Las víctimas de las inundaciones en Australia se sienten olvidadas antes de las elecciones

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Karey Patterson recuerda vívidamente el momento en que se preguntaba cuánto tiempo podría mantener la cabeza de su hija fuera del agua durante las devastadoras inundaciones de la costa este de Australia que anegaron su casa.

"Era como una película de desastres, pero yo estaba dentro", explica a la AFP frente a la estructura de su casa destruida en Lismore.

Tras las peores inundaciones de su historia, la ciudad se llenó de periodistas y de responsables políticos, entre ellos el primer ministro y el líder de la oposición, que prometieron ayuda.

Tres meses después, el agua se ha esfumado pero también la atención nacional.

En uno de los países más ricos del mundo, 1.500 personas viven todavía en alojamientos de emergencia. Pero, en la víspera de las elecciones legislativas del sábado, sus dificultades apenas fueron comentadas en la campaña.

Las estadísticas ignoran también los numerosos habitantes que han encontrado cobijo en casas de amigos, que se han instalado en una caravana o acampan frente a las ruinas de su hogar.

"Tengo la impresión de que hemos sido olvidados", dice Bec Barker, que vive con su marido en una pequeña caravana en el patio trasero de la casa que tardaron diez años en renovar.

Ella pensaba pasar su vejez en esta casa pero ahora, en peleas con el seguro y sin posibilidad de optar a subvenciones, ya no ve la forma de volver a vivir allí.

"No pienso que la gente se dé cuenta de que no tenemos casa a la que volver, no tenemos muebles, no tenemos nada", dice.

- En pánico por la lluvia -

El secundario lugar del cambio climático en la campaña electoral hace temer que la política medioambiental no cambiará y que muchos más australianos serán víctimas de nuevas sequías, incendios o inundaciones.

Por la noche, el antaño bullicioso centro de Lismore se sume en la oscuridad casi total, con los hogares y los comercios todavía vacíos.

A la luz del día, los daños son todavía visibles. Casas condenadas, debilitadas por las inundaciones, esperan su demolición. En los árboles quedan trozos de plástico, sillas o fotos de familia.

Los vecinos hacen cola para obtener productos de primera necesidad distribuidos por asociaciones.

Muchos habitantes están "en el limbo" desde hace meses, protesta Rahima Jackson, una vecina de esta pequeña ciudad. "La gente aquí está realmente enfadada porque cada respuesta es demasiado lenta", añade.

Para algunos de sus vecinos, el suceso fue traumatizante. "Conozco mucha gente que tiene ataques de pánico al escuchar el ruido de la lluvia", afirma.

Hasta ahora, el gobierno local ha pagado un poco menos de una quinta parte de las 38.037 solicitudes de ayuda recibidas de parte de particulares o empresas.

Como muchas víctimas, Ron Maher, 77 años, ha sido descartado para recibir una indemnización porque su principal fuente de ingresos es su pensión de jubilación y no su granja.

"Esto me amarga. O más exactamente, me decepciona", reconoce.

- 500.000 casas sin seguro -

Otro obstáculo son los seguros.

En el horizonte de 2030, casi 500.000 casas en Australia no podrán ser aseguradas porque están demasiado expuestas a las inundaciones, a los incendios forestales o al viento, según la asociación Climate Council.

Antes incluso de la catástrofe de febrero, numerosos habitantes de Lismore no podían permitirse una póliza que cubriera los daños por inundaciones.

La científica marina Hanabeth Luke se presenta a las elecciones para solventar esta situación con un programa centrado en el clima.

Superviviente de los atentados islamistas en la isla indonesia de Bali en 2002, la mujer recibió el apodo de "El Ángel de Bali" tras haber sido fotografiada ayudando a andar a un joven herido entre los escombros del club atacado con bomba.

Luke asegura que las inundaciones fueron un "eco" de ese atentado que mató a su primer amor.

Ante las elecciones, la mujer pide "confiar en lo que la ciencia nos dice" y "actuar ahora en el clima".

A pesar de la crecida de las aguas de 14 metros, Karey Patterson, su hija de ocho años y sus dos hijos sobrevivieron.

El hombre consiguió romper el techo de madera con una mancuerna antes de que quedaran sumergidos por el agua. Un amigo remó después durante horas con su kayak para salvar a la familia.

Ahora, Patterson duerme en el sofá de su amigo con una sola certeza sobre su futuro: "No volveré a vivir en esa casa".

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