Desde hace cinco años, el movimiento #MeToo agita a la sociedad

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Hace cinco años centenares de miles de mujeres en el mundo empezaron a utilizar la etiqueta #MeToo para denunciar la violencia sexual y sexista, un movimiento que continúa agitando las aguas en todo el mundo, aunque queda mucho camino por delante.

Fue el 15 de octubre de 2017 cuando la actriz estadounidense Alyssa Milano publica un mensaje en el que invita a las mujeres que han sufrido acoso sexual a utilizar la etiqueta #MeToo (YoTambién) en Twitter para compartir su testimonio.

En realidad esa denominación había sido creada en 2006, pocos días después de la publicación en la prensa estadounidense de dos investigaciones explosivas sobre las agresiones y violaciones del productor de cine Harvey Weinstein, que tuvieron lugar impunemente durante años.

Fue un tsunami mundial: los testimonios invadieron la red social en pocos días y las manifestaciones se multiplicaron en numerosos países.

"La amplitud del movimiento es extraordinaria", explica a la AFP Florence Rochefort, investigadora del Centro de Investigación Científica francés (CNRS), especialista en la historia de los feminismos.

Es un momento "histórico" que permitió "visibilizar la dimensión de esa violencia".

"Pero aún estamos lejos de haber implementado soluciones", añade.

Algunos hombres consideran que el movimiento es exagerado.

"#MeToo demostró la rutina de esa violencia sexual y sexista, su carácter banal", ya sea en la vida diaria en la calle, en el lugar de trabajo, en el seno del hogar, explica a la AFP Sandrine Ricci, socióloga especialista de la universidad de Quebec en Montréal.

"El movimiento permitió a la gente, en particular a las víctimas comprobadas o potenciales, comprender mejor lo que estaba en juego", explica.

A juicio de esta feminista, "los perjuicios persisten" y la sociedad tiene tendencia a "desviar la responsabilidad de los agresores, sobre todo cuando están en posición de poder", añade.

- Un problema estructural -

El movimiento #MeToo tuvo sus propias versiones locales en cada país.

Para Adéle Pautrat, fotógrafa francesa de 29 años residente en Bruselas, el movimiento se ha convertido en "un símbolo de la reapropiación de la palabra" por parte de las mujeres.

"Se trata de un problema colectivo ante el cual hay que saber tomar postura de manera firme", explica.

Desde el inicio de #MeToo, "es más fácil hablar de acoso sexual, que ha pasado a ser considerado como un problema estructural más que individual", destaca Hillevi Ganetz, profesora especializada en género y medios de comunicación de la universidad de Estocolmo.

- La responsabilidad de las empresas -

El movimiento ha obligado a las empresas en el mundo occidental a reaccionar. Cada vez hay más compañías que organizan formaciones sobre el acoso sexual y nombran a personal habilitado para recibir quejas.

El clima de denuncias en Estados Unidos ha provocado que "las empresas tomen cada vez más en serio las acusaciones de acoso o agresión sexual" y que apliquen "medidas disciplinarias o despidos a los empleados acusados", indica a la AFP Camille Hébert, profesora de Derecho de la universidad de Ohio.

Esa firmeza "ha hecho evolucionar la cultura empresarial", aunque las leyes siguen siendo las mismas.

En Suecia en 2018, en España el año pasado, las leyes que penalizan la violencia han sido endurecidas.

Pero las asociaciones feministas consideran que la respuesta gubernamental es insuficiente.

Mientras, el movimiento toma otras vertientes, como #MeTooIncesto en Francia.

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