"La Jauría" y el círculo vicioso de la violencia colombiana a examen en Cannes

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El cine colombiano exhibe de nuevo las heridas de la violencia en el Festival de Cannes con "La Jauría", el primer largometraje de Andrés Ramírez Pulido, un viaje al corazón de las tinieblas.

"La Jauría" presenta a un grupo de jóvenes pandilleros a los que un educador social, Álvaro, pretender rehabilitar mediante una particular terapia de grupo, y trabajos extenuantes, en una finca abandonada.

La selva colombiana, su humedad y el calor asfixiante dan un tono claustrofóbico a la película, en lugar de abrir puertas a la esperanza.

"Quise confiar mucho en la imagen, en el lenguaje cinematográfico, para poder retratar la violencia, lo sugerido", explicó Ramírez Pulido en entrevista con AFP.

"La Jauría" compite en la Semana de la Crítica de Cannes, que este miércoles entrega sus premios.

Es el primer largometraje de Ramírez Pulido, después de dos cortos, "El Edén" y "Damiana", seleccionados y premiados en varios festivales internacionales.

En todos ellos pesa la figura del padre, por su presencia nociva, o por su ausencia, que los personajes viven como una herida permanente.

El personaje de Álvaro es clave en "La Jauría" para mantener la cohesión del grupo, hasta que la entrada de un nuevo joven, "El Mono", resquebraja esa supuesta unidad.

"Los padres marcan la vida de los hijos, ya sea el abandono, o ya sea la violencia, o ya sea el amor o la protección", explica Ramírez Pulido.

"Alvaro creo que retrata una parte de mi, de todos nosotros", medita.

"Quizás en la juventud no pensamos muy bien lo que hacemos y luego, cuando crecemos, somos conscientes de lo que quisiéramos no repetir" explica este director de 32 años, padre de un niño de dos.

Ramírez Pulido vive en Ibagué, una pequeña ciudad colombiana, donde la violencia es un problema crónico y donde un director de cine que empieza y que no tiene mucho dinero, pero sí todo el tiempo necesario, puede hallar diamantes en bruto.

Los dos jóvenes protagonistas de "La Jauría", Eliú y "El Mono", destacan por la fuerza de su interpretación. Salen de la calle, y Ramírez Pulido solo les pidió que actuaran como eran.

Pero la película también requirió semanas de ensayos, como otros tantos proyectos noveles que destacan en los certámenes paralelos de Cannes.

Ramírez Pulido deja también al paisaje ocupar su espacio en la película, pero sin ahogar a los personajes.

"Creo que la emoción, más allá de la imagen estética, que puede ser bella, está en los chicos. Intenté en todos los procesos, en la escritura, en el montaje, el sonido, traer una mirada nueva y saber si emocionaba y conectaba", explica.

jz/mb