio para que no te pegue?", pregunta una voz detrás de la cámara. "Cinco pesos", responde un hombre que deja ver la falta de dientes cuando abre la boca. Acaba de salir de una de las casetas de los vigilantes y uno de los guardias lo golpeó con el mango del garrote por no pagar la cuota que se cobra por pasar la lista, entre dos y cinco pesos.
Las varias horas de imágenes filtradas muestran, en varios momentos, a los guardias recorriendo la prisión con largas páginas de listas en las manos. Mientras caminan entre los puestos de drogas, reciben monedas de los prisioneros. Los custodios de cada turno cobran 100 pesos por permitir los Oxxos, los puestos que reciben o hacen transferencias y depósitos a bancos del exterior.
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Los mexicanos están acostumbrados a escuchar sobre la sordidez y violencia de las prisiones nacionales. Pocos materiales audiovisuales, sin embargo, han mostrado de forma tan descarnada la vida cotidiana y marginal de una prisión mexicana.
Los videos revelan los call centers que los prisioneros montan fuera de sus celdas para extorsionar. Son docenas de hombres sentados en bancos y sillas que observan celulares fijados en bases. Todos traen audífonos con micrófonos.
"Aquí no hay pedo (problema) por nada. Está todo amarrado", dice un recluso que trata de convencer a otro de rentar un teléfono para sumarse al negocio. La renta del aparato es de 150 pesos diarios, menos de siete dólares. El criminal revela su ambición y cuenta sus planes de expansión y así montar un equipo formado por diez delincuentes. En 2016 hubo más de 4.800 víctimas de extorsión en todo el país, más de 13 por día. Las autoridades federales aseguran que la mayoría de las llamadas de extorsión se hacen desde el interior de algún centro de readaptación.
Tras las revelaciones, el gobierno de la Ciudad de México asegura que los custodios que fueron grabados ya han declarado ante la Fiscalía capitalina y no podrán volver a ingresar al Reclusorio Norte. Un centenar de guardias recién capacitados los sustituirán a partir del 1 de febrero. Las autoridades también han prometido reubicar a otras prisiones a los prisioneros que hayan sido filmados extorsionando.