Contra la vergüenza y el tabú: la incontinencia en los niños

Ya no es un bebé, sino un niño grande, y se siente orgulloso de poder ir al baño solo ni bien siente ganas. Pero este proceso a veces se desarrolla con ciertas dificultades en algunos niños.

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Ya no es un bebé, sino un niño grande, y se siente orgulloso de poder ir al baño solo ni bien siente ganas. Pero este proceso a veces se desarrolla con ciertas dificultades en algunos niños.

A algunos, sin querer, se les escapan sus necesidades en su ropa interior. Es un tema del que no se habla. "Para muchos es extremadamente desagradable, les da mucha vergüenza", dice la pediatra Melanie Ahaus, de Leipzig en Alemania.

Las familias afectadas no son solo excepción. Según los especialistas, entre 1,5 y tres por ciento de los niños de siete años no controlan sus esfínteres en el caso de materia fecal. En los varones ocurre con más frecuencia que en las niñas.

También para la enuresis (pérdida de control de la vejiga) los especialistas tienen cifras: de acuerdo a ellas, aproximadamente un diez por ciento de los niños de siete años orinan en la cama de noche, siendo aquí los varones dos veces más que las niñas. Durante el día, se ven afectados por el problema aproximadamente entre el dos y tres por ciento.

En el trato con un niño con incontinencia es importante sobre todo una cosa: "Los padres jamás deberían reprender o incluso castigar al niño", dice la pediatra Ahaus. Más bien deberían acompañarlos con cariño y transmitirles la sensación de que la incontinencia será transitoria.

Y es que "en la gran mayoría de los casos, detrás de la falta de control de esfínteres o la incontinencia no hay un problema patológico", explica Ahaus.

A menudo es parte del proceso de maduración. Los niños duermen a veces muy profundamente de noche y no necesariamente se despiertan por la presión en el intestino o la vejiga. Y entonces pasa...

Para determinar que la incontinencia realmente no tenga un trasfondo patológico es necesario hacer una ecografía de los riñones. Y, llegado el caso, también debería revisarse la vejiga.

Según la uróloga Daniela Schultz-Lampel, detrás de la falta de control sobre las heces se puede ocultar una constipación crónica. "En un principio suena contradictorio", admite. Pero en ese caso, en el intestino, unas heces finitas y líquidas se abren paso por el bolo fecal más duro. El niño no puede controlar esas heces líquidas y terminan en su ropa interior.

Para ayudar a la niña o al niño hay que tratar de detectar primero la causa de esa constipación crónica. "Hay factores -como una alimentación pobre en fibras o también demasiado poco movimiento- que juegan un papel", señala Schultz-Lampel.

También hay determinados comportamientos que pueden llevar a una constipación crónica. "Muchos padres dicen a sus niños que no vayan al baño en otros lugares porque pueden estar sucios", ejemplifica Schultz-Lampel.

Por lo tanto, niñas y niños se aguantan las ganas de ir al baño. Eso puede llevar a que, en algún momento, el intestino esté demasiado lleno y vaciarlo sea doloroso, porque las heces se endurecieron por la constipación. Para evitar ese dolor, los niños retienen aún más. Un verdadero círculo vicioso.

La base para una terapia en el caso de una encopresis infantil -la afección en la que un niño se resiste a defecar, lo que causa que las heces se acumulen en el colon y el recto y se produzcan pérdidas- es un protocolo de visitas al baño.

Los padres deberían hacerlo con sus hijos durante dos semanas. "En base a ese protocolo y en base a la historia clínica, el pediatra puede establecer luego una terapia", explica Schultz-Lampel.

Volviendo a la enuresis: puede producirse cuando la psiquis del niño no está bien. "Un indicio de que los padres deben acudir al médico es cuando el niño no se orinaba de noche y de repente empieza a hacerlo", precisa la pediatra Ahaus.

De todas maneras, según ella, la incontinencia nocturna muchas veces es inofensiva. Si una revisión demuestra que el niño está sano, ya ciertas modificaciones en cuánto y cuándo bebe pueden ayudar mucho.

"El niño debería beber lo suficiente a lo largo del día, pero antes de la noche, después de las 18, ya no beber más", indica Ahaus. Antes de dormir, el niño debería ir al baño. También puede ayudar el renunciar a bebidas que contienen cafeína, como las colas. Estas son diuréticas, lo que favorece la incontinencia.

Para niños que se orinan de día puede servir llevarlos al baño en horarios fijos. "Llegado el caso, un despertador puede recordar al niño o a la niña cada dos horas que debe acudir al baño", sugiere Ahaus.

dpa