El FN, medio siglo de acercamiento progresivo al poder

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Luis Miguel Pascual

París, 4 oct. El Frente Nacional (FN), el partido creado para agrupar la extrema derecha francesa, cumple mañana medio siglo sin que sus herederos quieran sacar pecho de ese pasado, del que se han ido disociando para elevar su techo electoral y situarse en el mejor momento de su historia.

"Es difícil que celebren esa fecha porque supondría asumir el conjunto de lo que significa ese partido", asegura a Efe el politólogo Jean-Yves Camus, uno de los mayores especialistas en la ultraderecha francesa.

La Agrupación Nacional (RN, siglas en francés), el nombre que adoptó el partido tras la refundación lanzada en 2018 por Marine Le Pen, hija de Jean-Marie Le Pen, uno de los fundadores del FN y durante décadas su rostro emblemático, "no puede presentarse como heredera por el elevado coste electoral que tendría", añade la historiadora Valérie Igounet, autora de varios libros sobre el partido.

El 5 de octubre de 1972, diferentes grupos de extrema derecha reunieron sus fuerzas para crear un partido fuerte. "Esas ideas quedaron muy desacreditadas tras la Segunda Guerra Mundial, pero recobraron algo de fuerza tras la guerra de Argelia", señala Igounet.

En su seno, antiguos colaboracionistas con el régimen nazi o del régimen de Vichy y sectores xenófobos se constituyeron como una entidad unida que colocó a Le Pen al frente, pero que durante años no fue más que un grupúsculo.

Siempre por debajo del 1 % de los votos en las citas electorales, Le Pen y un puñado de fieles se obstinaron en subsistir en ocasiones poniendo en riesgo sus propias fortunas.

A principios de los 80 el viento viró en su favor. "La sociedad perdió miedo a las ideas que defendían en medio de una gran crisis económica, la gente había olvidado la Segunda Guerra Mundial", asegura Igounet.

A ello se sumó que el presidente socialista François Mitterrand utilizó al FN para debilitar a la derecha moderada. Intervino para que Le Pen pudiera aparecer en la televisión pública y en las legislativas de 1986 introdujo una representación proporcional, lo que permitió al partido de extrema derecha sentar 35 disputados en la cámara baja.

LE PEN ELEVA EL TECHO ELECTORAL

Las cualidades oratorias de Le Pen le dieron un papel importante en la política francesa y el partido se instaló en el 15 % del respaldo electoral, pero las declaraciones de su líder, a menudo altisonantes, le aislaron del resto de las formaciones.

Cuando en 1987 aseguró en una entrevista televisiva que las cámaras de gas nazis no fueron más que "un detalle" de la historia, el FN se convirtió en un apestado, pero seguía manteniendo cuatro millones de electores y una constante presencia en el debate político.

El partido se debatía entre mantener la ortodoxia de los fundadores, como defendía su líder, o abandonar los temas más controvertidos, como pedían otros miembros, lo que desembocó en 1998 en una dolorosa ruptura protagonizada por Bruno Mégret.

Tocado, Le Pen "tardó años" en reconstruir su partido, según Igounet, pero logró mantener la esencia y en 2002, contra todo pronóstico, alcanzó la segunda vuelta de las presidenciales, todo un seísmo en la política francesa.

Aquella gesta dio aire a Le Pen, pero también alimentó las ansias reformistas, incluidas las de su hija Marine.

"En las manifestaciones contra su padre en 2002 (Marine) se dio cuenta de todo el miedo que despertaba su partido", señala la historiadora, que dio los primeros tímidos pasos para la refundación, un proceso que se aceleró cuando en 2011 sustituyó a su padre en la presidencia.

El proceso obligó a dolorosas purgas internas, incluido el propio patriarca, que seguía haciendo declaraciones explosivas que echaban por tierra la nueva imagen que buscaba su hija, que lo excluyó en 2015.

Libre de las hipotecas del pasado, Marine Le Pen siguió apostando por temas como la inmigración o la identidad nacional, pero con un lenguaje innovador. "Ya no hablan de xenofobia, hablan de preferencia nacional", señala Camus.

El partido aceptó el juego institucional, abandonó la bandera de la salida de la Unión Europea y luchas contra el aborto o el matrimonio homosexual dejaron de ser centrales.

CAMBIO DE PIEL

El cambio de piel se tradujo en una mejora electoral. Marine Le Pen fue tercera en las presidenciales de 2012 y, cinco años más tarde, emuló a su padre al pasar a la segunda vuelta, aunque esta vez ya no fue una sorpresa.

Consciente de que todavía arrastraba el lastre de su pasado, en 2018 refundó el partido, cambió el nombre y le presentó como el movimiento de las clases populares contra las élites, entre las que asienta su fuerza electoral, robando muchos votantes a los partidos de izquierda.

"Poco queda del partido original. Pero se mantienen tres elementos: el populismo, la voluntad de cambiar las instituciones y el tríptico emigración-seguridad-identidad", señala Camus.

Una receta que volvió a llevar a Le Pen a la final en las presidenciales de 2022, en las que estuvo más cerca que nunca de conquistar el Elíseo (41,45 % de los votos), y que, en las legislativas siguientes, le dieron el mayor grupo parlamentario de su historia, con 89 diputados. EFE

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